"Al principio, no había nada. Sólo había música.
El primer día, creó el Sol. Hace arder los ojos. Y luego, creó la Tierra.
El segundo día, creó el mar. Moja los pies. El viento hace cosquillas.
El tercer día, creó los discos. Los que nacen en Estados Unidos hablan inglés. Yo no sé donde nací. Creo que fue en Mongolia.
El cuarto día, creó la televisión.
El quinto día, creó el pasto. Cuando lo cortas, grita. Tienes que consolarlo, hablarle amablemente. Si tocas un árbol, te conviertes en árbol. Si cierras los ojos, te conviertes en una hormiga.
El sexto día, creó a los hombres. Hay de todos los colores. Nathalie es una mujer. Yo prefiero a las mujeres porque no pinchan cuando las besas. Más adelante voy a casarme con Nathalie.
El domingo, descansó. Era el séptimo día”
Con esta voz en off y durante más de diez minutos, comienza de forma espectacular esta sorprendente película: El octavo día, una película belga de casi dos horas de metraje del año 1996 del director Jaco Van Dormael, un director especial que ya conocemos en Cine y Pediatría. Un director, guionista y dramaturgo que dirige complejas películas, aclamadas por la crítica, películas que se destacan por tres características: examinar el mundo desde una inocente perspectiva, a través de personajes llenos de imaginación (el niño Thomas de Toto el héroe -1991-, Georges, el protagonista con síndrome de Down de El octavo día o el niño no nacido de Mr. Nobody -2009-); personajes marcados por el signo de la orfandad; y, especialmente, por su representación respetuosa y comprensiva de las personas con discapacidad, tanto mental como física.
Y hoy comenzamos con esa voz en off de Georges (Pascal Duquenne), nuestro protagonista que poco a poco reconocemos su fenotipo peculiar, y que se nos presenta con imágenes y escenas inolvidables para esos siete días especiales de su “creación”. Y a continuación, en otra escena, aterriza un avión con Harry (Daniel Auteuil), un ejecutivo que se dedica a ejercer de profesor y coaching sobre el éxito en las ventas, que se nutre única y exclusivamente de la artificialidad del pensamiento positivo. Pero enseña lo que no tiene ni atesora, pues en su vida no tiene el mismo éxito, recién separado de su mujer y de sus dos pequeñas hijas. Absorto en su rutinario trabajo se olvida de su familia y hasta sus hijas desean no verle, y ahora vive crispado por ello.
Y con ello nos adentramos a una hilarante y conmovedora película, una historia de amistad, de generosidad y de aprendizaje entre Georges/ Pascal Duquenne y Harry/Daniel Auteuil, dos actores en estado de gracia (uno nobel y otro consagrado) que ganaron ex-aequo el reconocimiento a mejor actor en el Festival de Cannes. Una película de aprendizaje y amistad al mejor estilo de la famosa Intocable (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011), crónica del encuentro entre dos mundos antagónicos y que nos enfrenta al choque entre el orden y la anarquía, la razón y la locura, la aparente capacidad y la aparente discapacidad.
Es también El octavo día el encuentro de dos almas solitarias: Georges vive en una institución especializada en personas con discapacidad psíquica, pero no tiene ningún familiar que lo recoja, y continuamente añora a su madre fallecida; y Harry no puede soportar vivir sin su esposa e hijas. Y se encuentran en medio de la noche, de la lluvia, de la carretera, tras atropellar un perro: todo muy kafkiano…
Y a partir de aquí nos subimos a una especial “road movie”, un tobogán de escenas difíciles de olvidar muchas de ellas acompañadas del amor de Georges por la música, especialmente por la música de Luis Mariano y sus escenas oníricas que le recuerdan a su querida madre: “Mamá. Quiero ir con mamá. No soy como los demás… Quiero irme contigo. Aquí no funciona”, llora a los hombros de Harry. Y su madre en sueños le dice: “Yo estoy lejos, estoy en el cielo. Eres lo mejor que he tenido en mi vida. Eres el regalo más bonito que me ha hecho el cielo”.
Y nos surge una sonrisa con la escena de la zapatería, la del concesionario de coches, el sueño con los guerreros mongoles cabalgando por la estepa en busca de la dama (que es el amor de Georges) o ese minuto de oro de los dos amigos bajo el árbol mirando al cielo. También nos entristece el encuentro con su hermana, porque no es bienvenido por ella y su marido (aunque sus dos sobrinos le adoran): “Mamá dijo que fueras buena con Georges” le dice, pero no parece que pueda cumplir su palabra.
