sábado, 16 de mayo de 2020

Cine y Pediatría (540). “Carmen y Lola” despiertan el tabú gitano del amor lésbico


Son múltiples las películas que versan sobre las personas englobadas bajo el acrónimo LGTBIQ, un acrónimo que no deja de crecer por las diferentes orientaciones sexuales e identidades de género. Dentro de este campo, el cine tiene un especial enfoque hacia la transexualidad y la homosexualidad, hasta el punto de que se valora como un género cinematográfico. Y dentro de la homosexualidad, tanto el cine gay como el cine lésbico tiene su representación. De este último versa nuestra especial película de hoy, una película española con un nombre tan español como el de Carmen y Lola, la puesta de largo como directora de Arantxa Echevarría, una película del año 2018 que trata del amor de dos jóvenes gitanas, en un valiente retrato que transita entre “romeos y julietas” y entre “montoyas y tarantos”. 

Carmen y Lola quedaría a medio camino entre dos puntales del cine lésbico: tiene la luz mediterránea y viveza de La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013), aunque carece de sus agotadoras coreografías sexuales, porque a Echevarría no le interesa tanto el sexo como lo que ocurre a continuación; y tiene el pudor de Carol (Todd Haynes, 2015) como una muestra del amor que va más allá de la epidermis y brilla en las miradas, con el carácter prohibido de su pasión en una sociedad que no lo tolera, aunque el mundo gitano esté en las antípodas del sofisticadísimo dispositivo del americano. 

Carmen y Lola no aspira medirse con estas dos obras maestras, que juegan en otra liga, pero os invito a verla y disfrutarla para comprobar como una pequeña gran película como ésta puede tardar mucho en quitarse de vuestra memoria. Porque si en la película francesa el tour de forcé es entre Adéle (Adéle Exarchopoulos) y Emma (Léa Seydoux), y en la película americana esta pulsión se establecía entre Carol (Cate Blanchett) y Therese (Rooney Mara), en esta película española conocemos a dos actrices noveles encarnando a Carmen (Rosy Rodríguez) y a Lola (Zaira Morales), ambas no profesionales y nominadas a actrices revelación en la gala de los Goya, allí donde Arantxa Echevarría obtuvo el premio a Mejor dirección novel y Carolina Yuste, en el papel de Paqui (amiga de nuestras protagonistas, y la única actriz con experiencia en todo el rodaje), obtuvo el premio a Mejor actriz de reparto. Y no fueron los únicos premios de esta película que se atreve, con la fuerza de la simplicidad, a tratar dos temas delicados tratados con luminosa delicadeza: despertar un tabú en la cultura gitana y filmar el amor lésbico de dos adolescentes

Carmen y Lola son dos jóvenes gitanas madrileñas. Carmen vive en el barrio de Vallecas, tiene 17 años y está a punto de casarse, no estudia y le gustaría montarse una peluquería; Lola vive en el barrio de Hortaleza, tiene 16 años, estudia y es la única gitana de su clase, aspira a algo más, pues es rebelde e independiente, y aunque su padre le insiste en que encuentre un buen marido gitano, ella lucha por su sueño, y en ello se rebela cuando nos dice: “Es que las gitanas, por no tener, no tenemos ni sueños”. Y un día las dos chicas coinciden vendiendo en el mercadillo, cada una en el puesto de su familia, y entablan una amistad especial. 

En el código gitano una de las peores cosas es que la comunidad llame la atención a alguien por una conducta impropia, y todo ello en un contexto aún demasiado machista. De ahí comprendemos mejor el mensaje de la madre de Carmen: “Yo te he aprendido a ser una gitana de tu casa”. Y en una cultura donde la homosexualidad es un tabú y las jóvenes están destinadas a casarse y a tener muchos hijos, esta película se adentra en los retos a los que deben enfrentarse nuestras dos jóvenes protagonistas para mantener su relación. Una relación en la que Lola sabe lo que quiere, pero donde Carmen aún no lo ha descubierto y por ello reacciona primero con el rechazo cuando percibe que Lola es diferente (“La gente como tú me da mucho asco”), luego con la duda (“¿Y tú desde cuando eres boyera? Es que eres la primera tortillera que conozco”). Pero la firmeza y fuerza de Lola la arrastra: “Yo solo sé que quiero estar contigo”, pese al rechazo de su familia (“Lola, que esto es un pecado muy grande”, le dice la madre; “Reniegas de tu padre para ciento y un año. No eres gitana. No eres nada”, le maldice el padre), y los intentos de la pastora protestante de la comunidad, quien proclama mirando al cielo: “Su conducta es anormal. Su conducta es aberrante. Te rogamos Señor, ayúdala”

Y al final de la película nuestras dos protagonistas ven el mar, tras sus cuatrocientos golpes y los que lleguen, como en su momento vio el mar en su escena final Antoine Doinel, ese adolescente alter ego del director de Los cuatrocientos golpes (Fraçois Truffaut, 1959), quizás como símbolo de libertad. Y sentimos que Carmen y Lola transmite la autenticidad de un mundo gitano, con sus ritos y creencias, y con el apretado corsé moral que se deriva de ellas. Y donde son piezas clave sus dos protagonistas, devenidas actrices ocasionales (pero ya actrices espero que para siempre) y que son el gancho de esta película que nos atrapa en sus escenas, en sus miradas y movimientos, en sus palabras y en sus silencios. 

Como nos dice su directora, Carmen y Lola es una película femenina casi cien por cien, y que comienza por el propio título, con dos nombres tan nuestros. No solo la dirección y el guion han sido obra de una mujer, el máximo protagonismo también corresponde ellas, así como en muchos otros apartados: productoras, compositora, fotógrafa, vestuario, diseño de arte, maquillaje y peluquería, etcétera. 

Es Carmen y Lola una película que no ha estado exenta de polémica entre la comunidad gitana. Pero que puedo asegurar que está realizada desde el respeto, el sentido y la sensibilidad, tanto para tratar el tema del lesbianismo como el de las costumbres de esta etnia. Y lo hace con frescura, sensualidad (y no sexualidad) y capacidad para emocionar. Una ópera prima cautivadora y desgarradora como en su momento lo fueron Solas (Benito Zambrano, 1999) o El Bola (Achero Mañas, 2000). Cine español del bueno, con la mágica solera de una principiante que acierta en su forma y su fondo.

Y esta película se publica en Cine y Pediatría como conmemoración de que mañana, 17 de mayo, se celebra el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia
(en inglés, International Day Against Homophobia, Transphobia and Biphobia, IDAHOT) y ello para conmemorar la eliminación de la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la OMS, lo que tuvo lugar el 17 de mayo de 1990. Su objetivo principal es el de coordinar todo tipo de acciones que sirvan para denunciar la discriminación de que son objeto las personas LGTBIQ. La temática de IDAHOT 2020 será “Rompiendo el silencio”.

Porque para el "sexo sentido" hay que tener un "sexto sentido" (y más) e incorporar el amor y la compresión, y acabar con la intolerancia. Como profesionales, como padres y como ciudadanos necesitamos formación, información y tolerancia hacia las personas LGTBIQ, algo de lo que aún estamos lejos. Ya hay movimientos favorables, pero queda mucho por hacer... y este tipo de días nos lo recuerda. Y este tipo de películas como Carmen y Lola, también.

 

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