Blog personal, no ligado a ninguna Sociedad científica profesional. Los contenidos de este blog están especialmente destinados a profesionales sanitarios interesados en la salud infantojuvenil
El Congreso Nacional de Estudiantes de Medicina (CNEM) que organiza todos los años los alumnos de la Facultad de Medicina de la Universidad Miguel Hernández se ha convertido, por su calidad y pervivencia, en el congreso más sólido y conocido de estas características en España. Y da buena muestra de ello el que este año se haya celebrado ya la XXXIX edición nacional y la XVII internacional, con una gran acogida.
He tenido la ocasión de ser invitado como ponente en varias ocasiones, la última hace 5 años con el tema “Transexualidad, un abordaje entre la ciencia y la conciencia”. Y en este año con el tema “Los avances que el siglo XXI nos ha aportado al abordaje de la salud desde el inicio de la vida” y que ha supuesto un acto de reflexión no fácil para intentar sintetizar los avances principales en la Pediatría en las dos últimas décadas.
Para ello dividí la exposición en cuatro apartados, los dos primeros introductorios y los dos últimos nucleares (estos últimos fundamentados en nuestra experiencia).
I. Las diferentes “pediatrías” y los diferentes tiempos
Porque nuestra profesión es mucho más que una Medicina interna con chupete, y tal es así que la Asociación Española de Pediatría tiene reconocida 24 especialidades pediátricas, lo que hace entender que nuestra profesión venga definida como Pediatría y sus Áreas específicas. Y los pediatras, como cualquier otro profesional de la sanidad, estamos inmersos en los cambios de paradigma en el paso del siglo XX al siglo XXI.
II. Gestionar en busca de la (H)excelencia
Una excelencia con “h” de hospital y de humanización. Y la humanización en el siglo XXI es epicentro, con el conocimiento y el compromiso, en los cimientos de un hospital global que avanza hacia una pediatría centrada en el paciente (y su familia).
Y se proponen seis claves (que suman y se complementan) para gestionar la (H)excelencia.
III. Los avances en CIENCIA pediátrica
Un recorrido reflexivo sobre 12(+1) especialidades pediátricas y los principales avances que se han considerado más relevantes en las dos últimas décadas, según sus propios especialistas. De ellas, 12 están comprendidas en nuestro Servicio de Pediatría, y la última corresponde a otro servicio, el de Cirugía Pediátrica, muy vinculado al nuestro.
IV. Los avances en CONCIENCIA pediátrica
Porque si la ciencia (y la tecnología) hizo avanzar la Medicina en el siglo XX, la conciencia (y la humanización) cimentará la Medicina en el siglo XXI. Porque debe ser un objetivo primordial de nuestros días crear hospitales pediátricos con programas específicos para hacer más agradable su estancia y con ambientes adaptados a su edad y a su imaginación. Y es por ello que exponemos nuestros 12(+1) en busca de la (H)excelencia, la humanización y arteterapia en nuestro Servicio de Pediatría que se han desarrollado en los últimos siete años.
Y, en este sentido, también exponemos algunas experiencias personales de ese viaje de la Pediatría “líquida” con profesionales “sólidos” con ese valor que da el buen uso (evitando el mal uso y abuso) de las tecnologías de información y comunicación (con el poder de internet y las redes sociales).
Una ponencia (y reflexión) para dar la bienvenida a la Pediatría, entre la ciencia y la conciencia. Porque en el siglo XXI se debe demandar un avance conjunto en ambos campos.
Pocos protagonistas del séptimo arte pueden presumir de atesorar un adjetivo. En concreto un adjetivo que describe un universo estético, social y político que ha impregnado a toda una nación desde hace seis décadas, un adjetivo que marca la tensión entre el hombre moderno y los rudimentos del pasado, y que incluye los sueños eróticos y el machismo caricaturesco. El adjetivo es “felliniano” y está claro que se deriva del apellido del Mago de Rímini, Federico Fellini.
