Son pocas las películas holandesas que llegan a las carteleras de nuestro país. En Cine y Pediatría hemos revisado en estos nueve años solo dos: Skin (Hanro Smitsman, 2008), la perturbadora piel de los jóvenes skinheads nacionalistas; y
Kauwoy (Boudewijn Koole, 2012), una película que nos habla de la pérdida a través de la insólita amistad entre un niño y su grajo.
Y hoy llega una más, el largometraje Miss Kiet´s Children dirigido en 2016 por Peter Lataster y Petra Lataster-Czisch, un matrimonio que ya han dirigido juntos otras películas documentales, si bien todas ellas inéditas en España. Porque en 2007 ya habían realizado el multipremiado film If We Knew sobre pediatras en una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Y con nuestra película de hoy regresan a la infancia y nos presentan este riguroso documental que hará las delicias de todo aquél que se quiera sumergir en el minimalismo del proceso de enseñanza en niños en edad de preescolar. Casi dos horas de duración entre el aula y el patio, entre la maestra y los jóvenes alumnos, que no es fácil de ver quizás, pero si es sencilla de sentir. Porque es difícil pensar en muchas películas que se hayan acercado a la infancia con tanto respeto y con tanta integridad.
Y la película comienza con este mensaje: “Es una escuela primaria de un pueblo holandés, la Srta. Kiet enseña a un grupo de niños inmigrantes. Algunos son refugiados de zonas en guerra”. Y es así como Miss Kiet es la maestra cuyos alumnos son en su mayoría niños refugiados de Siria de diversas edades, que conviven con niños holandeses. Y es allí donde la profesora, con cariño, conocimiento y paciencia infinita, les enseña a respetarse los unos a los otros, a tener confianza en sí mismos y en los demás, a sentirse iguales y bien: “Que todos seamos distintos lo hace todo más bonito”, les dice. Porque solo así es posible enseñar y conseguir que se adapten.
Y con este planteamiento la historia nos hace recordar otro maravilloso documento sobre la enseñanza: Ser y tener (Nicolas Philibert, 2001), la pequeña historia de Georges Lopez, un maestro de escuela en la región de Auvernia de Francia y su relación con sus jóvenes estudiantes. Es posible que la recuerde, pero nuestra película de hoy es diferente, pues todo el protagonismo (y la cámara) se pasea en los primeros planos de de estos particulares pequeños alumnos, en sus encantadores expresiones espontáneas, en sus reacciones. Pero también se detiene en la voz y la palabra de esta peculiar educadora, Miss Kiet, quien da título a esta obra. Una maestra holandesa que distribuye su magisterio de manera uniforme entre sus alumnos, enseñándoles a ser responsables de sus acciones y haciéndolo de una manera siempre afectiva y efectiva, con un admirable dominio de la situación y de la profesión.
Y solo alumnos y maestra son las dos verdaderas estrellas de la película. Y la cámara se pasea sobre los alumnos, mientras dibujan y deletrean, juegan con una pizarra digital, ensayan un musical, relatan un sueño o escuchan los sonidos de una pelota en el recreo. Y vamos recordando en la película cómo la infancia es el terreno de la contradicción y la ambigüedad, y como espectadores vemos a niños que quieren pegar, también quieren abrazar, que quieren que sus amigos sean sus enemigos y que sus enemigos vuelvan a ser sus amigos. Y ante estas situaciones Miss Kiet no regaña y nunca levanta la voz, ella es una perfecta docente que escucha, responde y sigue. Y no importa si estos niños y niñas hablan árabe o ya un poco de holandés, lo que importa es que algunas conversaciones te emocionarán.
Una película que se cocina a fuego lento, como los buenos platos, que cuenta muy poco: una pequeña maravilla no apta para todos, pero que haría bien a cualquier documentalista y/o pedagogo. Una obra con dos temas nucleares y bien entramados: la educación y los niños refugiados, algunos de ellos recién salidos del horror de la guerra en Siria, cuyos bombardeos aún resuenan en sus terrores nocturnos.
Por tanto, Miss Kiet´s Children es mucho más que una extraordinaria película documental sino una deslumbrante lección práctica sobre las sutilezas de la educación entendida como diálogo de cercanía que tiene en el afecto y la paciencia sus más delicadas herramientas. Y poco a poco, vamos conociendo a estos peques por su nombre: Ayham, Bronche, Maksen, Ahmad, Jorj, Rianna, Nour, Haya, Leanne, Abdulah,...
Al visionar Miss Kiet’s Children, podemos tener sentir diferentes sensaciones, pero que se resumen en dos: me gusta o no me gusta la película. Una obra que es muchas cosas, entre la ternura y la realidad, entre el aliento y el agotamiento, entre la emoción y la denuncia. Porque es difícil encontrar películas que se acerquen a la niñez con tanto respeto y con tanta integridad. Y nos queda otro mensaje que esta maestra dice a sus pequeños alumnos: “Hay una solución para cada problema”. Y todo ello porque la pedagogía es tan importante para nuestra sociedad, que no nos queda más remedio que refugiarnos en ella para lograr una sociedad mejor.
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