Acaba de celebrarse el primer Día del Cine Español para reconocer el "peso, la importancia y el motor" que representa la industria cinematográfica para el país. Y se ha elegido el 6 de octubre para esta efeméride, fecha escogida porque coincide con la del final del rodaje de Esa pareja feliz (1953), película dirigida y guionizada por Luis García Berlanga y Juan Antonio Bardem, y protagonizada por Fernando Fernán Gómez. Por tanto, 2021 es el primer año que se celebra, sabiendo que este año se conmemoran, además, los centenarios del nacimiento de Luis García Berlanga y Fernando Fernán Gómez, y el 150 aniversario del nacimiento del turolense Segundo de Chomón.
Y desde Cine y Pediatría son ya más de 80 las películas revisadas de nuestra cinematografía, y basta algunos ejemplos (dos por década) para constatar que nuestra filmografía tiene pasado, presente y futuro: Marcelino, pan y vino (Ladislao Vajda, 1955), Los chicos (Marco Ferreri, 1959), La gran familia (Fernando Palacios, 1962), Del rosa al amarillo (Manuel Summers, 1963), El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), Mater amatísima (José Antonio Salgot, 1980), Maravillas (Manuel Gutiérrez Aragón, 1980), Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997), Barrio (Fernando León de Aranoa, 1998), El Bola (Achero Mañas 2000), Los otros (Alejandro Amenábar, 2001), Vivir es fácil con los ojos cerrados (David Trueba, 2013), Verano 1993 (Carla Simón, 2017), Las niñas (Pilar Palomero, 2020) o Adú (Salvador Calvo, 2020). Una selección en las que son todas las que están, pero no están todas las que son películas de interés.
Y en este contexto hoy recordamos a uno de los directores más prolijos en España, el maño Carlos Saura con más de una cincuentena de películas en su haber y una gran diversidad de géneros. Algunas ya hemos revisado, como fueron su opera prima en el largo, Los golfos (1959) y su incursión al cine quinqui con Deprisa, deprisa (1981). Pero hoy queremos recordar al Saura más intimista, aquel que rememora la infancia a través de los ojos de sus niñas y niños protagonistas. Y curiosamente ambas obras tienen en su título referencia a aves: Cría cuervos (1976) y Pajarico (1997).
Cría Cuervos es la primera película con guión en solitario y dirección de Saura, que se estrenó apenas unos meses después de la muerte de Franco, y que es una alegoría y radiografía de un régimen en crisis a través de los recuerdos de infancia de nuestra protagonista. La película comienza con fotos de infancia y música nostálgica, lo que marca la importancia de los dos protagonistas de esta obra: Ana y la música.
La película se centra en Ana (Ana Torrent), una niña de 9 años que es criada junto a sus dos hermanas con suma austeridad por su tía (Mónica Randall) con la ayuda de una sirvienta (Florinda Chico), mientras recuerda a su también fallecida madre (Geraldine Chaplin) y se siente responsable de la muerte de su padre, militar de oficio (Héctor Alterio). En la narración, que se aprovecha de una cuidada fotografía de Teo Escamilla, aparecen paralelismos y simbolismos de carácter político en una época muy convulsa para el cine y la vida en España. Allí donde las niñas oyen los consejos de esa particular criada: “Todos los hombres son iguales. Todos. Ya te darás cuenta. Tu padre sin ir más lejos. Le gustaban las faldas un horror… Ya lo creo, tenía las manos muy largas. Menudo era tu padre, si yo te contara”. Allí donde Ana y sus hermanas juegan a muchas cosas, también a imitar las disputas de sus padres, mientras bailan al son de la canción de Jeanette (escrita por José Luis Perales) “Porque te vas”, verdadero leitmotiv, pues suena en tres escenas y al final del film. Y junto a esta icónica canción, también otras dos sobresalen: “Canción y Danzas N. 6” de Frederic Mompou al inicio, y “¡Ay, Maricruz!” de Imperio Argentina, en esa escena en que a la abuela se le iluminan los ojos y la sonrisa al ver sus fotos de juventud y familia, y a la que Ana le pregunta: “¿Tú también quieres morir?”.
