"Ali tiene dos miedos: miedo a conducir y miedo a enamorarse. Aunque en realidad son el mismo miedo". Con esta introducción la película nos da a conocer a la joven e inconformista Ali, una chica de 18 años que trabaja en un supermercado, que vive con su madre, que se encuentra encarada con todo y con todos, que se protege tras una coraza de mujer fuerte y rebelde.
Y así, Ali, es como se titula esta película del año 2012 y que recibió el Premio a la Mejor ópera prima en el Festival de Cine de Málaga de ese año. Una película que ha pasado bastante desapercibida y que dese luego nada tiene que ver con otra de similar nombre: Alí (con acento, el biopic del icónico boxeador Muhammad Alí, dirigida por el estadounidense Michael Mann y protagonizada por Wil Smith y Jamie Foxx, una película de espíritu hollywoodense) no es lo mismo que nuestra Ali (sin acento, diminutivo de Alicia, una película que es toda un lección de repaso sobre las segundas oportunidades en el amor de una hija y su madre, dirigida por el sevillano Paco R. Baños y protagonizada por Nadia de Santiago y Verónica Forqué, una película de espíritu indie).
Ali trata del amor, de las relaciones humanas, de la superación de los miedos e inseguridades y de las segundas oportunidades. Como nos recuerda su director, "En el país de Ali, los niños juegan a ser mayores, los adultos se comportan como adolescentes y los adolescentes - como casi siempre - se quedan a medio camino de todo".
Ali (Nadia de Santiago) no soporta las continuas depresiones de su enamoradiza madre (Verónica Forqué): "A ti qué te pasa mamá. Es que no aprendes. Eres una enferma". Su madre intenta explicarse: "Es mi pareja. Y no tienes ningún derecho a faltarle al respecto, ni a él ni a mí", ante lo que su hija reflexiona: "¿Y a mí quién me respeta?". Y todo eso le ha obligado a madurar a marchas forzadas y, además, le han hecho temer al amor: "Yo no pienso, soy como tú, mamá.... Les metes en casa, te enamoras, les haces la vida imposible, te dejan y te quedas echa una mierda".
Ali se defiende frente al amor, pero la aparición de dos hombres en su vida amenaza con romper su burbuja: por un lado, su madre tiene un novio nuevo, Antonio, un tipo bastante gafe; y por otro, Julio, un compañero del supermercado del que Ali no ha podido evitar enamorarse. Mientras tanto, ella pasa los ratos libres con tres amigas, y cuyas conversaciones nos hacen rememorar la película Barrio (Fernando León de Aranoa, 1999), conversaciones tan frescas como habituales en esa intrascendental vida a la que sobreviven como adolescentes sin rumbo: "Bueno, ¿bailamos o nos quitamos las bragas?", "Creo que voy a hacerme lesbiana".
Ali fuma constantemente y nos dice: "Desconfía de todo lo que no puedes hacer mientras fumas". Y desde que Ali fuma, su madre ha tenido cinco novios y cinco depresiones. En las cinco le ha tocado hacer de madre de su madre y eso le ha hecho ser como es, aunque no lo sepa. Ali está enamorada de Julio pero no quiere aceptarlo, pues para ella es más fácil seguir viviendo en el país invulnerable de Ali que cruzar al país de Alicia, porque nada de lo que le rodea le parece una maravilla. Pero el amor sincero de Antonio hacia su madre y de Julio hacia ella hacen que la aparente seguridad de su pequeño universo se empiece a resquebrajar.
Porque la película Ali está divida en varias partes (Ali y las olas del mar, Ali en la calle de los congelados, ...) y cada parte va precedida de un accidente de tráfico. Y por ello, los recurrentes pensamientos de nuestra protagonista: "Los coches rojos son los que más accidentes tienen. Y los negros los que más buscan". Y a un vecino que le ayuda a aprender a conducir, ella le comenta: "Prefiero ser una incrédula a una enferma mental".
Y esta es nuestra Ali, siempre a la defensiva, sardónica, contradictoria,... Esta es nuestra Ali, quien trabaja en un supermercado, como lo hacía Rosalía, otra adolescente protagonista de la película argentina Pequeños milagros (Eliseo Subiela, 1997).
Y así es como Ali nos enseña el valor de las segundas oportunidades en este milagro que se llama superar la adolescencia.
Ali fuma constantemente y nos dice: "Desconfía de todo lo que no puedes hacer mientras fumas". Y desde que Ali fuma, su madre ha tenido cinco novios y cinco depresiones. En las cinco le ha tocado hacer de madre de su madre y eso le ha hecho ser como es, aunque no lo sepa. Ali está enamorada de Julio pero no quiere aceptarlo, pues para ella es más fácil seguir viviendo en el país invulnerable de Ali que cruzar al país de Alicia, porque nada de lo que le rodea le parece una maravilla. Pero el amor sincero de Antonio hacia su madre y de Julio hacia ella hacen que la aparente seguridad de su pequeño universo se empiece a resquebrajar.
Porque la película Ali está divida en varias partes (Ali y las olas del mar, Ali en la calle de los congelados, ...) y cada parte va precedida de un accidente de tráfico. Y por ello, los recurrentes pensamientos de nuestra protagonista: "Los coches rojos son los que más accidentes tienen. Y los negros los que más buscan". Y a un vecino que le ayuda a aprender a conducir, ella le comenta: "Prefiero ser una incrédula a una enferma mental".
Y esta es nuestra Ali, siempre a la defensiva, sardónica, contradictoria,... Esta es nuestra Ali, quien trabaja en un supermercado, como lo hacía Rosalía, otra adolescente protagonista de la película argentina Pequeños milagros (Eliseo Subiela, 1997).
Y así es como Ali nos enseña el valor de las segundas oportunidades en este milagro que se llama superar la adolescencia.
Tengo que verla
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