Blog personal, no ligado a ninguna Sociedad científica profesional. Los contenidos de este blog están especialmente destinados a profesionales sanitarios interesados en la salud infantojuvenil
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domingo, 31 de mayo de 2020
Día Mundial sin Tabaco 2020: Proteger a los jóvenes de la manipulación de la industria
sábado, 30 de mayo de 2020
Cine y Pediatría (542). “La infancia de Iván”, elegía antibélica en el alma de un monstruo
El cine en blanco y negro en Cine
y Pediatría tiene un apartado especial. Y lo tiene por una razón: porque estas
películas argumentales elegidas son joyas de séptimo arte maceradas por la
ciencia y la conciencia con dos aliados, el tiempo y la opinión de críticos y
público (no siempre coincidentes). Y hoy viene a esta página una más, desde la
Rusia en esta ocasión: La infancia de Iván (Andrei Tarkovsky, 1962).
Andrei Tarkovsky es un director
más de aquellos que odias o amas. Porque no todo el mundo aprecia sus películas
visionarias, no fáciles de dirigir quizás por su largo metraje, quizás por el
esfuerzo de reflexión al que nos somete. Pero es patente que fue un director de
grandes directores: Ingmar Bergman, su mejor alumno, le consideraba el mejor
director de todos los tiempos, y Akira Kurosawa y Roberto Rosellini le adoraban
por encima de todas las cosas. Con los espectadores ya hay controversia y la
valoración de sus obras oscila de fascinantes a insoportables. Y su legado
fueron siete largometrajes, que comenzó con nuestra obra de hoy y continuó con
Andrei Rublev (1966), Solaris (1972), El espejo (1975), Stalker (1979),
Nostalgia (1983) y Sacrificio (1986).
Y hoy en Cine y Pediatría nos
convoca el primer largometraje del joven Andréi Tarkovsky, que se había
graduado en la escuela de cine con su cortometraje de tesis El violín y
la apisonadora (1960), y que fue llamado por los estudios Mosfilm para
continuar una película cuyo primer director, Eduard Abalov, había sido
despedido. Trabajo de encargo, por lo tanto, pero que el joven director supo
convertir en propia esta obra y donde ya dejó patente su particular talento, estilo
y fuerza cinematográfica. La infancia de Iván fue todo un hito en su momento y
fue alabada por otros directores y por la crítica: por el uso imposible de la
cámara, por su esmerada fotografía rondando el expresionismo, por la poesía y
lirismo de sus imágenes, por el tratamiento sonoro, con esa música omnipresente
como tercer personaje dramático invisible. Con La infancia de Iván había nacido
un director único y las pantallas del mundo se preparaban para esa llegada: de
hecho, es la primera película en la historia del Festival de Venecia que,
siendo una ópera prima, ha ganado el León de Oro (lo hizo ex-aqueo con Crónica
familiar de Valerio Zurlini).
Basada en una novela corta de
Vladimir Bogomolov, “Ivan, a story”, la película retrata la vida de un niño
huérfano de 12 años, por nombre Iván (Nikolai Burlyayev, quien trabajara con
Tarkosvski después en Andrei Rublev), durante los días de la Segunda Guerra
Mundial tras perder a sus padres por la guerra y quien, para sobrevivir, trabaja para el ejército ruso espiando a los
alemanes. "Y yo estoy solo. Usted lo sabe. No tengo a nadie… No tengo más
amo que yo" se rebela Iván cuando le quieren internar en una escuela.
Porque hay centenares de
películas centradas en esta contienda militar, pero aquí estamos ante una de
esas películas de guerra donde los combates y maniobras militares quedan fuera
de campo y en la que lo que importa es lo que sucede en el interior de los
personajes. Y nos plantea una dualidad entre ese niño-adulto totalmente
integrado en la guerra y el mundo de sus sueños, cuatro en concreto, donde
desplegará todo el potencial poético de esta historia triste. Esa dualidad
entre los sueños de Iván de una feliz infancia pasada alrededor de su idílica
madre y la pesadilla de la cruda realidad. Una realidad plagada de frío, agua,
barro, polvo, ruinas, trincheras, disparos y bombardeos. “Dios mío, ¿cuándo terminará
todo esto?”, dice un abuelo perdido entre los escombros de lo que fue su hogar
y al que solo le resta una gallina de compañía.
Se establece una dualidad que va
a estar presente en todo el cine tarkovskyano: entre el mundo interior y el
exterior, convirtiendo al mundo interior en el más auténtico, y el exterior en
el más falso, o por lo menos el más alejado a quienes verdaderamente somos. Y
en ese camino, Tarkovsky se empeña en buscar y encontrar los pequeños destellos
de belleza sin renunciar a la crudeza de la Segunda Guerra Mundial: la icónica
escena del romance en el bosque de abedules, Iván corriendo por encima del agua,...
momentos en los que la realidad se entremezcla con lo onírico para, por un
momento, olvidarse del conflicto bélico.
