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sábado, 30 de septiembre de 2017

Cine y Pediatría (403). "La teta y la luna", Edipo y el príncipe destronado


Existe en la filmografía de España una Trilogía Ibérica producto de un mano a mano entre el director erotómano Bigas Luna y la guionista Cuca Cannals. Estas películas son Jamón, jamón (1992), localizada en los Monegros (Comunidad de Aragón), Huevos de oro (1993), ambientada en Benidorm (Comunidad Valenciana) y La teta y la luna (1994), localizada en distintas localidades de Cataluña (Barcelona, Reus, Torredembarra, Creixell,..). 

En esta Trilogía Ibérica, con una película por año, Bigas Luna dio rienda suelta a las asociaciones simbólicas entre lo espiritual y lo escatológico, lo mental y lo gástrico, que ya eran práctica común de su estilo en obras previas como Bilbao (1978), Caniche (1979) o Las edades de Lulú (1990), entre otras. Tras haber abordado las relaciones focalizadas en las pasiones de tipo shakesperiano en Jamón, jamón y el enriquecimiento ilícito de un trepador en Huevos de oro, Bigas Luna propone en La teta y la luna una vuelta a sus orígenes, a su infancia. Es el filme más candoroso y probablemente el más personal de toda su obra, pleno de alusiones, recuerdos, colores e imaginación que encarna el pequeño protagonista, Tete, como un alter ego de esta obra surrealista y autobiográfica dedicada a su Cataluña natal, con continuas referencias a la misma en un guión original y poético. Por tanto, un film que tiene la particularidad de conciliar –como Federico Fellini en Amarcord (Amarcord, 1973)– las marcas afectivas con las señas de identidad. Y todo con un reparto de lo más internacional.

El común denominador de las películas de Bigas Luna lo conforman las enrevesadas relaciones entre los personajes, las cuales han sido diseñadas en distintas figuras, según algunos analistas: en Jamón. jamón les asigna la forma de una estrella de seis puntas con dos triángulos generacionales que se entrecruzan; en Huevos de oro, un falo con una cruz en aspa, como corresponde al chulo protagonista con las cuatro mujeres que atraviesan su vida; y en La teta y la luna, un triángulo, los tres vértices masculinos, cuyo interior contiene el óvalo de la mujer, la esposa, la amante, la madre.

Es La teta y la luna un retrato surrealista, onírico, mágico, escatológico y no desagradable. Es un cuento - lo contrario a una pesadilla - puramente mediterráneo, donde se entrecruzan vida, tierra e infancia. Una historia contada a través de los ojos de un niño destronado, de su complejo de Edipo: por tanto, con referencias tanto freudianas como fellinianas, donde dar el pecho es amor puro y donde Tete le pide a la luna encontrar ese amor. Hasta el mismo nombre del niño, Tete, es un juego de palabras, pues ese niño está obsesionado por la teta. 

"Me llamo Tete y soy anxaneta... Estaba a punto de tener un hermanito. No me hacía ninguna gracia". Con esta voz en off se nos presenta Tete, un niño de nueve años (Biel Duran, quien se daría a conocer principalmente años después en Más pena que gloria - Víctor García León, 2001-), que está triste y deprimido por dos motivos: como enxaneta, no logra nunca llegar a coronar el castillo, y como hermano mayor, se ve desplazado por su hermanito. Sus continuas reflexiones en off así lo expresan: "Todo eran feos, pero mi hermano era el peor. Y encima le habían puesto una barretina, y no una boina como el abuelo", "Estaba claro que solo le querían a él. Era un monstruo... No entendía como yo tenía que tomar leche de vaca y el monstruo tomaba leche de la teta... Estaba decidido me buscaría una teta para mí solo"

"Necesito una teta, solo para mí", le dice Tete a la luna, como un deseo. Y aparece el complejo de Edipo y todo su afán es volver a conseguir una teta para él solo, por lo que emprende una misión personal para encontrar el par de tetas perfecto donde poder mamar. Y su obsesión se concreta cuando llega al pueblo una bailarina francesa, Estrellita (Mathilda May), a quien Tete regala una rana. Conmovida por el cariño que le demuestra el niño, la chica se decide a amamantarlo, satisfaciendo así su deseo. Desgraciadamente para Tete, Estrellita recibe las atenciones de otros dos hombres, su pareja artística y esposo, Maurice (Gérard Darmon), que actúa en el circo bajo el apodo de "Pedo Man", y su amante, un adolescente electricista y cantante flamenco, Miguel (Miguel Poveda, quien con solo 16 años es un casi desconocido en esta película, antes de convertirse en un mito del cante flamenco).

"Papá, me he enamorado de una teta", llega a confesar. Y entre la resolución de su síndrome de príncipe destronado, el complejo de Edipo y su imaginario de Cataluña transcurre esta peculiar película, con imágenes al respecto: la barretina del bebé, los calçots y porrones, el pa amb tomaquet, la bandera de Cataluña clavada en la luna, los charnegos, la sardana, los castellets y la anxaneta, la maestra obesa que llamaban la Caballé, el Vichi Catalán,... Y tres escenas significativas: al inicio, los reiterativos intentos de los castellers por conseguir mantener la torre en pie; en el nudo, la escena onírica de Tete bebiendo el chorro de leche que sale de la teta perfecta de la bailarina, una bailarina que bailaba al son de las canciones de Edith Piaff y que le gustaban las lágrimas de sus amantes; y el final como empezó, con los castellets, pero ahora sí consigue Tete el enxeneta llegar arriba. 

Y Tete logra vencer los celos y el complejo de Edipo, cuando su madre le vuelve a dar el pecho... Y termina como un cuento feliz, donde el triángulo amoroso de la bailarina, el Pedo Man y Miguel se van juntos de gira. Y colorín colorado, el síndrome del príncipe destronado y el complejo de Edipo se ha terminado. 

Porque nadie debería tener celos ni complejos, ni el de Edipo ni ninguno. Porque esta película homenaje a Cataluña, y en un día como hoy, prolegómeno de un día complicado como mañana (el referendum anticonstitucional del 1 de Octubre), es un buen momento para reflexionar que esta gran Comunidad Autónoma de España, libre y con el mayor número de transferencias de nuestro país y de Europa, no debería tener celos, complejos ni creerse los victimismos, producto de los intereses políticos que unos pocos usan para desviar la mirada de los problemas reales. Porque algunos secesionistas piensan que ese camino les va a traer la teta y la luna... y no es así.

 

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