Sevilla tiene un color especial… es una expresión bien conocida que nos sitúa en el color, el calor y la fiesta que abarca de su Feria de Abril a su Semana Santa. Pero el color especial de esta película del año 2018 del sevillano Miguel Ángel Vivas es otro, es el color de la noche, de las luces de neón, de los días grises y las noches espectrales, con la frialdad que va del las luces blancas de un quirófano a las luces rojas de una discoteca poligonera. Su título, Tu hijo. Y no te dejará indiferente.
Y así es como conocemos al Dr. Jaime Jiménez (José Coronado), quien se despereza en la cama tras haber dormido durante todo el día. Conduce bajo la lluvia que mueve el parabrisas mientras la radio suena en el vehículo y se dirige al hospital. Allí se lava brazos y manos bajo un fuerte chorro de agua, antes de ir al quirófano. Después pasa la noche de guardia, visitando a sus pacientes, reconfortando a los familiares. Al amanecer se fuma un cigarrillo él solo en la azotea del hospital, a la que tanto regresa. Luego regresa a su casa donde le espera Marcos (Pol Montañés), su hijo mayor adolescente, para correr por la vereda del Guadalquivir, denotando una buena complicidad padre e hijo. Y al terminar desayuna, saluda a su mujer y felicita a su hija Sara (Asia Ortega) por haber ganado un concurso de fotografía, antes de acostarse hasta que comience una nueva jornada. La noche siguiente tendrá complicaciones por un niño ingresado tras una operación. El padre gitano yonqui le dice: “¿Usted tiene hijos? Entonces sabe que eso es imposible: no hacer nada”… y esas palabras serán premonitorias. Casi todo vuelve a la normalidad, hasta que llega un nuevo paciente en coma, tras recibir una paliza. Jaime quiere hacer algo, pero la doctora de guardia lo echa del quirófano. El herido de gravedad es Marcos, su hijo, en estado de coma tras recibir una paliza en manos de otros chicos. Termina la rutina, empieza la pesadilla.
Y es así como en su quinta película, y después de Extinction (2015) e Inside (2016) - dos largometrajes rodados en idioma inglés con repartos formados por actores norteamericanos junto a otros españoles -, Miguel Ángel Vivas regresa a su Sevilla para situar tanto al personaje protagonista como al público, en posiciones demasiado incómodas. Porque Tu hijo se presenta como una adaptación española del típico filme de venganza norteamericano en que un hombre justo y de vida ordenada acaba convertido en un (anti)héroe de acción para defender, salvar o vengar a su familia. Así, José Coronado encarnaría una variante de esos personajes que no se cansan de interpretar Mel Gibson en Ransom (Ron Howard, 1996), Michael Douglas en Ni una palabra (Gay Fleder, 2001) o Liam Neeson en Venganza (Pierre Morel, 2008). Porque en vistas de que nadie persigue a los responsables del estado de su hijo, él mismo decide tomar cartas en el asunto.
Y para interpretar a este padre coraje, José Coronado se desnuda con un papel muy difícil, tan cercano a nuestra propia impotencia, transitando del dolor a la acción, de la bondad a la cobardía, de la ira a la perplejidad, del error al abismo en un camino sin retorno: el de la venganza. El fin justifica los medios y se convierte en un lobo solitario en busca de sus presas en este western nocturno de la cotidianidad, como un animal herido rodeado de los reflejos de las luces nocturnas, la frialdad metálica del entorno, los rostros desenfocados de los transeúntes. Y para ello se vale el director de un buen manejo del plano secuencia, de los primeros planos de nuestro protagonista, del uso expresionista de la iluminación nocturna, y del uso de una música con registros jazzísticos, recursos todos que acompañan a Jaime en su sed de venganza, con referencias claras a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), como una forma de plasmar la progresiva alienación del protagonista encerrado en su idea. Y es cuando Jaime le dice a su hija, “Esto no está siendo fácil para ninguno” y Sara le contesta: “Eso no es lo que me preocupa. A ti no te he visto llorar”.
Y aunque la película no está basada en hechos reales, es tan real como la vida misma. Y la prueba es la eterna presencia de los móviles y la costumbre tan patológica de grabarlo todo por parte de los jóvenes, pero especialmente las malas acciones, aquellas que nos hace dudar en ocasiones de nuestra condición de homo sapiens. Y dos grabaciones de esos móviels son claves en esta película: la de la paliza colectiva a Marcos por parte de un grupo de chicos a la salida de la discoteca y la de la violación de una chica. Dos vídeos tan duros como faltos de razón, dos vídeos donde el ojo por ojo solo nos lleva al abismo de la venganza, un horizonte sin horizonte.
Pero Tu hijo no es una película de venganza al uso, es mucho más: es una denuncia al maltrato de género, a la violencia juvenil, a la desigualdad social, a los errores en cadena y la pérdida de esa segunda oportunidad de la vida. También una reflexión a la falta de comunicación de los padres con los hijos: porque en otra época los padres eran los referentes de sus hijos, ahora se suplen en ocasiones con los “influencers”; porque ahora muchos padres nos refugiamos en nuestros trabajos para ser los mejores profesionales y llega un día que nos damos cuenta de que no conocemos a nuestros hijos, como Jaime se da cuenta de que no conocía a Marco y a Sara.
