Un niño de 11 años llamado Bastian vive solo con su padre tras la muerte reciente de su madre, y apreciamos que sufre acoso escolar en el colegio, allí donde se evade de la realidad pintando unicornios (aunque los profesores ven solo caballos). Huyendo de sus compañeros, casualmente entra en una peculiar librería, un tienda de libros antiguos donde no es inicialmente bien recibido por el dueño. "Aquí solo vendemos unos pequeños objetos rectangulares que se llaman libros. Requieren algún esfuerzo y no hacen bip-bip-bip. Vete ya". Y Bastian le responde: "Yo sé lo que son libros. Tengo 186 en casa. He leído La isla del tesoro, El último de los mohicanos, El Mago de Oz, El señor de los anillos, 20.000 leguas de viaje submarino". Y el librero le comenta del libro que tiene entre sus manos: "Tus libros son inofensivos. Mientras los lees puedes convertirte en Tarzán o en Robinson Crusoe. Pero después de leerlos vuelves a ser un niño otra vez... Olvídalo jovencito, este libro no es para ti". Porque el libro que Bastian ve sobre la mesa se titula La historia interminable... y sí es para él, pues premeditadamente se lo dejan llevar, aunque Bastian tiene intención de devolverlo tras su lectura.
Con esta introducción está ya claro que hablamos de la película La historia interminable (Wolfgang Petersen, 1984), la adaptación de "Die Unendliche Geschichte", novela fantástica del escritor alemán Michael Ende publicada por primera vez en alemán en 1979. Fue un verdadero éxito desde el mismo momento en que se publicó y ha sido traducida a más de 36 idiomas y conocido diversas adaptaciones cinematográficas, pues tuvo dos partes más además del film que hoy nos convoca: hablamos de La historia interminable 2. El siguiente capítulo (George T. Miller, 1990) y Las aventuras de Bastian (La historia interminable 3) (Peter MacDonald, 1994).
Y es que la novela de Michael Ende y la película de Wolfgang Petersen traspasa la simple aventura de fantasía épica para erigirse como una fábula cargada de reflexiones -y críticas- sobre la sociedad moderna, los movimientos políticos y sociales y el devenir de una Europa en crisis, desencantada y, por ello, fácilmente manipulable por los más oscuros poderes. Y solo a través del conocimiento, la templanza, la valentía, la modestia y el pensamiento profundo se podrán construir los salvavidas para escapar de la oscuridad.
En La historia interminable, la realidad de Bastian (Barret Oliver) le gusta tan poco como el cubo de basura al que le introducen. El dueño de la tienda de libros antiguos, el señor Koreander (Thomas Hill), le permite que robe ese libro tan especial, la primera pieza del juego de matrioskas de una narración que salta constantemente hacia dentro y hacia fuera de los distintos niveles del mundo fantástico y la ficción cinematográfica. Como en el teatro brechtiano del que tanto bebió Ende, el público es consciente en todo momento de que está viendo una película sobre un niño que está leyendo un libro, como un alegato a favor de la imaginación entre el reino de Fantasía y la Nada, un mundo multirracial donde conviven comepiedras, dragones voladores, enanos, tortugas milenarias parlantes, lobos y otros seres.
Pero un mundo que, de pronto, se ve amenazado por la invasión de la Nada. Poco a poco la Nada irá avanzando y Fantasía necesitará un héroe, encarnado en el personaje de Atreyu (Noah Hathaway), que atravesará los Pantanos de la Tristeza, bosques y desiertos camino de la Torre de Marfil, donde tendrá que salvar a la Niña Emperatriz (Tami Stronach) para, a su vez, salvar Fantasía. Sin embargo, la película apelará al héroe que hay dentro de cada uno de nosotros, que conducirá a la salvación o a la destrucción del mundo de acuerdo a las decisiones que se tomen.
