Quiero hoy compartir un sencillo (pero intenso) artículo de una amiga pediatra, a quien tuviera hace ya unos cuantos años como residente en el Hospital de San Juan: la Dra. Raquel Almendral, actualmente neuropediatra en el Hospital de Tomelloso. Ella sigue combinando el arte con la ciencia, algo no siempre comprendido. Y a ella se debe la creación de las Jornadas de Medicina organizadas por ASEMEYA (Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas) que se celebran en Alcázar de San Juan en los días alrededor de la fiesta de San Juan, en junio. En el año 2018 se celebraron las VIII Jornadas y hace un par de año tuve la oportunidad de participar y disfrutar de este evento.
Y con estos antecedentes quiero compartir su artículo recientemente publicado en la revista Pediatría de Atención Primaria, bajo el título de "Mitos y realidades del efecto Mozart".
Vale la pena leer el artículo completo a través del enlace adjunto. Pero permitirme destacar la esencia del mismo.
A lo largo de la historia, la música ha sido utilizada para curar y estimular las emociones. Son varios los ejemplos, pero si apreciamos que comenzó a usarse como método terapéutico sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Y en los últimos años se ha popularizado el uso de programas de escucha de música, específicamente de Mozart, justificando que cuando se escucha este tipo de música se ejerce sobre el cerebro efectos beneficiosos en algunas actividades cognitivas. La creciente oferta de servicios de estimulación o terapéuticos basados en la música requiere hacer un análisis serio de los beneficios reales para discriminar lo qué podemos y no podemos esperar de ella y si su uso puede influir en una mejoría del desarrollo cognitivo de los niños o no. Y de ello versa el artículo...
Se analiza el efecto Mozart sobre el desarrollo intelectual y también sobre la epilepsia (también se valora en otros compositores, especialmente en Bach). Y destaca las propiedades de la Sonata para dos pianos K448 de Mozart. Y toda esta diatriba hizo que en 2010 investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad de Viena realizaran un metaanálisis sobre el efecto Mozart, sin encontrar cambios significativos en las habilidades cognitivas de las personas que habían escuchado a Mozart y concluyen: “Recomiendo a todos que escuchen música de Mozart, pero no se puede satisfacer la expectativa que de esta manera se logre un aumento de la capacidad cognitiva".
Mientras llega la solución de los metanálisis y de la Cochrane (ya se sabe "ausencia de evidencia no significa evidencia de ausencia") disfrutemos de la magia musical del genio de Salzburgo, quien fue un superdotado que algunos atribuyen a su convivencia con un síndrome de Asperger, otros con un síndrome de Tourette, otros con nada, solo con su genialidad.
Y os dejamos para su disfrute su Sonata para dos pianos K448 (que algunos llaman la "sonata antiepiléptica")...y si nos estimula el desarrollo intelectual, pues mejor. Lo dicho, la sensatez ante todo, también con la música (sea en el embarazo, la primera infancia o la vida adulta)... y especialmente para cuando alguien hace negocios de ello.
Bien por la música, pero no por los paradigmas sin pruebas.
Música de Dios
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