Y todas estas vivencias hacen que Harry ya no piense igual sobre el sonsonete que dice a sus alumnos: “Todo el mundo se vende a sí mismo un día u otro. Respetad las cuatro reglas básicas: 1) Sonreíd; 2) Mirad a vuestro cliente a los ojos; 3) Dad una impresión de éxito. A la gente le gusta. Prefiere tratar con alguien exitoso que con un perdedor; 4) Sed entusiastas. El entusiasmo es contagioso”. Y por eso lanza fuegos artificiales en la playa.
Y todo ello nos conduce a un final inesperado bajo la canción “Maman, la plus belle du monde” de Luis Mariano. Y finaliza con una reflexión similar al comienzo, en esta ocasión narrada en off por Harry y sus circunstancias:
“Al principio, no había nada en absoluto. Solo se escuchaba música.
El primer día, creó el sol. Pica los ojos.
El segundo día, creó el agua. Es húmeda. Moja los pies si caminas en ella. Luego, creó el viento. Hace cosquillas…
El tercer día, creó el pasto. Cuando lo cortas, grita. Le duele. Tienes que consolarlo. Hablarle gentilmente. Si tocas un árbol… te conviertes en árbol.
El cuarto día, creó las vacas. Cuando soplan, dan calor.
El quinto día, creó los aviones. Si no los tomas, puedes verlos pasar.
El sexto día, creó a las personas. Hombres, mujeres y niños. Prefiero a las mujeres y a los niños, porque no pinchan cuando los besas.
El séptimo día, para descansar, creó las nubes. Si las miras mucho tiempo, ves en ellas dibujadas todas las historias.
Entonces se preguntó si no faltaba nada. El octavo día, creó a Georges. Y vio que era bueno".
Y con ello queda claro que El octavo día no es sólo una película sobre personas con síndrome de Down, va más allá, pues nos habla del amor, y nuestra necesidad de él. Georges es más que un símbolo, es el mundo que nos falta en esta civilización ciega que impide ver el gran misterio de la universal realidad, necesita vivir en el octavo día, con los Georges.
Y en la semana que acabamos de celebrar el Día Mundial del síndrome de Down, el pasado 21 de marzo, recordamos esta película como un regalo para entender la importancia de estas personas. Este 2019 la celebración de este día se centrará en el lema "No dejar nadie atrás", porque todas las personas con síndrome de Down deben tener la oportunidad de disfrutar de vidas plenas, tanto en igualdad de condiciones con las demás, como en el resto de aspectos de la sociedad.
Porque la vida no va de cromosomas, va de amor, de comprensión, de felicidad, de integración,... Va de calidad (de vida y de humanidad), no de cantidad (de cromosomas). Va de no dejar a nadie atrás... pero en ningún momento de sus vidas, lo que también incluye su vida dentro de la madre. Seamos coherentes y dejemos los postureos: respetemos su vida y dejémoslos nacer y vivir.
Y lo recordamos cada año, mejor cada día... Porque Dios, El octavo día, creó a Georges… y vio que era bueno.
Y hoy comenzamos con esa voz en off de Georges (Pascal Duquenne), nuestro protagonista que poco a poco reconocemos su fenotipo peculiar, y que se nos presenta con imágenes y escenas inolvidables para esos siete días especiales de su “creación”. Y a continuación, en otra escena, aterriza un avión con Harry (Daniel Auteuil), un ejecutivo que se dedica a ejercer de profesor y coaching sobre el éxito en las ventas, que se nutre única y exclusivamente de la artificialidad del pensamiento positivo. Pero enseña lo que no tiene ni atesora, pues en su vida no tiene el mismo éxito, recién separado de su mujer y de sus dos pequeñas hijas. Absorto en su rutinario trabajo se olvida de su familia y hasta sus hijas desean no verle, y ahora vive crispado por ello.
Y con ello nos adentramos a una hilarante y conmovedora película, una historia de amistad, de generosidad y de aprendizaje entre Georges/ Pascal Duquenne y Harry/Daniel Auteuil, dos actores en estado de gracia (uno nobel y otro consagrado) que ganaron ex-aequo el reconocimiento a mejor actor en el Festival de Cannes. Una película de aprendizaje y amistad al mejor estilo de la famosa Intocable (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2011), crónica del encuentro entre dos mundos antagónicos y que nos enfrenta al choque entre el orden y la anarquía, la razón y la locura, la aparente capacidad y la aparente discapacidad.
