Audrey Hepburn fue un icono en el cine, de forma que la estilizada figura de esta actriz británica (aunque nacida en Bruselas) resulta inolvidable en sus papeles de Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), Sabrina (Billy Wilder, 1954), Historia de una monja (Fred Zinnemann, 1959), Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) o My Fair Lady (George Cukor, 1964), por citar alguna de sus decenas de papeles. De forma que está considerada por el American Film Institute como la tercera mayor leyenda femenina del cine estadounidense (por detrás de Katharine Hepburn y Bette Davis; decir que en las leyendas masculinas este ranking es liderado por Humphret Bogart, Cary Grant y James Stewart).
Y como siempre ocurre con los iconos, se intentan buscar sucesores, casi siempre con menos éxito del esperado.
Y sirva esta introducción para presentar a la que algunos consideran como la nueva Audrey Hepburn del siglo XXI: la también británica (y nacida en Londres), Carey Mulligan. Y no solo porque hace más de una década se hablara de ella para interpretar el papel de Eliza Doolitle en una nueva versión cinematográfica del musical My Fair Lady (que nunca tuvo lugar), sino por su parecido físico (misma estatura y similar estilizada figura), su filantropía (ambas muy concienciadas por causas sociales) y, especialmente, por sus dotes interpretativas. Porque Carey Mulligan es una buena actriz y baste recordar sus papeles en Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), Shame (Steve McQuee, 2011) o El gran Gatsby (Baz Luhrmann, 2013); o también en dos películas que ya forman parte de Cine y Pediatría, como han sido El mejor (Shana Feste, 2009) o Lo que arde con el fuego (Paul Dano, 2018). Y esta joven actriz (que aún representa más joven por su físico y facciones) ya ha sido nominada en dos ocasiones para el Óscar a mejor actriz, recientemente por Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020) y en sus inicios por An Education (Lone Scherfig, 2009).
Y precisamente hoy nos centraremos en An Education, película traducida en Hispanoamérica como Enseñanza de vida, pues nuestra joven adolescente aprende una importante lección tras su elección de vida, donde los libros y las clases quedan relegados a un segundo plano. En su estreno esta película resultó una agradable sorpresa, pero Carey Mulligan no logró la preciada estatuilla, que fue a parar para Sandra Bullock por The Blind Side/Un sueño posible (John Lee Hancock, 2009), pero donde también competía Gabourey Sidibe por su impactante papel en Precious (Lee Daniels, 2009).
El guión de An Education es del exitoso Nick Hornby (guionista en Alta fidelidad o Un niño grande), que se basó en un artículo de la periodista Lynn Barber, quien relataba experiencias personales y que es objeto luego ya de un libro entero, “An Education”. Y la dirección corre a cargo de la directora danesa Lone Scherfig, antaño adscrita al movimiento Dogma 95 al filmar Italiano para principiantes (2000) y que, tras regalarnos obras tan especiales y trasgresoras como Wilbur se quiere suicidar (2002) y Como en casa (2007), regresa a un cine convencional que es en su simplicidad donde reside su hermosura y su solidez.
El libro, la historia y la película giran en torno a Jenny (Carey Mulligan), adolescente londinense de 16 años a principios de los 60, estudiante que toca el violonchelo en una orquesta, a la que le gusta la cultura francesa y hablar en francés. Sus padres quieren que vaya a Oxford para que pueda tener una buena carrera y solucionar su futuro. Y en ese momento aparece David (Peter Sarsgaard), un tipo seductor de 35 años, que la corteja con cenas elegantes, clubs y viajes con sus amigos Danny (Dominic Cooper) y Helen (Rosamund Pike), tan divertidos como superficiales, tan ricos como faltos de cultura. Así las cosas, las convicciones de Jenny se tambalean y se verá obligada a elegir entre seguir con David y su ajetreada vida (un mundo más allá de los libros de latín y clases de violonchelo) o bien ir a la universidad: de hecho, quería estudiar Literatura en Oxford, ciudad en cuyos pubs aún firmaban en esa época sus libros C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien. Pero finalmente, Jenny no descubrirá la Tierra de Narnia ni la Tierra Media, sino una tierra quizá insospechadamente más peligrosa, la que David llama como “la universidad de la vida”.
Porque David la seduce con la palabra (“No es extraordinario ver a una joven con ganas de aprender. Presiento que tengo muchas cosas que enseñarte”), con algunos lujos impensables para una adolescente (como ese viaje a Paris, que es motivo de eco en su instituto, pues aunque sea con vistas a Montmartre, perder la virginidad a los 17 años no es demasiado romántico), y también seduce a sus padres (quienes incluso llegan a decir a su hija que es mejor que se case y la mantengan, a que sea independiente y labre su propio futuro). Y es aquí donde aparece su profesora Miss Stubbs (Olivia Williams), quien la intentar redirigir sin éxito, pues Jenny no la entiende y por ello le dice “Siento que pienses que esté muerta”; y también la propia directora del instituto (Emma Thompson): “Sepa que nadie hace nada que valga la pena sin un título”. Pero Jenny sigue convencida de ese nuevo camino hacia la vida lujosa y divertida que David le agasaja (que procede de extraños negocios de compra-venta), y llega a decir a sus educadoras: “Ya no basta con que nos cultiven, tiene que decirnos por qué lo hacen… Tal vez alguna persona le pregunte para qué sirve todo esto algún día”.
Pero las apariencias engañan. Y más cuando descubre que David está casado y con un hijo, y que lo que ha hecho con ella no es la primera vez que lo hace, según le confiesa su propia mujer. Y entonces se convierte en esa joven embaucada por alguien que no era quien parecía ser, y por ello dice: “Me siento vieja, pero no muy sabia”. El arrepentimiento no le sirve para ser readmitida en su instituto, pero consigue por libre su plaza en Oxford. Y renace como su frase final: “Me muero por conocer París. Como si nunca hubiera estado allí”. Y todo ello mientras suena “Smoke Without Fire” de la también británica Duffy en los títulos de créditos y recordamos los muchos cigarrillos ya consumidos de nuestra protagonista.
Y es así como An Education nos muestra la enseñanza de la vida de una joven enamorada de Francia y lo que representa, una joven lolita estudiante en la flor de la vida que aprende una difícil lección fuera de los libros. Y ello con una espléndida Carey Mulligan, a la que le vale ser una gran actriz, independientemente de que se la compare o no como la nueva Audrey Hepburn.
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