sábado, 17 de febrero de 2018

Cine y Pediatría (423). “El cuaderno de Sara” nos descubre los niños soldados del coltán


Cada 12 de febrero se conmemora el Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado. Actualmente se calcula que hay unos 300.000 niños y niñas soldado en los conflictos armados en todo el mundo, menores de edad que se ven abocados a vivir la guerra de verdad, convirtiéndose en combatientes involuntarios. Muchos de estos niños y adolescentes están directamente en la línea de combate y otros son obligados a ejercer como cocineros, mensajeros, esclavas sexuales o para realizar ataques suicidas, algo tan execrable que duele solo con leerlo. 

¿Cómo llegan a ser niños y niñas soldado? Algunos son secuestrados; a otros, la pobreza, los malos tratos, la presión de la sociedad o el deseo de vengarse de la violencia contra ellos o sus familias les llevan a unirse a grupos armados y empuñar un arma. Y durante el tiempo en el que están vinculados a las fuerzas y grupos armados, son testigos y víctimas de terribles actos de violencia e incluso son obligados a ejercerla. Los traumas emocionales que esto les puede provocar son difíciles de superar, porque son víctimas inocentes de las atrocidades de la guerra. Para ellos, el regreso a su vida y la recuperación de su infancia es tan difícil que puede parecer casi imposible. 

En los últimos años, las guerras cada vez son más brutales y más largas. Algunas están en los medios de comunicación de forma más o menos estable, como Siria, Irak, Afganistán, Colombia, pero otras son invisibles para la mayoría de nosotros, como Yemen, Sudán del Sur, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Mali Nigeria y muchas otras. 

Pues bien, para conmemorar (y denunciar) lo que este recién celebrado Día nos propone, hoy recordamos una película que se acaba de estrenar en nuestro país: El cuaderno de Sara (Norberto López Amado, 2018), ambientada en el Congo, centrada en las entrañas de la Guerra del coltán, y protagonizada por una mujer que busca en plena selva a su hermana desaparecida, doctora de una ONG. El director, Norberto López Amado, de amplia experiencia en productos televisivos (Tierra de lobos, El tiempo entre costuras, Mar de plástico) nos acerca a una narración que bien pudiera recordarnos a la hollywoodense Diamantes de sangre (Edward Zwick, 2006), pero quizás le falta ritmo y consistencia. 

Laura (Belén Rueda) busca desde hace años a su hermana Sara (Marián Álvarez) desaparecida hace años en medio de la selva del Congo, donde ni la ONG ni la Embajada tiene noticias de ella. El viaje emocional y físico de Laura de Kinshasa a las entrañas de los "señores de la guerra" nos adentra en un dolorosa realidad, muy diferente al saludo que recibe a su llegada al aeropuerto: "Bienvenida a África, Laura". Cuando Laura encuentra a su hermana cooperante, la hija pródiga de un padre que ya se debate con el Alzheimer en España, esta le explica el por qué decidió quedarse como médico de este grupo armado que controla las minas de coltán: "Necesito sentir que lo que hago sirve de algo... Hay tanto que resolver aquí". Si bien Laura siente algo diferente: "Aquí no cambia nada"

Lo cierto es que existen los malos viajes y luego está el periplo de Laura, repleto de desdichas, tiroteos, masacres. Y parte del camino lo realiza junto a un joven que fue niño soldado. Y con él aprendemos que en swahili gracias se dice "asante sana". Y con esta película nos adentramos en las minas de coltán en Virunga, en el Congo. La zona de las minas es un punto caliente en la antigua colonia belga, con las guerrillas paramilitares disputándose la zona y las explotaciones del preciado metal, ese que está en todos nuestros teléfonos móviles, gestionadas por señores de la guerra que someten a los trabajadores - niños incluidos - a condiciones de esclavitud mientras hacen negocios con empresas occidentales que hacen la vista gorda. 

