La carrera cinematográfica del director y guionista M. Night Shyamalan, norteamericano de origen indio criado en Pensilvania y graduado en Medicina (aunque decidió estudiar cinematografía en la Escuela de Arte de la Universidad de Nueva York), no deja indiferente a nadie, tiene unas señas de identidad marcadas y una trayectoria bastante peculiar.
No deja indiferente ninguna de las 13 películas dirigidas hasta ahora, obras habitualmente relacionadas con los géneros de fantasía y ciencia-ficción, y con el uso de una estrategia emocional basada en la manipulación del contenido dramático. Argumentos que van desde el moderno cuento de fantasmas (El sexto sentido, 1999) hasta la relectura contemporánea del cuento de Hansel y Gretel (La visita, 2015), pasando por el cómic de superhéroes entre el bien y el mal (El protegido, 2000), la invasión extraterrestre (Señales, 2002), la leyenda romántica americana con una Caperucita no roja, sino amarilla (El bosque, 2004), el cuento de hadas con ninfas (La joven del agua, 2006), el thriller de catástrofe post-11S (El incidente, 2008), la fantasía con avatares (Airbender: el último guerrero, 2010) o la ciencia ficción interplanetaria (After Earth, 2013), sin olvidar el terror psicológico de Split (2016) y Glass (2019).
M. Night Shyamalan logró sorprendernos en el año 1999 con la impactante El sexto sentido, gran éxito internacional de público y crítica con ese tour de forcé entre Bruce Willis y el niño Haley Joel Osment. Ya con esa película, con la que consiguió seis nominaciones a los Óscar (aunque no logró ninguna), marcó sus señas de identidad, amadas por algunos y criticada por otros: la sugestiva puesta en escena con ritmo pausado de corte casi clásico, planos fijos de larga duración, la alegoría narrativa, el tratamiento realista del terror y el suspense, sus giros inesperados, la aparición breve de Shyamalan en cada uno de sus filmes (como un Alfred Hitchcock del siglo XXI), el contar siempre con la música de James Newton Howard, y el rodar siempre en Filadelfia o en algún lugar del estado de Pensilvania.
El cine de M. Night Shyamalan se construye sobre unas sólidas bases que tienen su sentido en una estética visual y perceptiva transformada, metáforas universales que le han descubierto como uno de los cineastas más sugerentes y visionarios del último cine de Hollywood. Pero también es un autor sometido a muchas críticas, principalmente por considerar su cine como tramposo, por esa constante utilización en todas sus obras de ese giro final que obliga al espectador a replantearse todo lo visto anteriormente. Y de ahí procede su peculiar trayectoria, de más a menos. Ya hemos citado el gran número de premios que consiguió con El sexto sentido, manteniendo cierto éxito de crítica con El protegido y Señales. Tres películas que marcan su primera etapa donde la auto-revelación es la clave de las historias interiores de esos tres adultos y un niño, pues en cada una de ellas conlleva la superación del trauma personal, el restablecimiento de la comunicación y la ruptura de la realidad vicaria en que vivían. Con la realización de El bosque, La joven del agua y El incidente, Shyamalan inicia una segunda etapa donde sus reflexiones sobre la incomunicación se dirigen más allá del ámbito individual y familiar, hacia un contexto de tipo social, étnico y político relacionado con la historia reciente de Estados Unidos, su país de adopción. Y con esta segunda trilogía de películas la crítica se comienza a dividir, pero es a partir de entonces cuando ya comienza a ser nominado casi en cada película posterior a los premios Golden Raspberry Awards (popularmente conocidos como Razzies o anti-Oscars) y con el triste honor de haberlo ganado en los años 2006 y 2010.
Pero hoy vuelve a Cine y Pediatría este peculiar director y guionista. Porque M Night Shyamalan ya ha sido protagonista de este proyecto en dos ocasiones: con El protegido, un ejemplo de la presencia de la osteogénesis imperfecta en el cine, y con El bosque, ese pueblo al lado de los lobos y la fábula del miedo y el amor, y que el propio director considera su película favorita. Pero hoy regresa porque queremos analizar que la infancia ha formado parte de su filmografía, como niños y niñas como protagonistas de interés en muchos de sus guiones y en sus historias. Y he aquí algunos ejemplos:
- En 1998, la búsqueda del sentido de la vida y la muerte desde la infancia católica de Los primeros amigos: Joshua Beal (Joseph Cross), de 10 años, se hace muchas preguntas con ocasión de la muerte de su abuelo, preguntas sobre las que no obtiene respuestas convincentes, por lo que emprende su propio viaje en busca de Dios.