Saura realiza un interesante y a ratos hipnótico análisis de la muerte desde la perspectiva infantil, beneficiándose de la sobrecogedora mirada de Ana Torrent, como años antes lo hiciera Víctor Erice en El espíritu de la colmena (1973) y años después fuera Jaime de Armiñán en El Nido (1980) Y al final, Ana adulta, quien ha rememorado esos momentos de su infancia dos décadas antes, nos dice: “No entiendo cómo hay personas que dicen que la infancia es la etapa más feliz de sus vidas. En todo caso, la mía no lo fue. Y por eso no creo en el paraíso infantil, ni en la inocencia, ni en la bondad natural de los niños. Yo recuerdo mi infancia como un periodo largo, interminable, triste, donde el miedo lo llenaba todo. Miedo a lo desconocido. Hay cosas que no puedo olvidar. Parece mentira que haya recuerdos que tengan tanta, tanta fuerza. Tanta fuerza”.
Pajarico es un homenaje a la infancia murciana de Saura. No es autobiográfica, pero se basa en sus recuerdos y en esa sensualidad que rodea el Mediterráneo. Aquí el epicentro es Manu (Alejandro Martínez), un niño de 10 años cuyos padres se encuentran en proceso de divorcio en Madrid, y al que mandan tres semanas con su familia paterna a Murcia. Allí vivirá cada semana con uno de sus tíos, pues todos ellos viven el mismo edificio de la Plaza Cardenal Belluga, al pie de la catedral: la primera semana con sus tíos Juan y Marisa, y sus tres primas, Sofía, Amalia y Fuensanta (Dafne Fernández), con la que vive un romance de verano; la segunda semana con sus tíos Fernando y Beatriz, dueños de una confitería y sin hijos; y la tercera con sus tíos Emilio y Margarita, quienes viven con sus dos hijos y la tía soltera Margarita (Eulalia Ramón, esposa del propio Carlos Saura). Y cada uno de sus tíos tiene una historia especial.
Tío Juan (Manuel Banderas) es modisto y aficionado a la pintura y al cante, lisonjero, vivaz y alegre: “Ni al sol ni a la muerte se puede mirar de frente”. Su hija Fuensanta, nombre murciano por demás, tiene visiones y premoniciones, y en la escena de la terraza con las sábanas colgadas y las horas tañendo en la torre de la catedral le dice a Manu: “Este es mi lugar preferido. Vengo aquí a pensar”.
Tío Fernando (Eusebio Lázaro) es pastelero de profesión y violoncelista en tiempo libre, homosexual oculto entre sacos de harina, un ser excéntrico en busca del éxtasis, romántico con tendencia suicida. Y así le ofrece a Manu algunos consejos: “Los genios no existen. Se hacen a base de horas de trabajo y sumisión… Porque a mí lo que más me gusta es divagar”, “La carne es débil, amado sobrino. Ten cuidado con las mujeres, ellas tienen la sabiduría y la fuerza”.
Tío Emilio (Juan Luis Galiardo) es médico oftalmólogo con aficiones a la iridología, de temperamento irascible y con una mujer religiosa que tiene visiones con la Virgen, aunque le aseguran que sus ausencias son epilépticas. Y aficionado a las reflexiones: “La curiosidad es la madre de la ciencia” o “Vivimos de la apariencia, de reflejos y de ilusiones”.
Y entre todos ellos, el abuelo (interpretado por un murciano de pura cepa como Paco Rabal), quien, por su progresiva demencia, habla con un lenguaje especial que solo Fuensanta entiende. Él llama Pajarico solitario a Manu y le regala suculentos pensamientos: “Este siglo va a acabar muy mal”, “Todos guardamos un secreto del que nos avergonzamos”, “Si respiras bien y no sientes dolor, es que ya estás en el cielo”, o sus últimas frases sentado frente al Mar Menor: “Qué hermosa es la vida. Qué hermoso es el mar. Qué bien se está cuando se está bien”.
Y al final, las lágrimas de Manu y Fuensanta cuando acuden los padres de Manu al entierro y llega el momento de separarse. Y todo ello bajo la nostálgica banda sonora de Alejandro Massó.
Porque hoy, con el recuerdo de Carlos Saura y estas dos entrañables películas que son sus aves de infancia, nos unimos al homenaje al cine español.
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