“Mi abuela solía decir: si quieres hacer a Dios reír, cuéntale todos tus planes”. Con este pensamiento, una imagen de un niña jugando en una playa y luego un salto temporal a ritmo de cha cha cha callejero donde un joven jugador de fútbol acude con su representante en su despampanante coche a firmar un posible contrato por el Real Madrid. Así comienza la ópera prima del mexicano Alejandro Gómez Monteverde, debut como director y guionista del largometraje Bella, un melodrama urbano y psicológico protagonizado por Tammy Blanchard, actriz y cantante estadounidense, y por Eduardo Verástegui, actor y cantante mexicano, que, tras su estreno en el año 2006, obtuvo diferentes premios internacionales y una buena acogida de los espectadores estadounidenses y mexicanos. Sin faltarle detractores…
Una película que transcurre en un día en la ciudad de Nueva York. Una canción de Alejandro Sanz nos adentra en un restaurante de esta Gran Manzana donde trabajan nuestros protagonistas: Nina (Tammy Blanchard) como camarera y José (Edurdo Verástegui) como chef del local y hermano del dueño. Inspirada en una historia real, nos cuenta como Nina se queda embarazada sin pretenderlo; y al desequilibrio físico y emocional que eso le supone, se suma el que es despedida de su trabajo por sus repetidas ausencias. En su ayuda sale José, como un Jesucristo salvador (incluso con un parecido físico). Al principio, Nina está segura de que abortará: no se siente preparada para ser madre, ni siquiera está enamorada del hombre que la ha dejado embarazada (y que le anima a deshacerse del niño). Pero José intenta convencerla para que no lo haga y opte por la opción de la adopción (algo que la futura madre siente aún como más cruel). En el transcurso de la película descubrimos que los dos protagonistas son víctimas del lastre de sus traumas del pasado: José aún no ha logrado superar que años atrás atropelló y mató a una niña con su coche y se siente en deuda con el universo, le debe una vida; y Nina sabe bien lo que es vivir sin padres, por lo que no desea que su hijo viva algo similar, porque aún arrastra el dolor del abandono paterno. Un dilema a dos bandas, con el aborto y la adopción en el núcleo argumental.
Y a partir de ahí, José con su chaqueta blanca de chef y su poblada barba y Nina con su floreado vestido mexicano de camarera pasearán por la ciudad compartiendo diferentes experiencias e intentando ambos buscar significado para sus vidas… y salida a su soledad. Y ya al inicio, tras el encuentro con un invidente callejero podemos leer el escrito tras él en la pared con un significativo mensaje: ”Dios me cerró los ojos. Ahora puedo ver”. Porque la soledad de nuestros protagonistas es diferente. Pues Nina está sola en la ciudad, ahora con un futuro de madre soltera y sin trabajo, por lo que nos expresa sus sentimientos: “No estoy preparada. Con un hijo pierdes la libertad. Es mi decisión, ¿vale?”, "¿Por qué los niños son solo problema de las madres… Ni siquiera sé cuidar de mí, cómo voy a cuidar un niño”. Mientras que José tiene con él a su familia latina, de padre portorriqueño y madre mexicana, una familia que intenta hacerle superar la desgracia que cambió su vida. Pues descubrimos que José era el famoso jugador de fútbol, y finalmente confiesa a Nina que la muerte de aquella niña sigue atormentando su vida y su futuro, pues a él le robaron cuatro años por la condena por homicidio involuntario, pero a aquella madre la robó todo lo que tenía, su hija. Pero Nina si le dice, al conocer a su familia: “Tú eres realmente afortunado. Tienes una buena familia”.
Porque Bella es posible que no sea un gran film - pues en ocasiones más parece una telenovela (con esos dos protagonistas de gran belleza) -, pero su interés cabe encontrarlo en ese encuentro, conocimiento y apoyo emocional de dos personas en crisis que transitan en una gran ciudad. Y en el valor de su mensaje subyacente: el valor de la vida de un niño. En este caso de dos niñas, la que falleció y la que pudiera no nacer. Porque Nina le pide a José que la acompañe a la clínica donde se realizará el aborto, pero finalmente la niña fue adoptada por José, y ella descubre años después que su nombre es Bella, el nombre de esa hija que finalmente vive gracias al amor.
Por ello, desconfíen de opiniones que puedan escuchar sobre esta película sin haberla visto, porque estarán teñidas de este tipo de convicciones al ser claramente una película antiabortista y a su mensaje pro-vida y pro-familia, sin ocultar el valor de una familia religiosa (que reza antes de comer y que tienen a la Virgen de Guadalupe en su hogar). Una película sobre la que ya hablamos hace tiempo al referir otras películas que han tratado un tema tan sensible como el aborto y bajo varios enfoques. Y Bella realiza este enfoque como un bello poema de amistad y amor a una mujer y un canto a la vida y a la generosidad como forma de encontrar la paz con uno mismo.
Cabe no olvidar que toda película debiera verse en su versión original, pero en aquellas como Bella donde se mezclan los idiomas de los personajes, aún más. Y con ello podemos disfrutar también de su banda sonora, donde no faltan los ritmos rancheros – con el clásico “Currucucú Paloma…”–, de salsa o de cha cha cha.
Y si la semana pasada hablamos de la película La Bella y la Bestia , hoy hablamos de otra Bella. Y en esta película de hoy cualquier atisbo de bestia es sustituido por su mensaje pro-vida.
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