Es también El octavo día el encuentro de dos almas solitarias: Georges vive en una institución especializada en personas con discapacidad psíquica, pero no tiene ningún familiar que lo recoja, y continuamente añora a su madre fallecida; y Harry no puede soportar vivir sin su esposa e hijas. Y se encuentran en medio de la noche, de la lluvia, de la carretera, tras atropellar un perro: todo muy kafkiano…
Y a partir de aquí nos subimos a una especial “road movie”, un tobogán de escenas difíciles de olvidar muchas de ellas acompañadas del amor de Georges por la música, especialmente por la música de Luis Mariano y sus escenas oníricas que le recuerdan a su querida madre: “Mamá. Quiero ir con mamá. No soy como los demás… Quiero irme contigo. Aquí no funciona”, llora a los hombros de Harry. Y su madre en sueños le dice: “Yo estoy lejos, estoy en el cielo. Eres lo mejor que he tenido en mi vida. Eres el regalo más bonito que me ha hecho el cielo”.
Y nos surge una sonrisa con la escena de la zapatería, la del concesionario de coches, el sueño con los guerreros mongoles cabalgando por la estepa en busca de la dama (que es el amor de Georges) o ese minuto de oro de los dos amigos bajo el árbol mirando al cielo. También nos entristece el encuentro con su hermana, porque no es bienvenido por ella y su marido (aunque sus dos sobrinos le adoran): “Mamá dijo que fueras buena con Georges” le dice, pero no parece que pueda cumplir su palabra.
Y todas estas vivencias hacen que Harry ya no piense igual sobre el sonsonete que dice a sus alumnos: “Todo el mundo se vende a sí mismo un día u otro. Respetad las cuatro reglas básicas: 1) Sonreíd; 2) Mirad a vuestro cliente a los ojos; 3) Dad una impresión de éxito. A la gente le gusta. Prefiere tratar con alguien exitoso que con un perdedor; 4) Sed entusiastas. El entusiasmo es contagioso”. Y por eso lanza fuegos artificiales en la playa.
Y todo ello nos conduce a un final inesperado bajo la canción “Maman, la plus belle du monde” de Luis Mariano. Y finaliza con una reflexión similar al comienzo, en esta ocasión narrada en off por Harry y sus circunstancias:
“Al principio, no había nada en absoluto. Solo se escuchaba música.
El primer día, creó el sol. Pica los ojos.
El segundo día, creó el agua. Es húmeda. Moja los pies si caminas en ella. Luego, creó el viento. Hace cosquillas…
El tercer día, creó el pasto. Cuando lo cortas, grita. Le duele. Tienes que consolarlo. Hablarle gentilmente. Si tocas un árbol… te conviertes en árbol.
El cuarto día, creó las vacas. Cuando soplan, dan calor.
El quinto día, creó los aviones. Si no los tomas, puedes verlos pasar.
El sexto día, creó a las personas. Hombres, mujeres y niños. Prefiero a las mujeres y a los niños, porque no pinchan cuando los besas.
El séptimo día, para descansar, creó las nubes. Si las miras mucho tiempo, ves en ellas dibujadas todas las historias.
Entonces se preguntó si no faltaba nada. El octavo día, creó a Georges. Y vio que era bueno".
Y con ello queda claro que El octavo día no es sólo una película sobre personas con síndrome de Down, va más allá, pues nos habla del amor, y nuestra necesidad de él. Georges es más que un símbolo, es el mundo que nos falta en esta civilización ciega que impide ver el gran misterio de la universal realidad, necesita vivir en el octavo día, con los Georges.
Y en la semana que acabamos de celebrar el Día Mundial del síndrome de Down, el pasado 21 de marzo, recordamos esta película como un regalo para entender la importancia de estas personas. Este 2019 la celebración de este día se centrará en el lema "No dejar nadie atrás", porque todas las personas con síndrome de Down deben tener la oportunidad de disfrutar de vidas plenas, tanto en igualdad de condiciones con las demás, como en el resto de aspectos de la sociedad.
Porque la vida no va de cromosomas, va de amor, de comprensión, de felicidad, de integración,... Va de calidad (de vida y de humanidad), no de cantidad (de cromosomas). Va de no dejar a nadie atrás... pero en ningún momento de sus vidas, lo que también incluye su vida dentro de la madre. Seamos coherentes y dejemos los postureos: respetemos su vida y dejémoslos nacer y vivir.
Y lo recordamos cada año, mejor cada día... Porque Dios, El octavo día, creó a Georges… y vio que era bueno.
1 comentario:
Genial, que película, me toco la fibra de la sensibilidad, es muy bella y trizte a la vez, pobre George, y todos los Georges que hay en el mundo, y Harry, no sé cuál de los dos está más desvalido
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