Más allá de las conocidas prevención primaria, secundaria y terciaria está la prevención cuaternaria, entendiendo como tal el conjunto de actividades sanitarias que atenúan o evitan las consecuencias de las intervenciones innecesarias o excesivas del sistema sanitario, ese exceso de celo diagnóstico, terapéutico y preventivo de nuestra medicalizada sociedad.
Es el concepto de prevención cuaternaria preciso para evitar la sobreutilización innecesaria en sanidad, que se define como la prestación de una asistencia sanitaria en ausencia de evidencia o cuando el beneficio potencial del procedimiento o tratamiento no supera sus riesgos.
El National Institute for Health and Care Excellence (NICE) presentó hace diez años una serie de recomendaciones sobre prácticas relativamente frecuentes, pero sobre las que existía evidencia suficiente para considerarlas inadecuadas (Do not Do recomendations). En España, en 2013, a propuesta de la Sociedad Española de Medicina Interna, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad lanzó la iniciativa Compromiso por la calidad de las Sociedades Científicas (ICC) al que se han sumado, hasta ahora, un total de 49 sociedades con el propósito de disminuir las intervenciones que no han demostrado eficacia, tienen escasa o dudosa efectividad, o no son coste-efectivas. A ello se sumó la Asociación Española de Pediatría (AEP), porque es importante acogerse al paradigma de "No hacer" y "Menos es más".
Embarcados como estamos en el proyecto del Instituto de Salud Carlos III “Qué consecuencias tiene hacer lo que no hay que hacer en atención primaria. Estudio de los errores asociados a la sobreutilización inadecuada”, es un placer compartir uno de los trabajos premiados en la reciente Reunión Anual de la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría (SEUP), un estudio elaborado por el Grupo de Trabajo de Intoxicaciones de la SEUP.
En este estudio se analizan las 8 acciones que NO hay que hacer ante un paciente pediátrico que ha contactado con una sustancia potencialmente tóxica:
1. Tratar una ingesta no tóxica.
2. Infravalorar la toxicidad.
No considerar la máxima dosis posible.
No tener en cuenta las sustancias altamente tóxicas a pequeñas dosis.
3. Inducir el vómito.
4. Realizar un lavado gástrico.
La única indicación en que puede estar indicado es la ingestión reciente (menos de 1 hora) y potencialmente letal, de gran cantidad de tóxico, en un paciente consciente o intubado.
5. Administrar carbón activado cuando no está indicado:
a) ingestiones no tóxicas
b) sustancias no absorbibles
c) transcurridas más de 2 horas tras la ingestión (más de 6 horas en situaciones de hipoperistaltismo, ingestión de sustancias de liberación modificada o con circulación enterohepática)
d) pacientes con disminución del nivel de conciencia no intubados
6. Administrar agua, leche o carbón activado tras la ingestión de productos domésticos o industriales.
7. Administrar flumazenilo a pacientes con sospecha de ingestión de antidepresivos tricíclicos o que han convulsionado por una intoxicación.
8. Aministrar N-acetilcisteína tras la ingestión aguda de paracetamol (de menos de 8 hs de evolución) sin comprobar niveles tóxicos en sangre.
Interesante información, importante información para llevar a la práctica clínica. Gracias SEUP y, especialmente, a los autores de este trabajo.
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