El incremento de diagnósticos de alguna categoría concreta de trastornos mentales debe hacer revisar el contexto en que acontece. El paso más importante es revisar y actualizar los criterios diagnósticos para evaluar su fiabilidad y su pertinencia a la hora de realizar el diagnóstico. Tiene más interés si no existe ninguna prueba específica para el diagnóstico y lo más importante es el criterio clínico. Este es el caso que proponemos en el presente trabajo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), en el que se viene observando un sobrediagnóstico (y posterior sobretratamiento) debido a una aplicación laxa de los criterios clínicos para el diagnóstico. Esto disminuye la fiabilidad del diagnóstico, dado que los síntomas fundamentales son totalmente inespecíficos y, por lo tanto, en común con una gran variedad de trastornos e incluso están presentes en algunas etapas del desarrollo normal. Elaboramos un diagrama de flujo para el diagnóstico del proceso, con gran utilidad para el Pediatra y otros profesionales de la salud, sobre todo de Atención Primaria.
El TDAH se presenta como cuadros clínicos inespecíficos y, en muchas ocasiones, ligados al propio proceso del desarrollo. Bien es cierto que existe un grupo de niños en los que estas características son persistentes y se exacerban, llegando a dificultarles la vida sobremanera, pero no es menos cierto que en mucha menor cantidad de la que se nos pretende hacer creer.
Hacer un buen diagnóstico de forma consistente y fiable es muy necesario para realizar un correcto tratamiento y para evitar iatrogenia y, por lo tanto, la forma de realizar una correcta prevención cuaternaria.
La toma de decisiones en medicina se sustenta en un cálculo de probabilidades, en el que debemos considerar la probabilidad de enfermar, el grado de verosimilitud del diagnóstico y la incierta utilidad del tratamiento. El buen juicio médico logra un equilibrio entre el riesgo que comporta toda intervención diagnóstica, preventiva o terapéutica y el beneficio esperable de dicha intervención en el paciente concreto, lo que obliga a combinar ciencia y arte, pues no es fácil trabajar con la incertidumbre, coexistir con la iatrogenia ni admitir las limitaciones del conocimiento médico. Y por ello, una cosa es presentar síntomas y otras cómo se realiza el agrupamiento para realizar un diagnóstico, a este método se denomina semiología y eso, precisamente, es lo que no se realiza en estos procesos de TDAH en una gran mayoría de los casos.
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