Fellini nació en 1920 - acabamos de celebrar su primer centenario - en esta pequeña ciudad de la costa adriática de tejados rojos y estanqueras voluptuosas, la que fuera un enjambre de recuerdos mágicos e inconexos que logró recopilar en algunas de sus películas, recuerdos de su Rímini del alma: desde Amarcord (1973) a La Strada (1954), pasando por Los inútiles (1953). Pero cierto es que Roma fue el lugar que esculpió a un chico que llegó con 18 años buscando fortuna como viñetista y dibujante. Y, aunque la verdadera patria de Fellini jamás tuvo fronteras, tuvo entre las paredes de Cinecittà - ese melancólico Hollywood italiano levantado por Mussolini - su epicentro, allí donde construyó la mayoría de sus ensoñaciones y obsesiones y hasta donde se instaló su capilla ardiente. Toda su vida giró en torno a esos estudios donde el director que retrató como nadie la Italia de la posguerra y fue responsable del arte de lo grotesco en el Neorrealismo italiano. Y allí se rodaron Las noches de Cabiria (1958), La Dolce Vita (1960), Ocho y medio (1963), pero también algunos de los últimos filmes, como Y la nave va (1983) y Ginger y Fred (1986).
Ganó cinco Óscar: en 1993 fue galardonado con un Óscar honorífico por su carrera, pero previamente recibió otros cuatro a la mejor película extranjera - de hecho, un hito que solo ha conseguido otro director italiano como Vittorio De Sica -: La Strada, Las noches de Cabiria, Ocho y medio y Amarcord. Y precisamente esta última es la película que nos convoca en Cine y Pediatría, su particular manera de recrear los recuerdos de su infancia y así recordar su big bang estético que revientan las costuras del diccionario con su adjetivo “felliniano”.
Amarcord, una de sus películas más queridas y recordadas, quizás la más personal, aunque a Fellini le incomodara que se dijera que es autobiográfica. En realidad, el material original de Amarcord procede de un texto que Fellini escribió en 1966, durante una larga convalecencia: “La mia Rimini”. Son, por tanto, recuerdos de la infancia y adolescencia de Fellini, mitificados o transfigurados por la memoria. Lo cierto es que el guion, escrito por el propio Fellini y Tonino Guerra, es una sucesión de episodios que ocurren en un pequeño pueblo costero del norte de Italia a lo largo de un año entero, desde que llegan los vilanos en primavera hasta que se repite ese mismo fenómeno un año después. Un microcosmos que podría haber sido el de cualquier pueblo del norte de la Italia fascista de los años treinta.
Y la música de Nino Rota (cuya partitura quedará para siempre en la memoria) nos introduce a ese especial microcosmos, el que nos regala Federico Fellini. Suenan las campanas y lo niños cantan “La primavera ha aparecido, el invierno ya se ha ido”. Y a partir de ahí van apareciendo el cortejo recurrente de personajes: la familia de sainete del matrimonio Aurelio (Armando Brancia) y Miranda (Pupella Maggio), con sus dos hijos (entre ellos Titta), el abuelo libidinoso (Giuseppe Ianigro) y el tío fascista que vive del cuento (Nando Orfei); pero también la Gradisca, la peluquera de cuyo trasero andan enamorados todos los adolescentes, la prostituta demente Volpina (Josiane Tanzilli), la voluptuosa estanquera (Maria Antonietta Beluzzi), la monja enana, el cura, el espontáneo narrador o esos cinco adolescentes que nos acompañan durante toda la historia. Entre todos ellos, especial atención pone el director en el adolescente Titta Biondi (Bruno Zanin) y la Gradisca (Magali Noël). Y, aunque se rodaron algunos exteriores en Anzio y en la propia Rímini, casi todo lo que se ve en escena fue construido en un enorme decorado, en el Estudio 5 de Cinecittà.
Y a lo largo de un año transcurren las estaciones y las escenas míticas, que parten con esa fiesta nocturna de la primavera y que continúan con otras que, de solo recordarlas, se nos dibuja una sonrisa. Porque hay muchas imágenes de esta película que forman ya parte de la memoria colectiva:
- Las escenas de las escuela y la presentación de los diferentes maestros (de religión, de lengua, de matemáticas, de historia o de literatura, a cada cual más peculiar) y también los alumnos, que no le van a la zaga a los anteriores en rareza.
- Las escenas de la familia de Titta alrededor de la mesa, donde el padre enfurruñado grita: “Por la virgen santa. Se levanta uno a las cuatro de la mañana, trabaja todo el día como un burro y viene uno a casa a comerse un pedazo de pan, y no se encuentra uno más que caras largas”.
- La confesión de los adolescentes, y la pregunta del cura: “¿Cometes actos impuros, te tocas? Sabes que San Luis llora cuando te tocas”.
