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sábado, 12 de octubre de 2019

Cine y Pediatría (509). “Genezis” de la intolerancia y la violencia, de la xenofobia


Siempre es emocionante incorporar nuevas filmografías a Cine y Pediatría. Y hoy, por primera vez, recuperamos una película originaria de Hungría: Genezis (Arpad Bogdán, 2018). Tres sobrecogedoras historias basadas en hechos reales que han ocurrido en Hungría y cuyo nexo es la familia, el racismo y la violencia que asolan este país europeo, sumido en una profunda crisis política y social, tres vidas se entrelazan en un país en ruina social. La familia como nexo común, la sociedad como testigo de tres relatos trágicos que ocurrieron en realidad y que se entrecruzan con un estructura narrativa que recuerda al Alejandro González Iñárritu de Amores perros (1999) o Babel (2005) y con un formato de filmación que semeja al estilo de los hermanos Dardenne en Rosetta (1999) o El niño (2005). 

Tres historias en tres capítulos que se apoyan en nociones bíblicas sobre la familia, allí donde la cámara nos somete a planos psicológicos de los protagonistas, que van de primeros planos a primerísimos planos de partes del cuerpo, donde el director escudriña sus personalidades y vivencias bajo una luz esencialmente oscura. Porque la fotografía nos traslada toda la frialdad y soledad de estas vidas y la sociedad en la que sobreviven 

- Capítulo uno: Ricsi. Este niño gitano de 10 años tiene al padre en la cárcel por un robo menor y tiene encomendado cuidar de su madre, con quien vive también su hermana mayor y el marido de ésta. Su madre le cuenta, de forma premonitoria: “¿No sabías que hay un dragón que vive en el bosque? Y respira esta niebla. Así puede esconderse y espiarnos tras ella. El corazón del dragón es frío y blanco. Por eso tiene hambre de la felicidad cálida que hay en nuestros corazones. ¿Oyes sus gritos de hambre?...”. Y la premonición es que son atacados por la noche por ser gitanos, una horda de neonazis con cócteles molotov, perros y armas les queman la casa y matan a su madre, a toda la familia y a él le hieren. 
Duele ver quitar los perdigones incrustados en la piel de su omóplato… y sangra de las heridas durante un tiempo, manchando sus camisetas de sangre. Y duele verle sufrir el bullying en los centros de acogida “Tirad al gitano calvo”…. 

- Capítulo dos: Virá G. Una adolescente que intenta averiguar cuál es su lugar en el mundo, mientras dispara flechas con su arco, frecuenta a un novio de oscuros antecedentes y amistades poco recomendables que tiene una perrera, y lleva en silencio su embarazo. Y su madre le confiesa: “¿Sabes que casi me deshago de ti cuando estaba embarazada? Si tu padre no hubiera estado ahí, no hubieras nacido. Estás vivas gracias a él… Sé lo que te hizo. Es algo imperdonable. Pero estuvo a mi lado, a tu lado. Tengo mucho miedo de acabar sola. Los años van pasando y nadie me necesita”. Unas palabras diferentes a las que le somete la ginecóloga: “Estás embarazada de 10 u 11 semanas. ¿Lo sabe tu madre? ¿Qué vas a hacer? Porque si quieres deshacerte de él, todavía estás a tiempo. Cuánto más esperes, más arriesgado será el aborto. Piénsatelo, tienes una semana”. 
Violencia sobre violencia… y en las noticias de prensa se lee: “Los gitanos viven con miedo”. Y entonces el arco de Virá se tensa y no frente a una diana de entrenamiento. Y pese al hostil ambiente, finalmente acepta la maternidad y le dice a su bebé acariciándose su barriga: “Todo irá bien. Sé que puedes sentirlo. Estoy esperándote, estoy impaciente. Y tendrás que aceptar que no vas a conocer a tu padre. Ese será mi secreto. Pero yo siempre estaré ahí para ti. Siempre, siempre”

- Capítulo tres: Hanna. Una bella abogada que no ha superado el fallecimiento de su hija, tiene que seguir defendiendo a asesinos en la cárcel. Y comprobamos como la cicatriz queloidea de la cesárea que le dejó su hija al nacer es mejor que la cicatriz en el corazón que le dejó su pérdida. Su eterna figura hierática esconde una tristeza que explota cuando realiza spinning en su casa, entre las cajas apiladas de recuerdos y esos dibujos infantiles en la pared. 
Y al entrar a un juicio es golpeada por los manifestantes que increpan los asesinatos xenófobos frente a gitanos, donde casualmente el novio de Virá es uno de los atacantes al campamento de los gitanos. Y Hanna no puede más y allí nos llega a confesar: “El día del accidente mi hija hizo un dibujo de mí. Lo llamó “el trabajo de mamá”. Yo llevaba una toga negra. Porque los médicos van de blanco y los jueces de negro. Dibujó una cárcel al lado con barrotes en las ventanas para impedir que los malos salieran…” 

Y al final las tres vidas se entrecruzan, con un final esperanzador: Ricsi recupera a su padre de la cárcel, gracias al apoyo de Hanna; Virá G acepta a su hijo pese a ser madre soltera; Hanna inicia una adopción. Y con ello la intolerancia y violencia se transforma en la génesis de unas nuevas y esperanzadoras vidas, más allá de la xenofobia. 

Y así no deja Genezis, este sobrecogedor alegato contra el rebrote de las intolerancias violentas y las turbias reglas de juego que imperan en el patio trasero de Europa. Tres historias inclementes sobre el racismo enfocado desde puntos de vista y conflictos distintos a la vez que complementarios. Y así es el segundo largometraje del director húngaro Árpád Bodgán, inspirada en un documental que el propio director realizó para la BBC británica sobre el ataque de un grupo de neonazis, en el año 2009, a un campamento de gitanos rumanos. 

Por cierto, a una semana de haber organizado el II Curso Nacional de Tabaquismo en Pediatría, cabe decir que esta película es un claro ejemplo de cómo el tabaco campea por todas partes en la gran pantalla, humo a doquier en demasiadas escenas, que hacen si cabe más válido nuestro documento de compromiso para mejorar el control del tabaquismo en medios audiovisuales (cine, televisión, videojuegos, redes y otros medios).

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