sábado, 24 de julio de 2021

Cine y Pediatría (602) “La guerra de papá“ es la guerra de todos

 

Es Miguel Delibes un vallisoletano universal, considerado como uno de los grandes escritores españoles del siglo XX, quien dedicó gran parte de su vida a una obra cimentada en la España de la posguerra para concienciar al mundo de las consecuencias del consumismo y la supresión de ciertos valores éticos universales. El pasado 17 de octubre de 2020 conmemoramos el primer centenario de su nacimiento y todos celebramos su gran fecundidad, tanto en hijos naturales como en hijos literarios. Porque su extensa obra literaria abarca relatos, libros de viaje, libros de caza, ensayos y artículos, pero sobre todo novelas, desde su brillante debut con “La sombra del ciprés es alargada” (1948, Premio Nadal) hasta “El hereje” (1998, Premio Nacional de Literatura). 

Un autor que ha sido muy versionado en la gran y pequeña pantalla. En la televisión se adaptó En una noche así (Cayetano Luca de Tena, 1968), La mortaja (Juan Antonio Páramo, 1974) y El camino (Josefina Molina, 1978); además, Delibes redactó el guión de dos documentales para Televisión Española: Tierras de Valladolid y Valladolid y Castilla. Pero es en el cine donde sus obras sirven como guión de nueve películas, por este orden: El camino (Ana Mariscal, 1963), basado en la obra homónima y que es como la fusión de la serie de televisión previa; Retrato de familia (Antonio Giménez-Rico, 1976), fundamentada en “Mi idolatrado hijo Sisí”; La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), según la obra “El príncipe destronado”; Los santos inocentes (Mario Camus, 1984), de la obra literaria homónima y uno de sus mayores éxitos; El disputado voto del señor Cayo (Antonio Giménez-Rico, 1986), El tesoro (Antonio Mercero, 1988), La sombra del ciprés es alargada (Luis Alcoriza, 1990) y Las ratas (Antonio Giménez-Rico, 1997), todas ellas derivadas de sus novelas homónimas; y, finalmente, Una pareja perfecta (Rafael Bertriú, 1998), según la obra “Diario de un jubilado”. 

Y hoy llega a Cine y Pediatría La guerra de papá, dirigida por Antonio Mercero, quien tuviera en la televisión su mejor escaparate como director: para este medio nos impactó con la película La cabina (1972) y nos entusiasmo con sus series Crónicas de un pueblo (1971-74), Verano azul (1981-82) y Farmacia de guardia (1991-95), entre otras. Con Verano azul demostró su afinidad por dirigir niños, lo cual había sido precedido por el encuentro con ese pequeño actor de ojos azules y rizos rubios llamado Lolo García, protagonista de dos éxitos de taquilla como La guerra de papá (1977) y Tobi (1978), y más adelante con el encuentro con Juan José Ballesta en Planta 4ª (2003). 

Es La guerra de papá una película casi teatral (cuyo guión fue adaptado por Horacio Valcárcel, un habitual en la cinematografía de José Luis Garci, pero también de Antonio Mercero) que acaece en un día y prácticamente en el entorno de la casa de una familia numerosa de clase media-alta española de la década de los sesenta - cuando aún la democracia no había llegado a España -, una película aparentemente sencilla e infantil, pero con un mensaje profundo y contundente. Los títulos de créditos iniciales se nos presentan con dibujos infantiles. Y todo comienza en un día cualquier del año 1964, cuando el pequeño Quico (Lolo García), un angelical niño de 3 años, se despierta dando su grito de guerra matinal: “Ya me he despertaoooooooo!”. A partir de ahí conocemos a su entorno familiar, con dos asistentas internas, Vito (Verónica Forqué) y Domi (Rosario García Alonso), sus otros cinco hermanos (su papel de príncipe de la casa fue usurpado hace 8 meses tras el nacimiento de su hermana pequeña, motivo de su celotipia y vocabulario actual: “Mierda, cagao, culo”) y unos padres (Teresa Gimpera y Héctor Alterio) de cuya especial relación descubriremos la esencia del mensaje de esta obra. A su alrededor otros personajes interpretados por todo un elenco de nuestra cinematografía: María Isbert, Chus Lampreave, Queta Claver, Tito Valverde, Vicente Parra. 

La película nos devuelve la esencia de aquellos tiempos en que la infancia convivía entre Chupa Chups y Ducados, donde se fumaba en casa y en la consulta del médico, donde se recetaba Calcio 20 o inyecciones intramusculares a la infancia, habiendo sobrevivido a ello nuestro metabolismo y nuestro nervio ciático. Y todo ello bajo la música de Juanito Valderrama, Lucho Gatica o el twist de la época; y bajo la atenta mirada de Quico, quien en su tierna infancia su imaginación y sus dudas rondan alrededor del cielo y el infierno, la vida y la muerte, los ángeles y demonios; o también en cuestiones más banales como las que realiza a su padre: (“¿Tú tienes pito?”) o las que escucha de sus hermanos (“El fraile dice que comer con la izquierda es pecado”). 

Una película que tiene en la parte central una escena clave: la comida familiar, tras la llegada del padre del trabajo. Allí se genera una especial tensión cuando uno de los hijos dice: “Papá, cuéntanos cosas de la guerra”. Y el padre responde: “En la guerra solo hay dos preocupaciones: matar y que no te maten”, lo que nos introduce en lo que subyace de fondo. Ese choque entre la educación familiar de un padre machista y belicoso, situado en el bando de los que han ganado la Guerra Civil, y una madre subyugada y que quiere pasar página. Pero lo cierto es que sus hijos pequeños juegan en casa con armas de juguete (y alguna real que aún conserva el padre) y a la pregunta de Quico: “¿Es la conquista del Oeste?”, su hermano mayor le contesta: “No, es la guerra de papá… Y te tienes que morir. Tengo que matar más de cien malos como papá”

Y la guerra pasada (Guerra Civil) y la actual (Guerra de África) sobrevuela buena parte de de ese día de travesuras y ocurrencias de Quico en su familia. Porque La guerra de papá es en realidad la guerra de sus padres, de sus hermanos mayores y de la imaginación de los hermanos pequeños. Y al acabar el día y acostar a Quico, éste pregunta: “Mamá, ¿yo también iré a la guerra de papá?". Y ella le contesta: “No hijo, espero que no. Aquí hay muchos que quieren que esta guerra siga. En realidad terminó hace mucho. Ya no habrá más guerra de papá”. Curioso (y lastimoso) que esta frase emitida hace casi medio siglo aún pueda ser válida en nuestros días. 

Y con la escena final del sueño de Quico finaliza un día y una película que nos enseña tanto bajo la mirada azul de nuestro pequeño protagonista. Y fue tal el éxito de esta película, que Antonio Mercero contó de nuevo con Lolo García un año después para interpretar la película Tobi, la extraña historia de un niño al que le salían alas. Y el pequeño Lolo García, como le pasan a muchas jóvenes estrellas, apenas realizó algunas apariciones esporádicas en el cine más para retirarse de este medio en la adolescencia. 

Y considero que esta historia pueda tener un título más acertado en la película que en la novela. Porque La guerra de papá no solo nos habla del síndrome del príncipe destronado en la familia, sino que considero que su mensaje principal es una alegato a la conciencia de que cualquier guerra es la guerra de todos. Y todos tenemos alguna responsabilidad también de sus precuelas y  secuelas.

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