¿Cuántas películas habremos visto mi mujer y yo solos en una sala de cine...? Al menos diez en los últimos cinco años. Y esto no tendría importancia si fueran malas películas, pero ocurre todo lo contrario: son pequeñas joyas del séptimo arte, pero que no están avaladas por el "mainstream" ni por Hollywood, lo que en muchas ocasiones viene a ser lo mismo. Y la última película en la que nos ha ocurrido algo así es la que hoy nos convoca y por un título tan poético como la misma película: Aves de paso (Olivier Ringer, 2015).
Y con esta película celebro la entrada 400 del proyecto Cine y Pediatría: se dice bien, 400 sábados seguidos - sin fallar uno - desde aquel lejano enero del año 2010 en que todo comenzó. Y lo celebro a lo grande, de corazón. Como el corazón que atesora esta joya que, desafortunadamente, casi nadie habrá visto en los cines.
Porque Aves de paso simula una película infantil, pero atesora grandes mensajes para adultos. Así el tercer largometraje del belga Olivier Ringer, cineasta especialmente concernido con la relación entre sus protagonistas y el mundo natural. Cuenta la sencilla historia de Cathy (Clarisse Djuroski), una niña que vive entre dos padres separados con ideas muy diferentes de la vida, con filosofías de vida incompatibles tal como apreciamos en la primera escena: por su décimo cumpleaños el padre le regala un huevo de pato fecundado, con la intención de que lo incube y sea después su mamá; y su madre le regala un móvil, iPhone para más detalle, y este comentario que no denota buen rollo entre la pareja: "Me preocupa que haya cosas por ahí que no sirven para nada... como tu padre". Cathy tiene una amiga de su edad, Margaux (Léa Warny), afecta de una grave discapacidad y en silla de ruedas, y que por algún detalle de la película sugiere que pueda ser algún tipo de enfermedad muscular.
Pero lo importante de la película no es ningún tema médico, sino la especial relación entre Cathy, Margaux y el pequeño patito que va a nacer del huevo fecundado. Porque cuando eclosiona el huevo, el patito ve por primera vez a Margaux y no a Cathy y ésta le dice: "Ahora va a creer que eres su mamá". Pero los padres de Margaux, con el instinto protector propio de estas situaciones, no quieren hacerse cargo, pues además tienen pensado para su hija un centro de internación para personas con discapacidad. Y el pato recién nacidos se queda con Cathy y ella le dice: "Yo te cuidaré bien. Intentaré ser una buena mamá. En realidad, tenía que ser tu mamá".
El patito se ha identificado con Margaux y Margaux se ha encariñado de él. Es entrañable cuando las dos amigas le intentan enseñar a nadar; al ser demasiado pequeño y no conseguirlo Cathy se pregunta "¿Tú crees que le falla algo...?" y Margaux le responde: "Es como yo...". Finalmente los padres donan el patito a una granja, allí donde les testan el sexo y los machos se crían y las hembras se matan. Y es por ello, que para proteger y salvar al pájaro, las dos niñas se escapan y emprenden una aventura de libertad, un periplo en el que descubrirán mucho más de ellas mismas que sobre el rescate de un palmípedo. Porque para Margaux, en su papel de madre ya, su vida adquiere otra dimensión, y también sus reflexiones: "¿Y el patito...? No quiero que acabe en una lata?", "Se va a morir... Qué difícil es morir", "Si fuéramos pájaros sería más sencillo. Iríamos donde quisiéramos cuando nos apeteciera".
El viaje de las niñas les lleva a una laguna conocida como el Paraíso de los Pájaros. Y es allí donde todos, los padres de las niñas y nosotros como espectadores, descubrimos el valor de la emancipación y los riesgos de la sobreprotección. Porque allí vemos a la imagen de las dos niñas flotando en la laguna con su pato, donde Cathy pregunta "¿Todavía es tan difícil vivir?" y Margaux le responde: "Hoy no". Todo ello lo han observado cada uno de los padres de ambas niñas. Y la escena final del regreso a casa: cada niña con su barca, cada niña con su familia. Y con el fundido negro final una dedicatoria: "A mi pequeña hija que un día me cogió la mano".
Porque bajo la aparente simplicidad de Aves de paso, se esconde un conmovedor cuento iniciático que habla sobre la amistad, la sobreprotección de los progenitores, la discapacidad, la superación de los límites o la necesidad de libertad de niños y niñas, entre otros temas. Una película cuyo peso recae en las jóvenes debutantes Clarisse Djuroski y Léa Warny, Y emulando a la dedicatoria de esta pequeña joya, en mi post 400 yo también proclamo: "A Cine y Pediatría que un día me cogió el corazón".
No cabe duda de que la llamada fábrica de sueños de Hollywood es la gran apisonadora de la taquilla de cine. Sus películas arrasan en cuanto a número de espectadores, empujando por lo general a la cuneta a las minoritarias y de autor, de comercialización reducida a pesar de que siguen ganando múltiples premios en los más prestigiosos festivales. Son carne de salas escasas, de filmotecas municipales, de canales de televisión especializados y de plataformas de distribución bajo demanda, y sólo las ven los más ávidos cinéfilos, los cuales son conscientes de las maravillas del séptimo arte que se pierde la mayoría del público.
La distribución de cine debería evitar que el público desconozca la existencia de películas independientes tan premiadas como Aves de paso.
Porque Aves de paso se estrenó en España solamente en algunas salas de Madrid, Barcelona, Santiago de Compostela, Alicante, Andalucía y Castilla-La Mancha. Y si el resultado es como el nuestro, puede ser que esta pequeña joya se convierta en su propio título...y películas así no se debiera permitir que fueran aves de paso.
Y no quisiera terminar esta reseña especial sobre la procedencia de esta película: Bélgica. Porque esta película tan especial desde este país, la acompaño en el recuerdo de otras películas belgas especiales ya en Cine y Pediatría como Totó, el héroe (Jaco Van Dormael, 1991), Ben X (Nic Balthazar, 2007), Alabama Monroe (Felix Van Groeningen, 2012), Color de piel: miel (Laurent Boileau, Jung Henin, 2012) y todas las películas de los hermanos Dardenne, entre ellas Rosetta (1999), El hijo (2002), El niño (2005) y El niño de la bicicleta (2011)
Todas pequeñas joyas, tan diferentes como bellas. Y todas ellas se convocan hoy en nuestra efeméride.
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