- La llegada del Duche y el saludo fascista de todo el pueblo que le vitorea a toda marcha. Y esa “Internacional” que suena en la torre de la iglesia.
- Las escenas del Gran Hotel y esos recuerdos de las Mil y una noches, al son de “La cucaracha”.
- La salida al campo de la familia con el tío Teo, al que buscan en el psiquiátrico para pasar el domingo con él, y con el que se suceden las anécdotas, como cuando se orina encima (y el abuelo dice: ”El padre de mi padre solía decir: para conservarse sano hay que mear más que los perros. Era un filósofo. Gracias a eso vivió 108 años”), o cuando se sube al árbol y grita durante horas esa frase inolvidable: “¡Quiero una mujer!”. Y cuando la monja enana logra convencerle para bajar del árbol, uno de los enfermeros dice esa máxima: ”Qué le vamos a hacer. Unos días está normal y otros no, como todos nosotros”.
- La escena en la playa y esos barcos y barcas que parten a altamar para esperar allí la noche y ver surcar el mar al Gran Rex, el buque trasatlántico más grande del régimen fascista.
- La mítica escena del adolescente Titta (posible alter ego del director) con la voluptuosa estanquera, de lo que le queda un cigarrillo de regalo y casi una enfermedad.
- Y muchas más (la escena de la niebla, las carreras de coches de las Mil Millas, la gran nevada o la muerte de Miranda, la madre de Titta), hasta llegar a la boda de Grandisca (“Nuestra Grandisca se va. Y se va porque ha encontrado a su Gary Cooper”). Y a medida que todos se van del convite de boda en medio del campo, sobrevuelan de nuevo los vilanos.
El título ha sido uno de los aspectos más debatidos de esta película: ¿qué significa Amarcord? Al parecer, es un neologismo del propio Fellini, pero que procede de la contracción de “A m’acord”, que es la forma en que se pronuncia “Io mi ricordo” (“me acuerdo”) en la región de Emilia‑Romagna. Y es así que durante dos horas de metraje acompañamos a este sueño peculiar de Feliini en el que todos recordamos… esos momentos inolvidables de nuestra infancia.
Y para ello, Fellini colabora con alguno de los más prestigiosos profesionales del cine italiano, colaboradores habituales como Tonino Guerra, poeta y uno de los grandes guionistas del cine italiano, Giuseppe Rotunno, como director de fotografía, Danilo Donati, como diseñador de vestuario, y con el compositor Nino Rota, cuya música es puro leitmotiv.
La colaboración Nino Rota–Federico Fellini precisa un especial apartado, pues supuso una de las más notables entre compositor y director recordadas en el séptimo arte. Porque la banda sonora de Amarcord supone la colaboración número 14 de Nino Rota, de las 16 que compuso para Federico Fellini. Se trata tal vez de su obra más conocida y más inspirada, donde fluye bajo las notas de una música popular, nostálgica, pero a la vez grotesca, ingeniosamente compuesta y con ese particular sello Rota que, tras su muerte, nadie supo imprimir. Y es que el tema principal de esta banda sonora se repita hasta una docena de veces en el filme, no apoyando ni subrayando las imágenes de Fellini, sino dándoles vida, calor y esa fuerza, sin la cual Amarcord no sería esa gran película que es. La perfecta comunión de imágenes y sonido, de cine y música.
Porque, al final, Amarcord es una película sobre la memoria, sobre lo que hay de universal en lo particular, sobre cómo los recuerdos personales de un solo individuo pueden convertirse en universales y cómo la infancia nos acompaña toda la vida. Se trata, al cabo, de un ciclo, de la vida de un lugar a lo largo de cuatro estaciones. Nada más y nada menos que una gran película de Fellini y una magnífica partitura de Rota para la vida.
El Mundo está viviendo una situación insólita con la pandemia por COVID-19, que se desarrolla en tiempo real en cada ciudad y en cada país: algo insólito cuando la “infodemia” se suma a la epidemia. Países sometidos a cuarentenas y confinamientos durante el año 2020 por las escalofriantes cifras sobre contagiados, enfermos y fallecidos, y desde el inicio de este año 2021 inmersos en una carrera sin precedentes por la vacunación frente al SARS-CoV-2. Unas cifras que quedan desactualizadas desde el momento que se publican, pero que en noviembre de 2021 alcanzan un total de 248 millones de infectados en el mundo (de los que quedan activos más de 18 millones) y que han provocado más de 5 millones de fallecimientos (un 2% del total). Y en estos momentos ya se han vacunado más de 3.900 millones de personas en el mundo, es decir, la mitad de la población (si bien con una gran desigualdad entre países y continentes). Una pandemia sin precedentes donde los grandes avances de la ciencia y la organización de los sistemas sanitarios y la sociedad han vencido a las “fake news” y a las teorías conspiranoicas.
