Hace casi una década que comentaba en este blog que podíamos reconocer tres hitos en la Medicina… que nos pueden hacer morir de éxito: el examen MIR (y su “miritis”), el sistema peer-review (y su “expertancia”) y el factor de impacto (y su“impactolatría”). Hitos de los que conocemos más sus debilidades que sus fortalezas, pero frente a los que no disponemos (o no se usan) aún de sustitutos claramente mejores, aunque serían muy deseables.
Pues bien, anterior a esto (y extendido a todas las ramas de estudio) hay una prueba que está resultando muy cuestionada: la denominada Selectividad. Esa prueba que hace un par de años pasó de la denominación Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) a su actual denominación como Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU).
Pero le vistamos a la Selectividad con una sigla u otra, el problema es el mismo. La disparidad de exigencias, modalidades y criterios de evaluación de las pruebas de Selectividad que hace unos días han pasado miles y miles de estudiantes en España, hace urgente necesidad de que la clase política aborde de una vez por todas una de las asignaturas pendientes de nuestra democracia: la aprobación de un gran pacto de Estado sobre Educación que garantice, por una lado, los mismos derechos y deberes a los estudiantes, independientemente de la comunidad autónoma en la que vivan. Pero también, que asegure una educación de calidad igual para todos mediante la cual se procure una alta formación humanística y ciudadana, así como una preparación técnica que permita a los españoles competir en un mercado laboral cada vez más globalizado y exigente.
Esto ha sido motivo de debate en los últimos días con titulares evidentes de que no tienen la misma oportunidad de pasar (ni con la misma nota) alumnos de Canarias (donde la prueba es más fácil) y alumnos de Castilla y León (donde es más difícil). Y eso no es justo ni coherente. Como no lo es que en una misma comunidad haya cientos y cientos de profesores que evalúen los exámenes sin ningún criterio de homogeneidad, máxime cuando hay que puntuar textos sobre Séneca o sobre Quevedo. Y se evalúan miles de exámenes en muy pocos días - a cambio de un sobresueldo -, con baremos que son cualquier cosa menos homogéneos y equitativos. Y no tendría mayor importancia sino fuera porque de esa nota sale el futuro académico y profesional de los alumnos.
Y todo esto no es nuevo. No es nuevo porque ahora esté en el debate periodístico, sino porque ha sido así siempre y es un mal que se debe erradicar. ¿Alguien se imagina un examen MIR diferente - y de diferente dificultad - entre Andalucía y Galicia?, ¿alguien se imagina un examen EIR con preguntas de desarrollo evaluado por cientos de profesores diferentes? No, verdad. Pues lo mismo con la Selectividad.
En este país de reino de taifas y de Comunidades Autónomas que hacen de su capa un sayo, al igual que tenemos un MIR único y que pedimos un Calendario Vacunal único, solicitamos una Selectividad/EBAU única.
Nuestros hijos e hijas se le merecen, nuestra sociedad se lo merece, nuestra educación se lo merece. Porque pocas cosas dan tantas vueltas como la terminología educativa, cuyas denominaciones cambian tan rápido como las leyes. Entre la LOGSE y la LOCE, la LOE y la LOMCE, hemos cambiado todo lo que se podía cambiar para cabrear al profesorado, marear a los alumnos y enojar a las familias.
Así que ese mal llamado Selectividad/EBAU debe terminar con la desigualdad de evaluación intolerable. Y como esto lo conozco de primera mano, si alguien quiere que se lo tararee en privado, se lo tarareo... no tengo problemas.
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