La Fundación Lilly se constituye en el año 2001 con el fin de fomentar la CIENCIA, contribuir a mejorar la práctica de la MEDICINA y promover los valores del HUMANISMO. En su web queda bien definida su misión:
- Contribuir a elevar el nivel de la investigación en España y fomentar la cultura científica entre los ciudadanos.
- Impulsar el desarrollo de la medicina, a través de la generación del conocimiento biomédico, su difusión, la formación de los profesionales y la educación médica.
- Promover el uso del idioma español en la transmisión del conocimiento.
- Fomentar los valores fundamentales del humanismo, tanto en la ciencia como en la medicina, e impulsar una medicina más centrada en el paciente.
Es una fundación que conozco bien, pues desde el año 2005 soy miembro del Comité Asesor Técnico y de Expertos del proyecto MEDES (MEDicina en ESpañol), uno de los varios proyectos de Fundación Lilly, por lo que doy fe de que esos objetivos son ciertos.
Como es cierto el valor de este artículo que hoy compartimos, y cuyos autores son dos buenos amigos: el Dr. José Antonio Sacristán, Director de Fundación Lilly, y el Dr. Jesús Millán, responsable de la Cátedra de Educación Médica de la Fundación Lilly-Universidad Complutense de Madrid. El título es bien significativo: “El médico frente a la COVID-19: lecciones de una pandemia”, y cuya lectura completa bien vale la pena. Lectura que se puede realizar en el enlace adjunto o en el archivo adjunto.
En el artículo se nos recuerda que, aparte de su enorme impacto sanitario y económico, la pandemia de COVID-19 ha modificado la forma de practicar la medicina y la educación médica. El artículo plantea algunas reflexiones sobre cinco apartados.
1. La aparición de noticias falsas y sensacionalistas.
Ante este caos de noticias falsas y exageraciones, el médico, al igual que el resto de la población, debe estar alerta ante esta “infoxicación”, aplicando el sentido crítico y acudiendo a fuentes fiables y rigurosas. Las noticias procedentes de redes sociales, cuyo origen no está bien contrastado, son especialmente sospechosas. Por el contrario, hay razones para no desconfiar de la información que proviene de fuentes académicas, como son las revistas científicas de alto impacto, los organismos sanitarios internacionales y aquellas fuentes de noticias coordinadas por periodistas rigurosos y basadas en información elaborada por expertos.
2. Los riesgos de las tomas de decisiones no basadas en la evidencia.
Actualmente no existen evidencias sólidas sobre la eficacia de ninguno de los fármacos que se están utilizando de forma experimental para tratar a los pacientes más graves con COVID-19. Algunas de las revistas médicas más prestigiosas están criticando duramente esta especie de «manga ancha» de agencias como la FDA para autorizar fármacos sin datos suficientes.
La lección para el médico es clara. En tiempo de crisis no puede bajarse la guardia y hay que seguir practicando una Medicina basada en pruebas rigurosa. Utilizar de forma rutinaria tratamientos que no han demostrado su eficacia no parece recomendable. Puede estar justificado tomar decisiones sabiendo que el nivel de evidencia es escaso, pero nunca está justificado negar que el nivel de la evidencia disponible es bajo. Y esto es válido para todas las intervenciones sobre la COVID-19, pero especialmente frente a vacunas (pues se aplicarán sobre población sana).
3. Las implicaciones bioéticas cuando no hay recursos para todos.
Ante la posible limitación de recursos ante una amplia demanda por la pandemia, nadie duda de la importancia de ¿cómo aplicar la beneficencia, la no maleficencia, la justicia y la autonomía cuando hay que decidir a cuál de los dos pacientes que necesitan un respirador se le proporcionará? Las guías sobre bioética elaboradas por el Ministerio de Sanidad y por algunas sociedades científicas establecen unos principios generales que sirven de referencia y suelen estar de acuerdo en los aspectos mencionados anteriormente.
4. Innovación para el cambio en educación médica.
La pandemia está obligando a repensar muchos aspectos relacionados con el proceso educativo de las profesiones sanitarias. Está cambiando la forma de ensenar, de aprender y comunicarse con los alumnos. Podemos pensar que el gran cambio es el tecnológico, pero esa es tan solo una de las muchas transformaciones necesarias para ir transitando hacia el nuevo modelo.
5. Ser médico en época de pandemia.
Muy pocas veces la historia pone a prueba a los profesionales sanitarios como lo está haciendo estos días. Pero es en circunstancias como las actuales cuando probablemente brota con más fuerza la vocación, cuando mayor es el orgullo de dedicar la vida a servir y ayudar a los demás. La población salió cada día a aplaudir a los profesionales sanitarios y dice que son héroes. Pero ellos repiten que no quieren ser héroes. Solo quieren hacer su trabajo de la mejor forma posible, con unos medios adecuados y un reconocimiento de su labor que se refleje también en mejores condiciones laborales y no solo en elogios.
Son muchas las lecciones que el estudiante de medicina puede aprender de esta pandemia. Y también los docentes. Y los los grandes médicos del último siglo, Gregorio Marañón o Carlos Jiménez Díaz en España, o William Osler, considerado el padre de la medicina moderna, siempre combinaron los mejor de la ciencia como lo mejor de la humanización. Y momentos como la pandemia actual sirven para que salga lo mejor de cada uno. Porque es tiempo de redescubrir lo que el médico siempre ha sabido pero que, en esta época de pandemia y en palabras del propio Osler, suena de forma diferente: «Vuestro deber es el más sagrado. Pertenecéis al gran ejército de trabajadores callados, esparcidos por el mundo, cuyos miembros no disputan ni gritan, ni se oyen sus voces en las calles, sino que ejercen el ministerio del consuelo entre la tristeza, la necesidad y la enfermedad».
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