Que el cine francés (y en francés) tiene un plus de calidad es algo que venimos defendiendo en Cine y Pediatría hace mucho tiempo. Y hoy acude un ejemplo más, de un director del que ha hemos hablado en este foro. Porque François Ozon es indudablemente uno de los grandes exponentes del cine europeo contemporáneo, con una filmografía con títulos más que destacables y laureados en el mundo como Amantes criminales (1999), Gotas de agua sobre rocas calientes (2000), 8 mujeres (2001), La piscina (2003), Potiche: Mujeres al poder (2010) o Joven y bonita (2013),
obra ya analizada en Cine y Pediatría como la sexualidad de una adolescente en cuatro estaciones. Pues este "enfant terrible" del cine francés y europeo nos regaló un año antes la película En la casa (2012), libre adaptación de la obra "El chico de la última fila" del dramaturgo español Juan Mayorga, escrita en el año 2006 y que juega con la teatralidad, algo que a Ozon siempre le ha atraído.
En la casa narra la historia de Germain (Fabrice Luchini), un escritor frustrado y un profesor de literatura harto de la mediocridad de su curso (“¿Hay algo más triste que enseñar literatura en el bachillerato?", “Lo peor no es su ignorancia, es su futuro”, piensa), que se ve iluminado por la sorprendente creatividad y por el talento del chico de la última fila de clase, quien entrega un trabajo relatando su fin de semana: su ingreso en una casa de "una familia normal" que le ha obsesionado durante meses, perteneciente a uno de sus compañeros de curso y en el que describe a la madre con “el inconfundible olor de la mujer de la clase media”. El alumno se llama Claude (Ernst Umhauer) y lo que empezó como un ejercicio aislado se convierte con el tiempo en una serie de entregas literarias donde va relatando sus experiencias dentro de la casa de su amigo Rapha (Bastien Ughetto), al volverse estratégicamente el amigo que le ayuda en matemáticas, y recibiendo de él una confianza ciega.
Y la acción transcurre en tres ámbitos, con la voz en off de Claude como nexo de unión. El primer ámbito es el que transcurre en la casa de su amigo Rapha, un buen chico estrábico que vive con sus padres de clase media, y en donde la madre (Emmanuelle Seigner) pasa a ser una especia de musa para nuestro protagonista. El segundo ámbito son las confesiones que Germain realiza a su esposa (Kristin Scott Thomas), propietaria de una galería de arte por nombre "El laberinto del Minotauro", a través de los progresivos escritos del alumno sobre aquella familia. Y, finalmente, las escenas protagonizadas por Claude y Germain, alumno y maestro, mano a mano de lecciones recíprocas, intenso y arrogante combate de genios que pugnan por discernir la realidad de la ficción, lo bueno de lo malo, lo artístico de lo mundano, la literatura de la perversión. Una relación más allá del alumno y y su Pigmalión en la que este chico de 10 años le dice a su profesor: "Usted es un sultán. Yo soy su Sherezade".
Una novela, la de Mayoral, que parte de una anécdota como profesor de la asignatura de matemáticas, y que el guión de la película logra transmitir esa patina de "master class" del suspense haciendo alarde de eso que se llama la “obra dentro de la obra”. Mezcla de realidad y ficción, donde los miembros de la familia se convierten en los personajes de una novela en construcción y donde lo que se busca, al final, es sorprender al lector. Una novela en la que cada nuevo capítulo termina con la expresión "....Continuará". Y en la que, curiosamente, apenas sabemos nada de la familia de nuestro protagonista: solo que la madre les abandonó a él y al padre, quien en una escena apreciamos que está inválido.
Una película con un guión inquietante, acompañado de una música inquietante de Philippe Rombie (quien también participó de la música de Joven y bonita), y que nos devuelve unas cuantas preguntas. Porque la literatura, de alguna manera, es el arte del voyeur en la que se decide pausar nuestra vida y rutinas para dedicarnos al conocimiento de otras historias, dentro de otras casas. Cuando uno lee cualquier obra de ficción está siendo el ojo detrás de la cerradura, está siendo Claude mirando por la ventana indiscreta.
La película En la casa logra preservar la credibilidad de sus errantes personajes con diálogos hilarantes, con un duelo interpretativo que mantiene la curiosidad del espectador y frases de este calado: "La gran pregunta es : “¿Cómo es la casa de una familia normal?”, “Es mejor descargarse con palabras que incendiar autos”, “Sentarse atrás en la clase es lo mejor, ves todo sin que nadie te vea”, “Por cómo maneja el control del televisor se nota que es el jefe de familia”, “La vida sin historias no vale nada”, “No hay un gramo de arte en esta casa, le tiras una poesía y es como una bomba atómica”, “Ni siquiera la lluvia baila descalza”, “La primera pregunta que debe hacerse un escritor es: ¿para quién escribo?”.