- En 1999, la infancia paranormal de El sexto sentido: esa especial relación entre el niño Cole y el adulto Crowe. Cole Sear (Haley Joel Osment) es un niño introvertido de 8 años que tiene problemas para relacionarse con la gente, pues considera que nadie a su alrededor podrá entender la capacidad paranormal que le permite tener contacto con gente que murió de manera trágica. Ni siquiera su madre conoce su secreto, pero la vida de Cole cambia cuando conoce al psicólogo Malcolm Crowe (Bruce Willis) quien, después de conocer su secreto, empatiza con él y le ayuda a superar sus miedos, aunque no crea de todo en las historias de fantasmas que le cuenta, pero le sugiere enfrentarse a los fantasmas ayudándolos a resolver aquello que no hicieron en vida. Al mismo tiempo, Malcolm sufre porque su matrimonio está a punto de terminar y, sin quererlo, Cole también ayuda a Malcolm a enfrentar sus problemas, pues en cada conversación que comparten lo orilla a realizar una introspección que le da la información necesaria para finalmente darse cuenta de un aterrador suceso. Frase a recordar: “Quiero decirte mi secreto ahora. En ocasiones veo muertos”.
- En 2006, esa joven ninfa que intenta devolver la esperanza al mundo en La joven del agua: esa especial relación entre Cleveland Heep, el encargado de un bloque de apartamentos, y esta ninfa (Bryce Dallas Howard) que aparece en la piscina de la urbanización. Frase a recordar: “Hubo un tiempo en el que el hombre y las criaturas del agua estaban unidos. Ellas nos inspiraban, nos hablaban del futuro. El hombre escuchaba y todo se hacía realidad, pero el hombre no sabe escuchar muy bien. La necesidad del hombre de apropiarse de todo lo llevo a alejarse tierra adentro. El mundo mágico de los que viven en los mares y el mundo de los hombres se separaron”.
- En 2013, ese joven que puede cumplir su deseo de ser un héroe interplanetario en After Earth: cuando Cypher Raige tienen un accidente con su nave espacial al atravesar un campo de asteroides en un viaje a una lejana estrella, su hijo Kitai (Jaden Smith), joven aspirante a oficial del ejército, es enviado a recorrer un largo camino lleno de peligros. Frase: “El miedo, no es real. El único lugar dónde puede existir el miedo es en nuestros pensamientos sobre el futuro. Es producto de nuestra imaginación, que hace que temamos cosas que ni existen en el presente ni a lo mejor nunca existirán. Eso casi roza la locura, Kitai. Pero no me malinterpretes. El peligro es muy real, pero el miedo, es una opción”.
- En 2015, esta historia de terror de dos hermanos en La visita: una relectura contemporánea del cuento de Hansel y Gretel en la que Becca (Olivia DeJong) y Tyler (Ed Oxenbould), dos adolescentes de 15 y 13 años - ella aficionada filmar su vida, él aficionado al rap -, van a conocer a los abuelos maternos a una retirada granja de Pensilvania con los que la madre no se habla desde hace mucho tiempo. Frase a recordar: “Aquí se va a la cama a las 9,30 hs. No salgáis de la habitación a partir de esa hora”.
- Pero sin olvidar a los dos hijos del ex sacerdote episcopal, Morgan (Rory Culkin) y Bo (Abigail Breslin), en Señales, o Jessa (Ashlyn Sanchez), esta niña de 8 años que queda al cargo Elliot y Alma en la huida del supuesto ataque bioterrorista de una neurotoxina en el aire en El incidente.
