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sábado, 9 de junio de 2018

Cine y Pediatría (439). “Custodia compartida”, los hijos como trinchera


Se denomina como custodia compartida a la situación legal mediante la cual, en caso de separación matrimonial o divorcio, ambos progenitores ejercen la custodia legal de sus menores de edad, en igualdad de condiciones y deberes sobre los mismos. A diferencia de la custodia monoparental, donde la guardia y custodia de los menores no emancipados se concede a uno solo de los progenitores, por costumbre la madre, la custodia compartida ofrece la oportunidad a los padres de custodiar a los hijos en igualdad de condiciones y con los mismo derechos y deberes, y garantizar a los hijos su educación, alimento, hogar, salud y cualquier otra circunstancia.  La custodia compartida puede ser conjunta o alterna (por periodos alternos de meses, semestres o incluso años) y siempre suele eliminarse el pago de la pensión alimenticia, puesto que se supone que cada progenitor se hace cargo de los gastos de sus hijos durante el periodo en que viven con ellos y el resto se soluciona a medias. 

Cuando en España se introdujo la custodia compartida en el Código Civil en el año 2005, solo un 2% de las familias se acogieron a esta opción, y actualmente ronda en el 30%, aunque muy desigual por Comunidades (40% en Cataluña frente al 8% en Extremadura). Y aunque la ley parece clara, existen aún dudas con la custodia compartida y situaciones en que no es conveniente para nadie, ya sea por motivos laborales, geográficos o por la existencia de conflictos muy graves, como en casos de violencia de género. 

Pero también nos referimos a con este término al título de una película francesa del año 2017, la ópera prima de su director, Xavier Legrand y por título, así: Custodia compartida, la inolvidable historia de una familia rota por la separación y donde un padre violento obtiene la custodia de su hijo. Una película denuncia en francés – y hablando de cine esto comienza a ser una garantía – que nos deja atados a la butaca y perplejos al enseñarnos una realidad tan a nuestro lado que nos olvidamos del horror que puede llegar a significar. 

Myriam (Léa Drucker) ha decidido dejar a Antoine (Denis Ménochel) y solicitar el divorcio para escapar de su comportamiento violento. Cuando pide la custodia de sus hijos para protegerlos de la ira de su marido, el juez del caso decide concederla compartida entre ambos cónyuges, lo que creará un conflicto de difícil solución. Consciente de que es víctima de un padre celoso y posesivo y de que debe proteger a su madre, el pequeño Julien (Thomas Gioria), de 11 años, vivirá una situación límite y hará todo lo que esté en su mano para que no ocurra lo peor. Y es así como Julien se ve forzado a compartir su vida con su padre por una decisión judicial, lo que no le ocurre a su hermana Joséphine (Mathilde Auveneux), a punto de cumplir los 18 años. 

Custodia compartida es una película escrita y dirigida por el debutante Xavier Legrand con la que logró el premio a mejor director y mejor ópera prima en el Festival de Venecia 2017, o también el premio Otra Mirada en el Festiva del San Sebastian, o también el premio a Mejor director y Mejor ópera prima en Cannes. Tras el cortometraje Antes de perderlo todo, por el que consiguió una nominación al Oscar, Legrand trata de nuevo un drama social sobre la violencia de género, en el que vemos a un hombre dispuesto a todo con tal de regresar con la mujer que le ha dejado por su comportamiento agresivo. Inspirándose en títulos como Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979), El resplandor (Stanley Kubrick, 1980) y La noche del cazador (Charles Laughton, 1955), Legrand expresa la complejidad de una separación con hijos de por medio en un contexto donde la violencia doméstica aterroriza a personajes y espectadores (esto es clave, una violencia que tortura nuestra conciencia), testigos directos de las dudas que la actitud del padre siembra en el juez, la presión a la que está sometido el hijo pequeño y el terror de la esposa acosada. A través de las perspectivas de los hijos, la película aborda las consecuencias de vivir en un ambiente tan asfixiante, que provocan que el pequeño quiera proteger a su madre, mientras la hija adolescente espera a ser mayor de edad para huir del conflicto familiar. Porque como nos recuerda su director, en la violencia doméstica los niños son las víctimas olvidadas. 

Una película difícil de olvidar, con dos momentos clave, el principio y final de la película, cada una de ellas de unos 15 minutos de duración. Introducción y desenlace que dejan un nudo de 60 minutos en medio que no tiene desperdicio. 
- En la introducción asistimos a una larga y tensa escena de un juicio lleno de primeros planos de Myriam, Antoine, sus abogados y la jueza, quien llega a preguntarles: “¿Cuál miente más de los dos…?”. Y la justificación del padre: “Yo solo quiero tener noticias de mis hijos”
- Un nudo en el que Julien transita en su custodia compartida entre la nueva vivienda de alquiler con su madre y el tiempo con su padre (al que llaman “ese”), en el que somos testigo del sufrimiento que los hijos pagan por los errores de los padres, esa vulnerabilidad extrema (“No me extraña que tus hijos no quieren verte” le dice el abuelo paterno a su hijo Antoine) y esa inocencia de la infancia amenazada (“Te has vuelto tan mentiroso como tu madre… Soy tu padre y tengo derecho a saber dónde vives”). Una película que se ve con el corazón en un puño y que nos introduce en medio del conflicto familiar y que nos aterroriza con las palabras del chico: “No quiero que pegues a mamá”
- Y el desenlace se convierte en un retrato genial (que no bello) del desamparo y del horror en esa vivienda más cercana de lo que pensamos. Todo comienza con una insistente llamada en el timbre de los megáfonos a media noche… y a partir de ahí casi la tragedia. Y la voz a través de la puerta del baño de una policía: “Se acabó señora, pues salir”. Pero no es cierto, la tragedia permanece y no ha hecho más que comenzar. Y el daño en el corazón y la mente de los hijos se mantiene… 

El director Xavier Legrand había ensayado una similar historia de malos tratos en su corto previo, Antes que perderlo todo (2013), protagonizado por los mismos actores de Custodia compartida, Léa Drucker y Denis Ménochet. El largometraje expande con inteligencia y tacto, sin tremendismos pese a que algunas situaciones resulten muy virulentas, la visión certera de una historia de violencia de género. Porque esta película espléndida marca un antes y un después. Una visión implacable. 

Una película para no olvidar que los hijos no pueden ser la trinchera de nuestras guerras como adultos. Que en una separación familiar todos pierden… más o menos. Que el que sea frecuente y habitual no le quita ni importancia ni gravedad. Y que los adultos/padres podemos hablar por los niños/hijos, pero no sentir lo que ellos sienten.

 

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