Y en la parte final nuestro joven protagonista va en busca de un final para su historia. Y este colofón: "El Sr. Germain lo había perdido todo: su mujer, su trabajo. Pero ahí estaba yo, dispuesto a contarle una nueva historia... Continuará".
En la casa narra la historia de Germain (Fabrice Luchini), un escritor frustrado y un profesor de literatura harto de la mediocridad de su curso (“¿Hay algo más triste que enseñar literatura en el bachillerato?", “Lo peor no es su ignorancia, es su futuro”, piensa), que se ve iluminado por la sorprendente creatividad y por el talento del chico de la última fila de clase, quien entrega un trabajo relatando su fin de semana: su ingreso en una casa de "una familia normal" que le ha obsesionado durante meses, perteneciente a uno de sus compañeros de curso y en el que describe a la madre con “el inconfundible olor de la mujer de la clase media”. El alumno se llama Claude (Ernst Umhauer) y lo que empezó como un ejercicio aislado se convierte con el tiempo en una serie de entregas literarias donde va relatando sus experiencias dentro de la casa de su amigo Rapha (Bastien Ughetto), al volverse estratégicamente el amigo que le ayuda en matemáticas, y recibiendo de él una confianza ciega.
Y la acción transcurre en tres ámbitos, con la voz en off de Claude como nexo de unión. El primer ámbito es el que transcurre en la casa de su amigo Rapha, un buen chico estrábico que vive con sus padres de clase media, y en donde la madre (Emmanuelle Seigner) pasa a ser una especia de musa para nuestro protagonista. El segundo ámbito son las confesiones que Germain realiza a su esposa (Kristin Scott Thomas), propietaria de una galería de arte por nombre "El laberinto del Minotauro", a través de los progresivos escritos del alumno sobre aquella familia. Y, finalmente, las escenas protagonizadas por Claude y Germain, alumno y maestro, mano a mano de lecciones recíprocas, intenso y arrogante combate de genios que pugnan por discernir la realidad de la ficción, lo bueno de lo malo, lo artístico de lo mundano, la literatura de la perversión. Una relación más allá del alumno y y su Pigmalión en la que este chico de 10 años le dice a su profesor: "Usted es un sultán. Yo soy su Sherezade".
Una novela, la de Mayoral, que parte de una anécdota como profesor de la asignatura de matemáticas, y que el guión de la película logra transmitir esa patina de "master class" del suspense haciendo alarde de eso que se llama la “obra dentro de la obra”. Mezcla de realidad y ficción, donde los miembros de la familia se convierten en los personajes de una novela en construcción y donde lo que se busca, al final, es sorprender al lector. Una novela en la que cada nuevo capítulo termina con la expresión "....Continuará". Y en la que, curiosamente, apenas sabemos nada de la familia de nuestro protagonista: solo que la madre les abandonó a él y al padre, quien en una escena apreciamos que está inválido.
Una película con un guión inquietante, acompañado de una música inquietante de Philippe Rombie (quien también participó de la música de Joven y bonita), y que nos devuelve unas cuantas preguntas. Porque la literatura, de alguna manera, es el arte del voyeur en la que se decide pausar nuestra vida y rutinas para dedicarnos al conocimiento de otras historias, dentro de otras casas. Cuando uno lee cualquier obra de ficción está siendo el ojo detrás de la cerradura, está siendo Claude mirando por la ventana indiscreta.
La película En la casa logra preservar la credibilidad de sus errantes personajes con diálogos hilarantes, con un duelo interpretativo que mantiene la curiosidad del espectador y frases de este calado: "La gran pregunta es : “¿Cómo es la casa de una familia normal?”, “Es mejor descargarse con palabras que incendiar autos”, “Sentarse atrás en la clase es lo mejor, ves todo sin que nadie te vea”, “Por cómo maneja el control del televisor se nota que es el jefe de familia”, “La vida sin historias no vale nada”, “No hay un gramo de arte en esta casa, le tiras una poesía y es como una bomba atómica”, “Ni siquiera la lluvia baila descalza”, “La primera pregunta que debe hacerse un escritor es: ¿para quién escribo?”.
Y en la parte final nuestro joven protagonista va en busca de un final para su historia. Y este colofón: "El Sr. Germain lo había perdido todo: su mujer, su trabajo. Pero ahí estaba yo, dispuesto a contarle una nueva historia... Continuará".
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