En estas circunstancias, conocer las epidemias y pandemias a lo largo de la historia de la humanidad nos dejará algunas lecciones. Así como revisar las diferencias entre la realidad y la ficción, y la visión que el séptimo arte nos ha devuelto sobre este tema. Una mirada desde la Historia, Medicina y Ciencia por una lado, y una mirada desde el Cine por otro. Y es así, que con este contexto y durante los años 2020 y 2021, he podido desarrollar tres ponencias alrededor de este tema en diferentes congresos internacionales con la Sociedad Chilena de Pediatría, con la Sociedad de Pediatría Dominicana y con la Sociedad de Pediatría de Nuevo León (México). Os dejamos esta presentación y sus principales lecciones aprendidas.
a) Lecciones aprendidas desde la Historia
• Tras revisar el “top ten” de pandemias en la Historia antes de llegar a la COVID-19, comprobamos que es un hecho que se repite en el tiempo, con cuatro claros protagonistas: al principio Yersinia pestis, y luego tres virus (viruela, gripe y coronavirus, el nuevo, el anterior y los que puedan surgir).
• En resumen, la Historia y las historias deben servir para aprender algo y no cometer los mismos errores en estos momentos tan complicados que vivimos. Dejemos que la ciencia, la medicina y la historia sean las que guíen los pasos a seguir, y que sean los científicos, médicos e historiadores los que marquen la adopción de las pautas a seguir, basadas en los datos y no en las ideologías, en la prudencia pero no el miedo. Y los que se autoproclamen como científicos, médicos e historiadores sin serlo, absténgase de opinar dogmáticamente para evitar más confusión.
b) Lecciones aprendidas desde el Cine:
• La infectología, las epidemias y pandemias son un tema recurrente en el séptimo arte. Y a la mayoría de las películas les precede una novela de éxito.
• La mayoría de las pandemias son víricas (virus de la rabia, de la gripe, varicela o no filiado) y se sitúan muchas en el primer cuarto del siglo XXI, casi como una premonición de nuestra situación actual y principalmente en tres países (Estados Unidos, Reino Unido y Corea del Sur).
• Las pandemias asolan las ciudades y, en ocasiones, transforman a las personas en zombis, vampiros o con funciones sensoriales y mentales alteradas.
• Casi todas las películas plantean un futuro desolador, caótico y con escasos motivos para la esperanza.
• De las películas analizadas, considero que seis de ellas son películas argumentales en este tema por su valor y enseñanzas alrededor de las epidemias y pandemias:
- El doctor Arrowsmith (1931)
- Philadelphia (1993)
- Estallido (1995)
- 22 ángeles (2016)
- 93 días (2016)
- … y especialmente Contagio (2011)
• La película Contagio debe prescribirse a estudiantes, sanitarios y también a la población, porque plantea los siguientes debates:
- El proceso científico para caracterizar un nuevo patógeno.
- Los mecanismos de transmisión de una pandemia.
- La ética personal y profesional ante una amenaza existencial.
- Las fortalezas y limitaciones de las respuesta de la salud pública.
- Los factores que llevan al pánico de masas y al colapso de orden social.
• La ficción del séptimo arte es como un entrenamiento sentimental en bajas dosis. Quizás un lugar para tomar conciencia, aunque no siempre el enfoque sea el adecuado.
En este viaje de Hipócrates a Hollywood (de la ciencia al arte) en el entorno de las epidemias y las pandemias, es posible adquirir algunas enseñanzas: 1) la Historia nos demuestra dos realidades pasadas de las epidemias y pandemias: su gravedad y su recurrencia en el tiempo; 2) el Cine nos revela dos supuestos futuros de las epidemias y las pandemias: su visión apocalíptica y su limitada positividad al ser reflejadas en la gran pantalla. De este modo, el cine actúa como una vacuna, pues nos expone en pequeñas dosis repetidas frente a las emociones y reflexiones que nos provocan las epidemias y pandemias; y ello con el fin de ganar en conocimiento, prudencia y resiliencia frente a esas entidades.
