No todos los aceites y grasas vegetales son iguales, ni mucho menos, y
sus efectos sobre la salud de los consumidores también son bastante
diferentes. Mientras algunos tienen un perfil que podría definirse como
saludable, el consumo de otros están asociados al incremento del riesgo
de padecer diversos trastornos menos deseables. Por esta razón la actual
norma sobre el etiquetado en los alimentos de la Unión Europea dejó
claro que tenía que evitarse la poco concreta y bastante laxa expresión
“aceites vegetales” –hasta hace poco habitual en las listas de
ingredientes–, o por lo menos concretar en el etiquetado el origen de
esos aceites y grasas. Entre los principales sospechosos de estar
ocultos bajo ese genérico figura el aceite de palma y sus derivados.
Pero al igual que no todos los aceites y grasas vegetales, tampoco todas las opiniones son iguales en cuanto a ciencia (rigor sin sesgos) y conciencia (ausencia de conflictos de intereses, que estos está claro que no solo son económicos). La prensa no especializada y los comentarios en redes sociales no se hicieron esperar en los últimos meses sobre el tema del aciete de palma, información que en el maremagnum se puede convertir en confusa, en el mejor de los casos, y conllevar a conclusiones no siempre oportunas ni ciertas en aras al consabido amarillismo periodístico. Por ello es de agradecer que el Comité de Nutrición de la AEP y la Sociedad Española de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica hayan elaborado un comunicado conjunto sobre el aceite de palma y el ácido palmítico en la alimentación infantil.
Este comunicado está disponible en toda su extensión en este enlace.
Un comunicado donde se responden a las siguientes cuestiones:
- Qué es el aceite de palma?
- ¿Cuál es la recomendación sobre el consumo de grasas saturadas?
- ¿Por qué se ha levantado la reciente preocupación por el aceite de palma?
- ¿Podemos identificar fácilmente la presencia de aceite de palma en el etiquetado?
- ¿Qué es la reformulación o mejora de los alimentos?
Y, por otro lado, se abordan el papel de las grasas tanto en la alimentación de lactantes y niños pequeños, como en el caso de escolares y adolescentes. Y con estas conclusiones:
1. El consumo de grasas concierne de forma diferente a los niños menores de 2 años y a los mayores de esta edad y adultos.
2. En menores de 2 años, el consumo de ácido palmítico es importante, pues su contenido en el organismo es elevado y tiene funciones específicas. Por ese motivo está presente en las fórmulas infantiles y en otros alimentos infantiles. Es un ingrediente imprescindible. El aceite de palma es una fuente importante de ácido palmítico.
3. En niños mayores y en adultos se recomienda controlar la cantidad y calidad de la grasa consumida. El aceite de palma está contenido en muchos productos manufacturados de consumo habitual por sus características organolépticas. La recomendación de consumo se encuadra dentro del total de grasas saturadas (sean de origen animal o vegetal), teniendo en cuenta sus potenciales efectos negativos sobre la salud cardiovascular. La alerta de la EFSA está relacionada con los contaminantes que pueden producirse durante su manipulación y no específicamente sobre sus aspectos nutricionales.
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