"¿Por qué se está muriendo Fantasía entonces" pregunta Atreyu al lobo Gmorr, y éste contesta: "Porque los hombres han empezado a perder sus esperanzas y olvidar su sueño. Por eso la Nada avanza cada día más". "¿Qué es la Nada?" vuelve a preguntar, y le responde: "El vacío que queda, como un fiera desesperación que destruye este mundo... Porque las personas que no tienen ninguna esperanza son fáciles de dominar". Y así es como cada detalle de la película está cargado de simbolismo y significado, y va más allá de un cuento infantil, como cuando habla con la vieja tortuga Morla ("Si la Nada sigue avanzando, todos moriremos") o Atreyu ("Tú no te rindas nunca y la buena suerte te acompañará siempre").
Porque el inolvidable libro de Ende quiso envolverlo Petersen un cuidado embalaje de espectaculares e imaginativos decorados, con maquillajes y efectos especiales artesanos que hoy pueden parecernos pasados de moda, pero la elevaron al nivel de clásico impagable del cine fantástico ochentero, allí donde encontramos también con El cristal oscuro (Jim Henson y Frank Oz, 1982) y Dentro del laberinto (Jim Henson, 1986), y que con ojos del siglo XXI pueden parecernos algo anticuadas. Si es cierto que se cuenta que a Michael Ende no le gustó nada la película, pero quizás nunca imaginó el éxito y repercusión de la misma. Y, como el colofón de la película, valga reflexionar sobre el pensamiento final: "Al principio, siempre está oscuro".
Y esta película, que parte de un libro y que tiene a un libro de protagonista, la recordamos hoy, en la misma semana que hemos celebrado el Día Internacional del Libro (ese 23 de abril, elegido por coincidir con el fallecimiento en el año 1616 de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, aunque siendo veraz solo el último falleció en tal fecha) y el Día de la Lengua Española, un idioma que nos une y sobre el que tantos grandes mensajes hemos recibido en honor a la lectura, y recordamos algunos:
"Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él" (Nicolás de Avellaneda)
"Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee" (Miguel de Unamuno)
"Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído" (Jorge Luis Borges)
"La pluma es la lengua del alma" (Miguel de Cervantes).
Y recordando al autor de la Triste Figura, hoy esa lengua del alma la hemos revivido con La historia interminable. Película de la que tarareamos su canción principal como verdadero "leitmotiv", "The Neverendig Story", la canción que hizo brillar a su autor, el cantante de pop inglés Limahl... Y con ella recordamos a Bastian Baltasar Bux, Karl Konrad Koreander, Atreyu, La Niña Emperatriz, Fújur, Xayide, Morla y Gmork. Otra historia interminable que nos regalan los libros...
Porque fomentar la lectura no es una tarea fácil ni para los padres ni para los educadores. Aprovechar la niñez para que adquieran este hábito es una de las mejores formas de desarrollar al máximo su personalidad y su educación.
Y esta película, que parte de un libro y que tiene a un libro de protagonista, la recordamos hoy, en la misma semana que hemos celebrado el Día Internacional del Libro (ese 23 de abril, elegido por coincidir con el fallecimiento en el año 1616 de Cervantes, Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, aunque siendo veraz solo el último falleció en tal fecha) y el Día de la Lengua Española, un idioma que nos une y sobre el que tantos grandes mensajes hemos recibido en honor a la lectura, y recordamos algunos:
"Cuando oigo que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy predispuesto a pensar bien de él" (Nicolás de Avellaneda)
"Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee" (Miguel de Unamuno)
"Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído" (Jorge Luis Borges)
"La pluma es la lengua del alma" (Miguel de Cervantes).
Y recordando al autor de la Triste Figura, hoy esa lengua del alma la hemos revivido con La historia interminable. Película de la que tarareamos su canción principal como verdadero "leitmotiv", "The Neverendig Story", la canción que hizo brillar a su autor, el cantante de pop inglés Limahl... Y con ella recordamos a Bastian Baltasar Bux, Karl Konrad Koreander, Atreyu, La Niña Emperatriz, Fújur, Xayide, Morla y Gmork. Otra historia interminable que nos regalan los libros...