Porque La infancia de Iván es muchas cosas
dentro del cine soviético de la época, y muchas cosas más dentro del cine
europeo de los años sesenta, a pesar de lo reducido de su producción y de que
no estamos ante una película gigantesca como sí lo será Andrei Rublev. Y lo es
por su fortísima singularidad narrativa, que la sitúa muy por delante de su
época y por representar el nacimiento de una mirada y un estilo muy personales,
que seguiría evolucionando en sus siguientes películas. Pero en sí misma, su
visionado es un inolvidable puñetazo en el estómago, un viaje por la locura y
el horror de la guerra, aunque los combates estén en off. Pero basta un
comentario de unos militares (“Hay que enviarle a la retaguardia. La guerra no
es cosa de niños”) o una pintada en una pared (“Somos 8 jóvenes menores de 19
años. Dentro de una hora nos llevarán a matar. Venguenos”) para saber de qué se está hablando.
Un poderoso debut que se erige en toda una
demostración de talento, vigor y sensibilidad cinematográfica. Porque el género
bélico nunca había encontrado formas tan líricas ni tan abstractas de filmar el
alma de ese monstruo. Allí donde Iván se cruza con el teniente Galtsev, con el
capitán Kholin, Gryaznov, Masha,… y donde Iván acaba siendo un monstruo
destrozado por la guerra, un niño cuya infancia ha quedado irremediablemente
perdida, devastada. Y ya no es un niño. Y menos a medida que la imágenes se
hacen más crudas a medida que avanza la película – no más crudas que la
realidad – y aparece la reflexión: “¿Será posible que esta no sea la última
guerra en la Tierra?”.
En La infancia de Iván no existe
glorificación de la actuación del ejército soviético ni calificación del
enemigo nazi, que casi ni se menciona. En todo caso la película constituye una
proclama en contra de la guerra y de los horrores que ella produce,
especialmente por convertir el alma pura de un niño en el alma de un monstruo. Una
hermosa elegía antibélica que finaliza con ese cuarto sueño onírico del juego
del escondite final en la playa frente a un árbol seco… Y The End. Diríase
Joaquín Soroya en blanco en negro. Pero estamos en el cine y hablamos de Andrei Tarkovsky.
miércoles, 27 de mayo de 2020
COVID-19: preguntas concretas, respuestas claras
martes, 26 de mayo de 2020
¿Nos hemos olvidado de los niños en los tiempos de COVID-19?
“La mayoría de los gobiernos en el mundo han cerrado de forma temporal los colegios, para controlar la pandemia COVID-19.
Estos cierres impactan en el 70% de los estudiantes en el mundo. Las escuelas se han cerrado rapidamente, pero a la hora de abrirlas, muchos países se muestran indecisos”
¿Los niños se infectan? ¿Se enferman? ¿Contagian a la gente de su entorno?
Y en España ¿hay muchos niños infectados?
¿Nos hemos olvidado de los niños?
¿Se puede hacer algo por los niños?
lunes, 25 de mayo de 2020
Adolescentes “en tierra de nadie” y sus protagonistas de cine
sábado, 23 de mayo de 2020
Cine y Pediatría (541). “A dos metros de ti”… la fibrosis quística
miércoles, 20 de mayo de 2020
Cine y Pediatría 4 de libre lectura durante el #QuedateEnCasa
lunes, 18 de mayo de 2020
Nacer en tiempos de COVID-19
Y también el Documento del Ministerio de Sanidad en relación con el Manejo de la mujer embarazada y el recién nacido en la infección por COVID-19, recientemente actualizado.
sábado, 16 de mayo de 2020
Cine y Pediatría (540). “Carmen y Lola” despiertan el tabú gitano del amor lésbico
Y esta película se publica en Cine y Pediatría como conmemoración de que mañana, 17 de mayo, se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia (en inglés, International Day Against Homophobia, Transphobia and Biphobia, IDAHOT) y ello para conmemorar la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la OMS, lo que tuvo lugar el 17 de mayo de 1990. Su objetivo principal es el de coordinar todo tipo de acciones que sirvan para denunciar la discriminación de que son objeto las personas LGTBIQ. La temática de IDAHOT 2020 será “Rompiendo el silencio”.
