Hace dos semanas hablamos de la una película peculiar, no por su temática (la importancia de la música en la educación), sino por estar dirigida por Wes Craven, quien junto a David Cronenberg y John Carpenter forman la tríada esencial para entender el cine de terror actual. Y nos regala una película directa al corazón basada en un una historia real y aconsejable para ver junto a toda la familia: Música del corazón, una película estadounidense del año 1999.
Y hoy repetimos fórmula con otra película muy peculiar, de nuevo no por su temática (el autismo), sino por estar protagonizada por Jet Li, quien junto a Bruce Lee y Jackie Chan forman la triada esencial para entender a los actores de artes marciales más importantes de la historia. Y él nos regala una actuación contenida y ejemplar en una película que, una vez vista, tardaremos mucho en olvidar: Paraíso oceánico, una película china del año 2010 dirigida por Xiao Lu Xue, en lo que es su debut en el cine gracias al apoyo del famoso director Chen Kaige.
Porque Jet Li, el menor de 20 hermanos (no me he equivocado, 10 hermanos y 10 hermanas), despuntó de niño en el wushu, una disciplina marcial con la ganó 15 medallas de oro y se retiró invicto a la temprana edad de 17 años. Y pronto comenzó una carrera fulgurante por la cinematografía china e internacional sobre artes marciales, como la serie Érase una vez en China, Arma Letal 4 (Richard Donner, 1998), Romeo debe morir (Andrzej Bartkowiak, 2000), El beso del dragón (Luc Besson, 2001) o La momia: la tumba del emperador Dragón (Rob Cohen, 2008). Y la sorpresa es ver a Jet Li en su primera película de no-acción, y en la que se convierte en la mejor actuación de su carrera como Sam, un padre soltero con enfermedad terminal en una historia real como la vida misma en la que somos testigos de la relación entre él y su hijo Dafú, un chico con autismo que ahora tiene 21 años (Zhang Wen).
Paraíso oceánico comienza casi como el título, en medio del océano y en lo que podría parecer un paraíso... y continúa por esos senderos con el azul como color, como no podría ser de otra forma en una película tan simbólica que versa sobre el autismo (porque el azul es el color del autismo, pues va tomando más fuerza y se extiende a lo largo de diferentes rincones del planeta el movimiento denominado como "Light It Up Blue" en apoyo de esta entidad). Y así, la película nos adentra en su primera escena: una barca en la que vemos a dos varones de distinta edad en medio de un mar azul y tranquilo, acompañado de una música casi celestial. Y una frase: "Vamos hijo, es hora". Y entonces se lanzan al mar con sus piernas atadas por cuerdas y con un peso, en lo que intuimos que es un intento de suicidio. Y a partir de ahí vamos reconociendo la historia, porque el padre le dice a ese hijo, con claros rasgos del conocido como trastorno del espectro autista (TEA): "Si no quieres irte conmigo y papá se va solo, ¿quién cuidará de ti?, ¿quién lo hará?".
Descubrimos que el padre, Sam, es trabajador de un parque marino y le ha diagnosticado recientemente un cáncer de hígado terminal; y por ello, comienza la búsqueda de un hogar para Dafú, a quien intenta preparar para que pueda sobrevivir por su cuenta cuando él no esté. Porque Sam y Dafú viven solos, pues la madre murió cuando su hijo acababa de cumplir los 7 años. La importante discapacidad de Dafú, hace que Sam cuide de todos y cada uno de los detalles de la vida diaria, desde vestirle a cocinar un huevo, y también tiene que acudir al trabajo con él. En el acuario vemos que Dafú es un gran nadador y disfruta en el agua y entre los peces. Por ello, el encargado del acuario dice: "¡Oh cielos! Dafú es como un pez", a lo que el padre le responde: "Sí, un pez que nació en un cuerpo equivocado. Por eso es autista".
La búsqueda por lograr conseguir una institución para su hijo no es tarea fácil y el padre llegar a perder la esperanza: "No lo aceptan en ninguna institución. He preguntado en todas partes. No puedo creerlo. En los orfanatos dicen que es demasiado mayor y en los asilos de ancianos dicen que es muy joven". Y cuando logra ser admitido en uno, el chico sufre un gran desequilibrio emocional y aparece una de las imágenes más impactantes: cuando la mano de Dafú, esa mano izquierda con su característica estereotipia de agitar los dedos con la mano abierta, busca la mano de su padre... y se tocan en un primer plano. Ahí se condensa, de una forma dura y poética, todo el amor de un padre a un hijo.
Son muchas las películas que han tratado, de frente o de soslayo, el tema del TEA (bien en su forma más liviana, conocido como Síndrome de Asperger o en cualquiera de sus otras variantes), pero no he conocido ninguna que lo trate con este sentido y sensibilidad en un "tour de force" memorable entre padre e hijo, donde ambos realizan un papel creíble... y en donde nos resulta toda una agradable paradoja ver a un actor como Jet Li en la piel de un padre con ese amor incondicional hacia su hijo.
Una película repleta de escenas para el recuerdo (bajo el matiz de una banda sonora directa al corazón), como la emotiva escena de Dafú junto a Ronald McDonald o junto a la cabina de teléfono, pues ambos le recuerdan a su amiga malabarista, o cuando el perro de peluche aparece sobre el televisor - el valor de la costumbre -, o las múltiples escenas en el acuario con el azul de fondo, Pero también su tramo final, camino a la despedida: "Dafú, recuerda que papá es una tortuga marina". Pero sobre todo, ese primer plano cuando el hijo, intentando dormir, busca con su mano la palma de la mano del padre.
Esta película es un gran ejemplo del amor que un padre puede llegar a sentir por su hijo con capacidades diferentes, en este caso a un hijo autista. Y la recordamos hoy, cuando se acaban de cumplir los primeros 10 años desde que se viene celebrando el día 2 de abril el Día Mundial de Concienciación del Autismo, un día teñido de azul (como nuestra película). Porque el autismo es parte de este mundo, no un mundo aparte... y porque Paraíso oceánico debe convertirse en una película para prescribir si queremos entender bien ese mundo. Como ya dijimos que Mary and Max (Adam Elliot, 2009) lo debiera ser para entender el Síndrome de Asperger.
Y pervive en nuestra memoria la dedicatoria final: "Esta película está dedicada a todos los héroes anónimos entre nuestros padres". Y una música celestial en los créditos finales...
1 comentario:
Aún que no sé consigue en latín la Vi es hermosa una lección de vida que muchos deberíamos aprender y lo mejor de jet li en drama
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