Al ver El cuaderno de Sara uno no puede decir que sea una gran película (pese al esfuerzo y sufrimiento continuo de Belén Rueda), pero si vale la pena para conocer y recordar el trasfondo de su historia: la Guerra del coltán. Una sangrienta guerra civil que comenzó en 1998 en la República Democrática del Congo cuando el ejército ruandés, con el pretexto de proteger a la población tutsi del Congo, invadió el país. Esta guerra tiene como principal objetivo el control de los grandes yacimientos minerales que posee la zona (oro, uranio, diamantes) y principalmente de coltán, material que ha despertado la codicia de los países vecinos como Ruanda, Uganda y Burundi. 

¿Pero que es el coltán, materia que ha despertado la codicia y la guerra? Es un material muy popular en los últimos años, por su gran utilización en el sector de las nuevas tecnologías y especialmente necesario para la fabricación de teléfonos móviles. Pero además es éste un espacio plagado de contrabandistas, porque la mayor cantidad del coltán sale de África de contrabando, aunque sus ganancias no vuelven como beneficio para el pueblo africano, sino en armas para los grupos rebeldes, que mantienen enmascarada la situación de inestabilidad en la región. 

Las organizaciones de derechos humanos insisten en que Estados Unidos, Alemania, Bélgica y Kazajstán —principales destinatarios, pero no los únicos, del coltán— y las multinacionales que comercian con éste, están, en definitiva, financiando el conflicto. Y, desde hace 20 años, odios étnicos históricos e importantes intereses económicos han convertido la zona de los Grandes Lagos en la República Democrática del Congo en un campo de batalla sin tregua. En esta nación africana conviven unas 200 etnias diferentes, las regiones de Ituri y Kivi han sido escenario de brutales enfrentamientos y matanzas tribales, con al menos 50.000 muertos y más de medio millón de refugiados, según datos de Amnistía Internacional. 

En torno a los yacimientos existe un complejo entramado empresarial convenientemente diseñado para el reparto del botín. Las organizaciones de derechos humanos insisten en ello, pero no son pocas tampoco las empresas trasnacionales que se nutren de las variadas derivaciones del coltán: Alcatel, Compaq, Dell, Ericsson, HP, IBM, Lucent, Motorola, Nokia, Siemens, AMD, AVX, Epcos, Hitachi, Intel, Kemet, Nec, Sony, Bayer, Motorola o IBM, a través de aliados autóctonos. Sin embargo, la guerra ha empobrecido hasta la miseria a un país que tal vez sea de los más ricos del mundo en recursos naturales - hablamos del Congo (ex-Zaire), antigua colonia belga -. Además, la ausencia total de condiciones de seguridad reina en estas explotaciones irregulares, a menudo situadas en la selva, en regiones de difícil acceso por las que sólo se mueven militares y grupos armados. Miles de mineros se reclutan entre campesinos, presos a los que se les ofrece la reducción de sus penas y la mano de obra más codiciada y barata, la de miles de niños que abandonan las escuelas para trabajar en las minas. Y los que no son maltratados en el trabajo infantil, son convertidos en niños de la guerra. 

Y todo hace pensar, como nos refleja la película, que la paz es una quimera. Y las organizaciones internacionales que trabajan sobre el terreno vienen alertando de los continuos enfrentamientos y violaciones de los derechos humanos que siguen produciéndose en todo el país, incluso después del despliegue en 2003, de 4.500 militares de la MONUC (misión de mantenimiento de la paz) para asegurar la protección de la población civil. El drama de los refugiados y desplazados, la presencia de grupos armados, la explotación de los recursos militares y el tráfico de armas en el este del país y el reclutamiento de niños soldado ponen en entredicho la viabilidad de una paz cercana. 

¿Cómo es posible que un casi holocausto en África pase casi desapercibido en Europa...?, ¿cómo es posible que no supiera lo que era el coltán y el dolor que esto conlleva? Por ello es importante El cuaderno de Sara, para tomar conciencia de la Guerra del coltán y de la lacra de los niños soldados. Y por eso en el colofón, Laura nos dice en su voz en off: "Esta es la historia que seguiré contando hasta que alguien nos quiera escuchar". Porque esta es la historia que guardaba el cuadernos de su hermana Sara...

 

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