Porque para el "sexo sentido" hay que tener un "sexto sentido" (y más) e incorporar el amor y la compresión, y acabar con la intolerancia. Como profesionales, como padres y como ciudadanos necesitamos formación, información y tolerancia hacia las personas LGTBIQ, algo de lo que aún estamos lejos. Ya hay movimientos favorables, pero queda mucho por hacer... y este tipo de días nos lo recuerda. Y este tipo de películas como Carmen y Lola, también.
miércoles, 13 de mayo de 2020
Diseño y análisis en investigación: un libro imprescindible
- Aprender a elegir el diseño y los tipos de variables.
lunes, 11 de mayo de 2020
Tratamientos potenciales para la infección por SARS-CoV2
- A nivel diagnóstico ya hay 76 test autorizados: 65 PCR, 3 PCR rápidas, 4 test serológicos, 2 test de secuenciación de última generación y 2 test de amplificación isotérmica.
- A nivel terapéutico ya hay 58 terapias aplicadas o en ensayos clínicos: 17 para tratamiento de síntomas, 22 para la antiinflamación, 17 antivirales y 2 tratamientos preventivos.
- A nivel preventivo, 10 vacunas en ensayos clínicos y 60 candidatos preclínicos, con distintos mecanismos usados para su desarrollo.
sábado, 9 de mayo de 2020
Cine y Pediatría (539). “Heli” sobrevive al infierno del narcotráfico
Porque hoy hablamos de Amat Escalante, barcelonés de nacimiento y mexicano de elección, quien ha tomado a Guanajuato como estandarte en distintas películas. Y hoy hablamos de su película Heli con la que obtuvo el premio al Mejor director en Festival de Cannes 2013, el mismo año que la Palma de Oro fue a recaer en una película tan contundente como La vida de Adèle y usurpando ese galardón al director de ésta, Abdellatif Kechiche. Y es que si dura es La vida de Adèle, por la carnalidad del amor homosexual de sus protagonistas, dura es Heli, por la extraordinaria falta de épica con la que nos muestra el tema del narcotráfico en México.
El problema de la droga y el narcotráfico está muy extendido en el mundo, y en algunos países, como México, es una lacra. El origen del narcotráfico en México viene desde principios del siglo XX en el estado de Sinaloa; sin embargo, el detonante que contribuyó a su expansión y a la escalada de violencia que vive el país se atribuye a un arreglo implícito que existía, desde inicios de los años 80, entre traficantes de drogas y los gobiernos locales y estatales, así como a la posterior terminación de este arreglo con la guerra que el estado mexicano le declaró a los carteles desde mediados de los años 2000. Este arreglo del Gobierno con el narcotráfico consistía en permitir el libre paso de cargamentos de droga desde Sudamérica a Estados Unidos por rutas fronterizas definidas en una parte del territorio mexicano transportando estos cargamentos a cambio de grandes cantidades de dinero como soborno para las autoridades y gobernantes mexicanos. También se tenían repartidos entre los carteles, a nivel local, territorios o plazas ya definidos, los cuales se respetaron entre sí en un comienzo. Además, se toleraba la producción de cultivos ilegales en México de marihuana y amapola, cultivadas principalmente en los estados de Sinaloa, Durango, Chihuahua, Guerrero, Chiapas y Veracruz, a cambio de sobornos que variaban según el cargo de la autoridad a sobornar.
Antes de la llegada de López Obrador a la presidencia de México, los servicios de inteligencia comunicaron que operan en el país seis carteles de la droga y alrededor de 80 células criminales. Tras la captura, extradición y condena en 2018 a Joaquín “El Chapo” Guzmán, fundador del Cartel de Sinaloa, el mapa del narcotráfico en México dio un vuelco violento por la disputa de territorios: en el año 2019 se contabilizaron hasta 27.000 homicidios dolosos por este tema. Actualmente el Cartel de Jalisco Nueva Generación, dirigido por Nemesio Oseguera, “El Mencho”, es el grupo criminal con mayor presencia en territorio nacional. El Cartel del Pacífico de Sinaloa es la segunda organización criminal con más poder en México, que quedó bajo el mando de Ismael Zambada, “El Mayo” y de Aureliano Guzmán, “El Guano”, entre otros.
Y esta contextualización de un tema tan doloroso para México nos sirve para entender mejor la dura cotidianidad de la película Heli. Porque si El Bosco o Dante definieron el infierno como un rincón de padecimientos en la pintura o en la literatura, allí donde los pecadores expían su culpa, Escalante utiliza el cine para hablarnos de otro infierno mucho más terrible, por cotidiano y por su falta de ética y estética. El argumento es así de sencillo y terrible: una adolescente de 13 años, enamorada de un joven aspirante a policía, cae sin querer en un juego de traficantes y con ello se introduce en una guerra que no es la suya, y que arrastra como si lo fuera a toda su familia. Y vemos que sí, que la violencia es el infierno. Una violencia ciega y sin sentido que impresionó al jurado de Canes y que nos sigue impresionando a los espectadores. Y ello porque, además, la realidad es peor que la ficción.
