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sábado, 21 de septiembre de 2019

Cine y Pediatría (506) “Niña errante” hacia su adolescencia a flor de piel


Ángela, Carolina, Paula y Gabriela. El universo femenino de cuatro hermanas colombianas a flor de piel. Porque a sus 12 años, Ángela (Sofía Paz Jara) no conoció a su madre y acaba de perder a su padre en un accidente. El día del entierro conoce a tres medio hermanas (del mismo padre y diferentes madres) que rondan la treintena de edad y que estuvieron alejadas de su padre. Porque es precisamente la muerte de éste en un accidente automovilístico lo que hace que las cuatro se conozcan y a partir de ahí inician el recorrido por el país para que Ángela pueda vivir con una tía y evitar que quede a cargo del Estado. Es en este viaje de duelo en el que Ángela, en pleno despertar de su cuerpo adolescente, reconoce con cada una de sus hermanas la feminidad, la sensualidad, los misterios del placer y del dolor, el cuerpo, la desgracia y el reto de ser mujer en estos caminos y en esos momentos. Un viaje a una nueva vida en un lugar desconocido para ella que lo inicia como niña y lo culminará como mujer, y lo hace junto a Carolina (Carolina Ramírez), la hermana mayor, casada y enfadada con su matrimonio… y ahora embarazada de nuevo, junto a Paula (Lina Marcela Calderón), quien conserva en su piel los tatuajes que le ha dejado la vida, y junto a la bella, sencilla y prudente Gabriela (María Camila Mejía). 

La película lleva por título Niña errante, dirigida en 2019 por el colombiano Rubén Mendoza, uno de los realizadores cinematográficos más interesantes de su país. Un viaje fascinante y fraternal que mezcla esencias de dos películas ya vistas en Cine y Pediatría, dos películas de hermanas, sentimientos, sensualidad y crecimiento personal: la cinta japonesa Nuestra hermana pequeña (Hirokazu Koreeda, 2015), con un enfoque más sociológico y familiar, y la francesa Mustang (Deniz Gamze Ergüven, 2015), con un enfoque más de denuncia. 

No llega Niña errante a conseguir un guión a la altura de sus predecesoras, pero tiene algunos detalles a destacar, como el juego de sus primeros planos, sus escenas oníricas (las grúas realizando una especie de danza al son del piano, el traspaso de los túneles de tren, la navegación entre manglares) o su especial regalo de esos árboles simbólicos de un país con una naturaleza desbordante como Colombia, hasta el punto que Ángela nos susurra: “Arbolito, convertirte en casa”. 

Porque comienza la película con una de esas imágenes oníricas y un pensamiento en off de nuestra protagonista: “No puede ser verdad. No me quiero despertar...”. Y a partir de ahí vamos descubriendo poco a poco la trama. Y tras el entierro inician esta especial road movie de las cuatro hermanas, donde llegan a conocer a Ángela - como espectadora y oyente al principio, luego ya más presente – y mientras viajan van desgranando a su padre desde sus varios puntos de vista, un escurridizo padre tan fascinante como infiel. Y todo ello en una película en la que más que hablar, se musita, y donde poco a poco las hermanas se desnudan (en todos los sentidos, el alma y el cuerpo) y el director utiliza nos muestra con reiteración los cuerpos abrazados de las hermanas, las piernas entrelazadas, su epidermis y sus cicatrices. 

Y en ese viaje desde el interior del país a la costa – desde el Valle del Cauca hasta la Costa Caribe ¬-, Ángela puede convivir con sus hermanas (con su cuerpo, su piel, su ropa, su ausencia de ropa) y las primeras experiencias de riesgo de esa edad (el contacto con el tabaco, el alcohol, el despertar sexual o la maldita violencia machista), y las dudas que le surgen en el camino: “¿Con el periodo salen las tetas…?”.  Y es al final, cuando ya queda al cuidado de una tía, un largo plano fijo que, por fin, nos muestra que Ángela rompe a llorar… 

Es Niña errante una película declinada en femenino, desde sus actrices protagonistas a la mayoría del equipo técnico de la misma. Y para mostrarnos a una Ángela a la que la ausencia de la madre ha hecho que no haya tenido fermento femenino en su crecimiento, fermento que va apareciendo al conocer la más profunda de la intimidad de sus tres hermanas. Y la película nos invita a embarcarnos en un viaje onírico y sofocante, con un destino final incierto que nos espera en algún lugar del horizonte. 

Es Niña errante une película que no ha dejado indiferente a la crítica de su país, debatida entre la ética y la estética, pero lo cierto es que la temática es mucho más amable que aquellas otras películas de Colombia que ya forman parte de Cine y Pediatría y que reflejan aquellas circunstancias alrededor de la infancia y adolescencia de la que el propio país no puede sentirse orgulloso: Rodrigo "D" No futuro (Victor Gabiria, 1990), La vendedora de rosas (Víctor Gabiria, 1998), La virgen de los sicarios (Barbet Schoeder, 2000), María llena eres de gracia (Joshua Marston, 2004), Rosario Tijeras (Emilio Maillé, 2005) o Los colores de la montaña (Carlos César Arbélaez, 2010). 

Delincuencia juvenil, drogadición, prostitución infantil o marginación social en películas de gran calado que han trascendido las fronteras de Colombia, puro cine social y valiente cine denuncia, como el que nos dejaron directores como Victor Gabiria, Emilio Maillé, Barbet Schoeder, Joshua Marston, Carlos César Arbeláez… Aunque otros directores nos hayan dejado una cara más amable, como Lisandro Duque Naranjo y Los niños invisibles (2001), Patricia Cardoso y Las mujeres de verdad tienen curvas (2002) o Rubén Mendoza y su Niña errante que hoy nos convoca. Una niña errante al encuentro de su adolescencia a flor de piel.

 

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