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sábado, 2 de octubre de 2021

Cine y Pediatría (612): “Sweat”, el sudor de la influente


La Fundación del Español Urgente (en su acrónimo Fundéu) es una fundación creada en 2005 fruto del acuerdo y participación equitativa en su constitución de la Agencia EFE y del banco BBVA, cuyo objetivo es velar por el buen uso del idioma español en los medios de comunicación, en especial los informativos, y cuenta con el asesoramiento de la Real Academia Española (RAE). De hecho, en 2020, la RAE y la Agencia EFE firmaron un acuerdo para relanzar la fundación con el nombre oficial FundéuRAE. 

Y desde el año 2013 la FundéuRAE elige su palabra del año. La primera de ellas fue “escrache”, y la siguieron “selfi” (2014), “refugiado” (2015), “populismo” (2016), “aporofobia” (2017), “microplástico” (2018), “emojis“ (2019) y “confinamiento” (2020). Y muchas otras han quedado como finalistas, como “influencer”, anglicismo que en español equivale a influente (mejor que influyente) y que ronda ya en nuestras vidas y forma de hablar (y actuar). Y de la cara y la cruz de un “influencer” o influente versa nuestra película de hoy, una película polaca incómoda dirigida por un sueco: Sweat (Magnus von Horn, 2020). 

Sweat acompaña durante tres días a Sylwia (Magdalena Kolésnick, omnipresente en la película, y una actriz a tener muy en cuenta), una bella joven de penetrantes ojos azules que se ha convertido en una celebridad en redes sociales por sus motivadoras clases de “fitness”, y es seguida por cientos de miles de “followers” en sus vídeos virales deportivos y de su vida privada. Por ello es toda una “influencer” de fama nacional. Y entre estos tres anglicismos (y muchos otros) nuestra protagonista intenta buscar una intimidad verdadera que no tiene en su vida. Porque el acoso de sus seguidores y fans, así como la presión de sus patrocinadores, minan poco a poco su vida y su felicidad. Aunque sigue con sus “selfies” y su promoción de productos: “Amores, ahora voy a compartir con vosotros mi receta de los viernes”. 

La primera escena, dirigiendo una clase masiva de fitness en un gran centro comercial al ritmo de la música (con ese aprecio al grupo Roxette y sus éxitos “The Look” o “Spendig My Time”), nos pone en la pista de que su vida es tan visible como expuesta: “Hola amores, ¿habéis entrenado hoy?”. Y una confesión con una antigua compañera de colegio nos lo deja claro: “Algunas veces tengo ganas de dejar definitivamente mi trabajo. Si se me ocurriera borrar mi cuenta de Instagram, nadie me echaría de menos. Estoy segura. Bastaría con un clic y toda mi historia se acabaría. Así de sencillo”. Soltera y sin pareja, vive en un apartamento lujoso con su fiel perro Jackson, y un día llega a grabarse un vídeo expresando sus sentimientos y ya se sabe que toda debilidad emocional es carne de cañón para convertirse en un fenómeno viral. Pero Sylwia se ha convertido en sí como un producto de marketing, y en ese mundo no caben las fisuras emocionales. 

La comida familiar en la fiesta de cumpleaños de su madre no mejora su estado de ánimo. Porque aunque todos disfrutan (o no tanto, porque no todos entienden su oficio) de su portada y reportaje en la revista Women´s Health y de sus vídeos de entrenamiento en la televisión, no resulta comprendida cuando intenta explicar el lado oscuro de su profesión y la amenaza actual de un acusador. De hecho, la experiencia en la noche previa a su deseada entrevista en la televisión resulta tan traumática como para que se derrumbe en directo: “Estoy cansada de fingir ser mejor de lo que puedo ser”. Pero logra finalizar con el ejercicio de fitness que tenía previsto y un primer plano del bello rostro que captura su angustia existencial en los momentos de mayor vulnerabilidad: “Amores, os doy las gracias y que tengáis un buen día”. 

Porque Sweat radiografía las secuelas de la sobrexposición mediática y los efectos del abuso tecnológico sobre la mente humana. Y su director se propone abordar sin prejuicios una temática ya tan universal como polémica: el de los influentes y esa difícil frontera entre realidad y postureo. Una vida enganchada al móvil donde muestra no solo sus ejercicios físicos, sino tareas más cotidianas como prepararse un zumo energético o abrir regalos de sus patrocinadores. Porque el mismo Mangus von Horn nos dice: “El fenómeno de los infuencers y su efecto en el resto del mundo es un tema socialmente muy provocador. Los amas o los odias, todo el mundo tiene su propia opinión y se les considera superficiales. No obstante, no dejan de ser personas con un trabajo”. Así lo quiere reflejar con la historia de Sylwia en Sweat, ese sudor de su profesión, tanto por el ejercicio físico del “fitness” como por los avatares psicológicos del “influencer”. Un peculiar acercamiento al mundo de internet y de las redes sociales. 

Como peculiar es cómo se llega a ser “influencer” e influenciar con tanta fuerza sobre sus numerosísimos seguidores. He aquí un top ten en España, principalmente mujeres jóvenes (lean e intenten entenderlo): Ester Expósito, Aida Domenech (más conocida como Dulceida), Paula Gonu, María Pombo, Alexandra Pereira (más conocida como Lovely Pepa), Georgina Rodríguez, Laura Escanes, Sara Escudero, Jessica Goicoechea o Patricia Jordán, entre muchos otras (y algún otro chico como el Rubius o Pelayo Díaz). 

Porque ya se sabe que las redes sociales nos acercan a los que están lejos, pero nos pueden separar de los que están cerca. Y hacer un correcto uso, evitando el mal uso y el abuso, no siempre es tarea fácil.

 

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