Y el valor de Heli es que no es una película más sobre el régimen del terror de los narcos y su guerra contra la policía y el ejército mexicano, no cuenta historias de mafiosos, cocaína esnifada, mujeres guapas que rodean a los jefes de los carteles, coches lujosos o guerra de mafias. Heli solo es una historia de niños y jóvenes que sufren el error y el horror de que las mafias que les rodean, de sobrevivir más que vivir, de huidas hacia delante o hacia ninguna parte, de chabolas, de terror y silencio. Y el mérito de Escalante es lograr desde el primer momento hacernos prisioneros, intencionadamente, de las impactantes imágenes de su film. Y en la primera escena vemos como a primera hora de la mañana, por una carretera poco transitada, una camioneta trasporta dos cuerpos inertes y heridos escoltados por siniestros matones. El vehículo se detiene debajo de una pasarela de peatones que cruza la carretera. Los sicarios descienden rápidamente con uno de los cuerpos y lo cuelgan del puente para escarmiento y advertencia pública. Y luego entenderemos qué historia nos cuentan.
Porque tras ese prolegómeno sin medias tintas, conocemos a Heli Alberto Silva Menéndez (Armando Espitia) a través de una entrevista del catastro en la puerta de su chabola, un joven recién casado que trabaja en la cadena de una fábrica de automoción y que tiene un hijo lactante, que vive también con su padre jubilado y su hermana menor, Estela (Andrea Vergara). Estela se enamora de Beto (Eduardo Palacios), un cadete de la policía que le propone escapar para poder casarse y para ello se le ocurre sustraer dos paquetes de cocaína decomisada.
A partir de ahí, aparece una espiral de violencia que no es fácil ver: “Para que veas y cuentes lo que se hace a los ratones”, le dicen los torturadores. Y por algo así, Beto y el padre de Heli pierden la vida, Heli regresa maltrecho tras las torturas y Estela es encontrada tiempo después del secuestro con un embarazo no deseado (que el estado le prohíbe abortar) y sin emitir ningún sonido, en un estado de mutismo emocional por lo vivido y sufrido. Porque Heli era un chico noble que comenzaba a labrarse una vida, hasta que la violencia y el horror del narcotráfico golpeó su vida y la de los suyos.
Con ésta, su tercera película, Amat Escalante se ha ganado a pulso un lugar de honor en el nuevo y estimulante cine mexicano, un retrato lapidario desde un pequeño pueblo de Guanajuato (cuya población depende de la industria automovilística o de los carteles de la droga de la región), lleno de desiertos naturales y humanos en la historia, una película de vocación social que no debe pasar solo por una concatenación de planos desagradables (que los hay), sino por lo que supone una desgraciada e inevitable espiral de infelicidad y violencia.
Todo lo que contiene Heli resulta duro y de no fácil digestión, desde las insoportables torturas contempladas por niños que juegan a la videoconsola al lapidario plano final, pasando por las cabezas cortadas del telediario y que abre la película a un precipicio cíclico, donde la desdicha crea más desgracia. Y Escalante, gracias a la rotundidad de su historia y al notable estilo con el que filma la suciedad de sus fotogramas, ha conseguido sin duda una nueva victoria para el cine mexicano, pero de una realidad que la sociedad repudia y cuesta tanto solucionar. Una película, obviamente, basada en hechos reales…porque la realidad supera la ficción en este entorno. Una película que bebe de Carlos Reygadas, uno de los productores de la película.
La corrupción, la pobreza, el tráfico de drogas y especialmente la violencia que impera - no solo en México, sino en otros lugares del continente sudamericano - tiene antecedentes y culpables. Escalante no entra en ello sino que de forma aséptica nos enseña con crudeza una muestra y lo hace con una cotidianidad espantosa. La película pretende ser un reflejo del problema actual del pueblo mexicano ante los traficantes, verdadera autoridad del país. Por ello, sin ningún tipo de artificio o emoción, la película transcurre de forma extremadamente realista rechazando cualquier tipo de identificación con los personajes por parte del público que simplemente observa lo que pasa.
Y tras el desgarrador y poético final, esta película se convierte en una denuncia a esta catástrofe social y política que es la lacra del narcotráfico, y que afecta a todos, también a la infancia y la adolescencia. Y esas etapas son edades sagradas que hay que cuidar, como lo hacen cada día los miles de pediatras de México a quienes va dedicada esta película, en la figura de la Dra. Ruiz Jaramillo, quien me abrió el camino a su visionado. Vosotros, colegas, sois partes de un mundo mejor…