Y así es como a la no indiferencia del cine de M. Night Shyamalan, a sus marcadas señas de identidad y a su peculiar trayectoria, hoy queremos sumar ese especial manejo de la infancia (y los niños y niñas protagonistas) en su filmografía. Allí donde en ocasiones vemos niños… He aquí algunos ejemplos…
No deja indiferente ninguna de las 13 películas dirigidas hasta ahora, obras habitualmente relacionadas con los géneros de fantasía y ciencia-ficción, y con el uso de una estrategia emocional basada en la manipulación del contenido dramático. Argumentos que van desde el moderno cuento de fantasmas (El sexto sentido, 1999) hasta la relectura contemporánea del cuento de Hansel y Gretel (La visita, 2015), pasando por el cómic de superhéroes entre el bien y el mal (El protegido, 2000), la invasión extraterrestre (Señales, 2002), la leyenda romántica americana con una Caperucita no roja, sino amarilla (El bosque, 2004), el cuento de hadas con ninfas (La joven del agua, 2006), el thriller de catástrofe post-11S (El incidente, 2008), la fantasía con avatares (Airbender: el último guerrero, 2010) o la ciencia ficción interplanetaria (After Earth, 2013), sin olvidar el terror psicológico de Split (2016) y Glass (2019).
M. Night Shyamalan logró sorprendernos en el año 1999 con la impactante El sexto sentido, gran éxito internacional de público y crítica con ese tour de forcé entre Bruce Willis y el niño Haley Joel Osment. Ya con esa película, con la que consiguió seis nominaciones a los Óscar (aunque no logró ninguna), marcó sus señas de identidad, amadas por algunos y criticada por otros: la sugestiva puesta en escena con ritmo pausado de corte casi clásico, planos fijos de larga duración, la alegoría narrativa, el tratamiento realista del terror y el suspense, sus giros inesperados, la aparición breve de Shyamalan en cada uno de sus filmes (como un Alfred Hitchcock del siglo XXI), el contar siempre con la música de James Newton Howard, y el rodar siempre en Filadelfia o en algún lugar del estado de Pensilvania.
El cine de M. Night Shyamalan se construye sobre unas sólidas bases que tienen su sentido en una estética visual y perceptiva transformada, metáforas universales que le han descubierto como uno de los cineastas más sugerentes y visionarios del último cine de Hollywood. Pero también es un autor sometido a muchas críticas, principalmente por considerar su cine como tramposo, por esa constante utilización en todas sus obras de ese giro final que obliga al espectador a replantearse todo lo visto anteriormente. Y de ahí procede su peculiar trayectoria, de más a menos. Ya hemos citado el gran número de premios que consiguió con El sexto sentido, manteniendo cierto éxito de crítica con El protegido y Señales. Tres películas que marcan su primera etapa donde la auto-revelación es la clave de las historias interiores de esos tres adultos y un niño, pues en cada una de ellas conlleva la superación del trauma personal, el restablecimiento de la comunicación y la ruptura de la realidad vicaria en que vivían. Con la realización de El bosque, La joven del agua y El incidente, Shyamalan inicia una segunda etapa donde sus reflexiones sobre la incomunicación se dirigen más allá del ámbito individual y familiar, hacia un contexto de tipo social, étnico y político relacionado con la historia reciente de Estados Unidos, su país de adopción. Y con esta segunda trilogía de películas la crítica se comienza a dividir, pero es a partir de entonces cuando ya comienza a ser nominado casi en cada película posterior a los premios Golden Raspberry Awards (popularmente conocidos como Razzies o anti-Oscars) y con el triste honor de haberlo ganado en los años 2006 y 2010.
Pero hoy vuelve a Cine y Pediatría este peculiar director y guionista. Porque M Night Shyamalan ya ha sido protagonista de este proyecto en dos ocasiones: con El protegido, un ejemplo de la presencia de la osteogénesis imperfecta en el cine, y con El bosque, ese pueblo al lado de los lobos y la fábula del miedo y el amor, y que el propio director considera su película favorita. Pero hoy regresa porque queremos analizar que la infancia ha formado parte de su filmografía, como niños y niñas como protagonistas de interés en muchos de sus guiones y en sus historias. Y he aquí algunos ejemplos:
- En 1998, la búsqueda del sentido de la vida y la muerte desde la infancia católica de Los primeros amigos: Joshua Beal (Joseph Cross), de 10 años, se hace muchas preguntas con ocasión de la muerte de su abuelo, preguntas sobre las que no obtiene respuestas convincentes, por lo que emprende su propio viaje en busca de Dios.