En julio de 2020 se constituyó el proyecto EPICO-AEP: “Estudio de las infecciones por el nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) e influencia de los factores genéticos del huésped en población pediátrica”, un registro nacional multihospitalario de pacientes pediátricos afecta dos por COVID-19 durante la epidemia en España.
En el transcurrir de este año ya son 80 hospitales (de las 17 Comunidades Autónomas de España) los representados en EPICO-AEP y que han aportado su casuística a esta cohorte pediátrica con los siguientes criterios de inclusión:
- Pacientes menores de 18 años hospitalizados
- Clínica compatible con COVID-19 más infección confirmada por SARS-CoV-2 por PCR o test antigénico rápido PanBio o MIS-C según criterios de la OMS
- Consentimiento informado por parte de sus padres o tutores.
“We aimed to identify the spectrum of disease in children with COVID-19, and the risk factors for admission in paediatric intensive care units (PICUs). We conducted a multicentre, prospective study of children with SARS-CoV-2 infection in 76 Spanish hospitals. We included children with COVID-19 or multi-infammatory syndrome (MIS-C) younger than 18 years old, attended during the frst year of the pandemic. We enrolled 1200 children. A total of 666 (55.5%) were hospitalised, and 123 (18.4%) required admission to PICU. Most frequent major clinical syndromes in the cohort were mild síndrome (including upper respiratory tract infection and fu-like syndrome, skin or mucosae problems and asymptomatic), 44.8%; bronchopulmonary syndrome (including pneumonia, bronchitis and asthma fare), 18.5%; fever without a source, 16.2%; MIS-C, 10.6%; and gastrointestinal syndrome, 10%. In hospitalised children, the proportions were 28.5%, 25.7%, 16.5%, 19.1% and 10.2%, respectively. Risk factors associated with PICU admission were age in months (OR: 1.007; 95% CI 1.004 to 1.01), MIS-C (OR: 14.4, 95% CI 8.9 to 23.8), chronic cardiac disease (OR: 4.8, 95% CI 1.8 to 13), asthma or recurrent wheezing (OR: 2.5, 95% CI 1.2 to 5.2) and after excluding MIS-C patients, moderate/severe liver disease (OR: 8.6, 95% CI 1.6 to 47.6). However, asthmatic children were admitted into the PICU due to MIS-C or pneumonia, not due to asthma fare.
Conclusion: Hospitalised children with COVID-19 usually present as one of fve major clinical phenotypes of decreasing severity. Risk factors for PICU include MIS-C, elevation of infammation biomarkers, asthma, moderate or severe live disease and cardiac disease.
What is Known: All studies suggest that children are less susceptible to serious SARS-CoV-2 infection when compared to adults. Most studies describe symptoms at presentation. However, it remains unclear how these symptoms group together into clinically identifable syndromes and the severity associated with them.
What is New: We have gathered the primary diagnoses into fve major syndromes of decreasing severity: MIS-C, bronchopulmonary syndrome, gastrointestinal syndrome, fever without a source and mild syndrome. Classifcation of the children in one of the syndromes is unique and helps to assess the risk of critical illness and to defne the spectrum of the disease instead of just describing symptoms and signs.
Solo de la suma de un gran número de pacientes recogidos en un estudio multicéntrico como el presente es posible disponer de un tamaño muestral que nos devuelve resultados válidos desde el punto de vista de la investigación y relevantes en relación a su importancia clínica.
Son muchas las películas que desde Cine y Pediatría han abordado el tema del acoso escolar (también conocido con el anglicismo bullying) y también muchas las películas que se han aproximado al mundo de la educación desde el punto de vista de un profesor coraje que quiere cambiar a sus alumnos. Pero la fusión de ambos temas es lo que nos ofrece la película estadounidense El profesor (Teacher) (Adam Dick, 2019), una buena ópera prima de su director que nos devuelve una vigorosa narrativa y una sensación de desasosiego latente que mantiene la tensión durante los 100 minutos de metraje.