En Tu hijo, José Coronado vuelve a protagonizar un 'tour de force' dramático en un filme con tintes de 'thriller'. Y es que este actor madrileño envejece como el buen vino, y ya se encuentra entre los mejores intérpretes patrios contemporáneos. Y ha sido Enrique Urbizu el que le ha sacado el mejor bouquet en su papel de duro impasible: primero lo hizo en el año 2002 con La Caja 507 y repitió en el año 2011 con No habrá paz para los malvados, aquí con Premio Goya al mejor actor, distinción que es posible que dispute este año con este papel de padre que maaata por su hijo…
Películas de padres justicieros hemos visto muchas, pero no como esta, porque películas con este color especial de Sevilla, pocas. Porque Tu hijo es una obra que debe dar que hablar a la salida del cine, que tiene su prefiguración, su configuración y su refiguración. Y se merece una reflexión sobre el por qué todos podemos ser animales, explotar, ser injustos. O quizá no, si conociéramos mejor a nuestros hijos.
Y ya de paso que nos sirva para reflexionar sobre las enseñanzas maya que me enseñaron este verano, la sanación a través de cuatro inhalaciones, dos fáciles de conseguir (amar y perdonar) y dos no tan fáciles de lograr (olvidar y dejar ir). Y algo así sentimos en el Dr. Jaime Jiménez/José Coronado.
Y para interpretar a este padre coraje, José Coronado se desnuda con un papel muy difícil, tan cercano a nuestra propia impotencia, transitando del dolor a la acción, de la bondad a la cobardía, de la ira a la perplejidad, del error al abismo en un camino sin retorno: el de la venganza. El fin justifica los medios y se convierte en un lobo solitario en busca de sus presas en este western nocturno de la cotidianidad, como un animal herido rodeado de los reflejos de las luces nocturnas, la frialdad metálica del entorno, los rostros desenfocados de los transeúntes. Y para ello se vale el director de un buen manejo del plano secuencia, de los primeros planos de nuestro protagonista, del uso expresionista de la iluminación nocturna, y del uso de una música con registros jazzísticos, recursos todos que acompañan a Jaime en su sed de venganza, con referencias claras a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), como una forma de plasmar la progresiva alienación del protagonista encerrado en su idea. Y es cuando Jaime le dice a su hija, “Esto no está siendo fácil para ninguno” y Sara le contesta: “Eso no es lo que me preocupa. A ti no te he visto llorar”.
Y aunque la película no está basada en hechos reales, es tan real como la vida misma. Y la prueba es la eterna presencia de los móviles y la costumbre tan patológica de grabarlo todo por parte de los jóvenes, pero especialmente las malas acciones, aquellas que nos hace dudar en ocasiones de nuestra condición de homo sapiens. Y dos grabaciones de esos móviels son claves en esta película: la de la paliza colectiva a Marcos por parte de un grupo de chicos a la salida de la discoteca y la de la violación de una chica. Dos vídeos tan duros como faltos de razón, dos vídeos donde el ojo por ojo solo nos lleva al abismo de la venganza, un horizonte sin horizonte.
Pero Tu hijo no es una película de venganza al uso, es mucho más: es una denuncia al maltrato de género, a la violencia juvenil, a la desigualdad social, a los errores en cadena y la pérdida de esa segunda oportunidad de la vida. También una reflexión a la falta de comunicación de los padres con los hijos: porque en otra época los padres eran los referentes de sus hijos, ahora se suplen en ocasiones con los “influencers”; porque ahora muchos padres nos refugiamos en nuestros trabajos para ser los mejores profesionales y llega un día que nos damos cuenta de que no conocemos a nuestros hijos, como Jaime se da cuenta de que no conocía a Marco y a Sara.
En Tu hijo, José Coronado vuelve a protagonizar un 'tour de force' dramático en un filme con tintes de 'thriller'. Y es que este actor madrileño envejece como el buen vino, y ya se encuentra entre los mejores intérpretes patrios contemporáneos. Y ha sido Enrique Urbizu el que le ha sacado el mejor bouquet en su papel de duro impasible: primero lo hizo en el año 2002 con La Caja 507 y repitió en el año 2011 con No habrá paz para los malvados, aquí con Premio Goya al mejor actor, distinción que es posible que dispute este año con este papel de padre que maaata por su hijo…
Películas de padres justicieros hemos visto muchas, pero no como esta, porque películas con este color especial de Sevilla, pocas. Porque Tu hijo es una obra que debe dar que hablar a la salida del cine, que tiene su prefiguración, su configuración y su refiguración. Y se merece una reflexión sobre el por qué todos podemos ser animales, explotar, ser injustos. O quizá no, si conociéramos mejor a nuestros hijos.
Y ya de paso que nos sirva para reflexionar sobre las enseñanzas maya que me enseñaron este verano, la sanación a través de cuatro inhalaciones, dos fáciles de conseguir (amar y perdonar) y dos no tan fáciles de lograr (olvidar y dejar ir). Y algo así sentimos en el Dr. Jaime Jiménez/José Coronado.
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