- En 1999, la infancia paranormal de El sexto sentido: esa especial relación entre el niño Cole y el adulto Crowe. Cole Sear (Haley Joel Osment) es un niño introvertido de 8 años que tiene problemas para relacionarse con la gente, pues considera que nadie a su alrededor podrá entender la capacidad paranormal que le permite tener contacto con gente que murió de manera trágica. Ni siquiera su madre conoce su secreto, pero la vida de Cole cambia cuando conoce al psicólogo Malcolm Crowe (Bruce Willis) quien, después de conocer su secreto, empatiza con él y le ayuda a superar sus miedos, aunque no crea de todo en las historias de fantasmas que le cuenta, pero le sugiere enfrentarse a los fantasmas ayudándolos a resolver aquello que no hicieron en vida. Al mismo tiempo, Malcolm sufre porque su matrimonio está a punto de terminar y, sin quererlo, Cole también ayuda a Malcolm a enfrentar sus problemas, pues en cada conversación que comparten lo orilla a realizar una introspección que le da la información necesaria para finalmente darse cuenta de un aterrador suceso. Frase a recordar: “Quiero decirte mi secreto ahora. En ocasiones veo muertos”.
- En 2006, esa joven ninfa que intenta devolver la esperanza al mundo en La joven del agua: esa especial relación entre Cleveland Heep, el encargado de un bloque de apartamentos, y esta ninfa (Bryce Dallas Howard) que aparece en la piscina de la urbanización. Frase a recordar: “Hubo un tiempo en el que el hombre y las criaturas del agua estaban unidos. Ellas nos inspiraban, nos hablaban del futuro. El hombre escuchaba y todo se hacía realidad, pero el hombre no sabe escuchar muy bien. La necesidad del hombre de apropiarse de todo lo llevo a alejarse tierra adentro. El mundo mágico de los que viven en los mares y el mundo de los hombres se separaron”.
- En 2013, ese joven que puede cumplir su deseo de ser un héroe interplanetario en After Earth: cuando Cypher Raige tienen un accidente con su nave espacial al atravesar un campo de asteroides en un viaje a una lejana estrella, su hijo Kitai (Jaden Smith), joven aspirante a oficial del ejército, es enviado a recorrer un largo camino lleno de peligros. Frase: “El miedo, no es real. El único lugar dónde puede existir el miedo es en nuestros pensamientos sobre el futuro. Es producto de nuestra imaginación, que hace que temamos cosas que ni existen en el presente ni a lo mejor nunca existirán. Eso casi roza la locura, Kitai. Pero no me malinterpretes. El peligro es muy real, pero el miedo, es una opción”.
- En 2015, esta historia de terror de dos hermanos en La visita: una relectura contemporánea del cuento de Hansel y Gretel en la que Becca (Olivia DeJong) y Tyler (Ed Oxenbould), dos adolescentes de 15 y 13 años - ella aficionada filmar su vida, él aficionado al rap -, van a conocer a los abuelos maternos a una retirada granja de Pensilvania con los que la madre no se habla desde hace mucho tiempo. Frase a recordar: “Aquí se va a la cama a las 9,30 hs. No salgáis de la habitación a partir de esa hora”.
- Pero sin olvidar a los dos hijos del ex sacerdote episcopal, Morgan (Rory Culkin) y Bo (Abigail Breslin), en Señales, o Jessa (Ashlyn Sanchez), esta niña de 8 años que queda al cargo Elliot y Alma en la huida del supuesto ataque bioterrorista de una neurotoxina en el aire en El incidente.
Y así es como a la no indiferencia del cine de M. Night Shyamalan, a sus marcadas señas de identidad y a su peculiar trayectoria, hoy queremos sumar ese especial manejo de la infancia (y los niños y niñas protagonistas) en su filmografía. Allí donde en ocasiones vemos niños… He aquí algunos ejemplos…
Puedo estar equivocado porque ya hace más de 20 años que la vi y sólo una vez pero por lo que recuerdo el Sexto Sentido tiene un final muy tramposo, que no se sostiene lógicamente con el desarrollo de la película. No tiene sentido que Willis se pase toda la película sin interactuar con nadie más que el niño, que ni siquiera lo intente ni se extrañe de que los demás no interactuen con el. No es creíble que no sepa que está muerto o que, por lo menos, pasa algo muy raro. Por lo que recuerdo.
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