sábado, 17 de abril de 2021

Cine y Pediatría (588). Sin palabras alrededor de la maternidad con “Baby”

 

El séptimo arte siempre ha disfrutado (y sufrido) con los directores considerados como “enfant terrible” en las filmografías de su país. Es decir, aquellos directores que no han tenido tapujos para contar historias, autores explícitos, polémicos y controvertidos. Algunos clásicos como Pier Paolo Pasolini, Stanley Kubrick, Bernardo Bertolucci, Lars von Trier, Quentin Tarantino, Gaspar Noe, Larry Clark.  o Gus Van Sant. Pero también en Cine y Pediatría hemos comentado algunos jóvenes “enfant terrible” como el canadiense Xavier Dolan, la suiza Ursula Meier, el estadounidense Todd Solondz o la francesa Céline Sciamma.  

Pero en este listado no podemos olvidar al español Juanma Bajo Ulloa, un director de corta filmografía y que desaparece y aparece como los ojos del Guadiana, pero que no pasa desapercibido. Ya en los inicios de nuestro proyecto hablamos específicamente de su inquietante visión de la infancia, con sus dos primeras películas que tienen en común ser dos cuentos infantiles algo siniestros y barrocos, con dos niñas como protagonistas y la fuerza expresiva de sus imágenes. En 1983 fundó la productora Gasteizko Zinema; en 1991 hipotecó su casa para producir su primer largometraje (Alas de mariposa) y, con los ingresos de ésta, hizo su segundo largo (La madre muerta), dos años después.

Alas de mariposa recrea el simbolismo ambivalente de la figura de la madre: la que da la vida y, a la vez, transmite la muerte. La madre que ha sido hija, y la hija que se convierte en madre. Fábula sobre la infancia, los celos y el enfrentamiento familiar con esa mirada de Ami, una niña Laura Vaquero con unos ojos de una profundidad pocas veces superada en nuestro cine. La madre muerta nos narra la historia de Leire (Ana Álvarez), una adolescente deficiente mental con rasgos autistas, sin expresividad tras ser testigo en su niñez del asesinato de su madre y su posterior relación con este asesino. 

Realmente el mayor éxito cinematográfico de Juanma Bajo Ulloa fue Airbag (1997), una violenta y alocada road movie. Desde entonces, su eco ha sido escaso y errático. Y en el año 2020 reaparece el Juanma Bajo Ulloa más oscuro y experimental, y lo hace con nuestra película de hoy: Baby, una propuesta radical y arriesgada absolutamente atípica para los acomodaticios tiempos que corren en el mundo del cine. Porque Baby se convierte en un cuento de hadas del siglo XXI sin palabras, solo con el poder de la imagen y la música

Las imágenes que acompañan a los créditos iniciales de Baby ya nos marca que nos enfrentamos a una película ni fácil ni convencional. Porque entramos en el mundo que ya conocimos en los inicios de Juanma Bajo Ulloa, pero con una vuelta de tuerca. Una joven drogadicta embarazada (Rosie Day) quien, tras dar a luz, desatiende los cuidados de su bebé debido a su enfermiza adicción, heroína y alcohol. Un lactante con sorprendentes ojos azules como sus muñecas, su llanto inconsolable y un chupete especial. Una abuela (Charo López) que intenta cuidarlos, pero que escribe un número de teléfono en el dorso de la mano de su hija. Una matrona (Harriet Sansom Harris) que se dedica al tráfico de bebés en los escenarios de Vitoria-Gasteiz y que convive con una chica albina (Natalia Tena) y una niña coja con peluca (Mafalda Carbonell) en una casa misteriosa invadida por la naturaleza. Arrepentida, la joven tratará de recuperar a su hijo. 

Ulloa intenta asombrar con una puesta en escena arrebatadora que juega al contraste entre la enorme crudeza y crueldad de la historia y la bellísima y maravillosa fotografía de imágenes reales y oníricas de Josep M. Civit, así como una buena banda sonora (con la elección de la inolvidable canción “Riverman” de Nick Drake) alrededor del sonido de la naturaleza o el llanto del bebé. En el camino, arañas, fresas, escarabajos, bosques, cuervos, ríos, mariposas, mar, caballos, nubes, cigüeñas, cielo, ratones, muñecas de peluche, un calendario y una cuna-nido. El cuento macabro se apodera de la pantalla y comienzan a aparecer extraños personajes propios de un universo onírico lleno de simbología y metáforas. No todas resultarán entendibles, pero conforman un atrapante viaje iniciático que el propio director describe como doloroso viaje del temor hacia el amor. Porque la historia principal gira en torno al tema de la creación y la maternidad, algo que siempre ha estado presente en el cine del director. 

Al final el grito desgarrador de la madre que se lleva a su hijo, ahora negro. Y mientras los buitres atacan a una presa muerta, ella cabalga con su hijo en brazos sobre un caballo blanco. Porque hay que interpretar esta historia como un cuento gótico que refleja una evidente crítica hacia la gestación subrogada, pero que intenta ir más allá en sus planteamientos y nos deja sin palabras alrededor de la maternidad. Los personajes son elementos de la naturaleza que se relacionan entre sí como si fueran del mundo animal omnipresente. Las reflexiones sobre la naturaleza humana se superponen a la propia naturaleza como entorno, formando un único organismo que se comunica con el espectador. Maternidad alrededor de la vida y la muerte, de la creación de vida y su autodestrucción. Donde la ruptura del vínculo maternofilial se reivindica con el derecho a las segundas oportunidades para enmendar errores, para recuperar un espacio en la sociedad y para amar. 

Ha regresado la inquietante visión de la infancia de Juanma Bajo Ulloa. Ahora también la inquietante visión de la maternidad. Porque Baby no es una película sencilla de ver, que a buen seguro tendrá opiniones polarizadas y no dejará indiferente. Y donde todas sus protagonistas son femeninas… como la Madre Tierra.

 

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