Mr. James Lewis (David Dastmalchian) es un joven profesor de inglés que intuimos que lidia con sus propios fantasmas, consecuencia de las secuelas traumáticas de una niñez en la que sufrió acoso escolar y también el maltrato físico y psicológico de un padre alcohólico. El profesor vuelve a revivir en su presente cómo dos alumnos de 16 años del instituto (Daniela, una chica sudamericana, y Preston, un introvertido chico aficionado a la fotografía) son asediados, insultados y ridiculizados sin cesar. Y él se implica para que no se repita su historia, e intenta apoyarles y alejarles de los alumnos que intentan injuriarlos, pero deberá enfrentarse a un sistema educativo cobarde que prefiere mirar hacia otro lado, sin tomar medidas para prevenir estas situaciones.
El profesor de esta película utiliza la literatura shakesperiana para mostrar a sus alumnos la delgada línea que separa al héroe del villano, y como muchas veces comparten sentimientos o características. Y lo hace a través de la lectura y análisis de “El mercader de Venecia”, esa historia de Bassanio y Porcia, de Graciano y Nerissa, y especialmente la relación entre el mercader Antonio y Shylock, el usurero judío. Y esa deuda de carne que Shylock adquiere sobre Antonio si la suma de dinero no es devuelta en la fecha indicada. Y esta diferencia entre héroes y villanos tan definidos (o no) cuando el acoso escolar amenaza una clase y a sus alumnos es la cuestión central que se nos plantea, como una cuestión moral al espectador: ¿cuál es la actitud ante una denuncia desoída de acoso escolar?, ¿debemos tomarnos la justicia por nuestra mano o aguantar y seguir alimentando una cadena de violencia?
Y a lo largo de la historia, Preston sufre agresiones físicas (que incluso terminan con un ingreso hospitalario por secuelas graves) y Daniela sufre agresiones morales y ciberacoso a través de la creación de una web pornográfica, huella que en internet se hace imborrable (y que finaliza con un intento de suicidio...y casi lo consigue). “¿Me tienes miedo, verdad? Solo di que me tienes miedo y que eres un maricón de mierda y pararé”, son algunas de las humillaciones verbales que oímos. Y aunque este ascenso de la violencia es denunciado por el profesor, la dirección del centro escolar lo tapa, y los padres de Tim, el cabecilla de los acosadores, tienen una reacción muy paradójica. Y finalmente llega la solución más fácil (y la más errónea): el director del instituto opta por expulsar al profesor, para que no siga causando molestias; y el padre de Tim (Kevin Pollack) también le acosa - en una de las escenas más duras por la contención verbal de las amenazas que se oyen -, porque en el fondo los patrones se repiten.
Y es entonces cuando la estrecha frontera entre héroe y villano que nos muestra “El mercader de Venecia” aparece en su vida. Porque entonces el profesor decide actuar por su cuenta, y sus acciones entran en una espiral cada vez más complicada, donde no se sabe donde acaba el hombre justo y donde comienza el psicópata. Y se convierte en un antihéroe que intenta vengar a esos alumnos que sufren los mismos problemas que él tuvo en su infancia y así le dice al acosador cabecilla: “Entiendo que eres un mierda privilegiado y consentido que puede dejar ciego a un chico un día y al siguiente fanfarronear en internet con una chica sobre una fiesta en un yate metiéndose rayas… ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué nos lo hiciste a todos?” Y entonces Tim reconoce que su padre le maltrata para conseguir los retos académicos y en el deporte, lo que él llama “entrenamiento”. Y repite estereotipos.
Y otro giro de la historia nos aboca a un desenlace inesperado. Allí donde el padre de Tim confiesa “Tal vez no te guste, pero el miedo es la manera de obtener respeto”, y el profesor dice a su alumno: “Tim, piensa en quién podrías ser si no estuvieras criado en esta casa”. Y en ese final en otra clase vuelve a surgir la duda entre el héroe y el villano que nos dejó “El mercader de Venecia”. Porque El profesor (Teacher) nos devuelve un original guion para tratar un tema tantas veces visto y que transita desde el abuso escolar al abuso de poder.
Y hoy, 20 de noviembre, en el que celebramos la Convención de los Derechos de la Infancia, esta película es un buen homenaje. Recordamos que en 1924 tuvo lugar la Declaración de Ginebra, considerada la primera declaración sobre los derechos de los niños, en lo que era un breve texto de sólo cinco artículos, en los que se proclaman los derechos de los niños a tener una vida digna, a ser estimados, cuidados y protegidos, a ser educados. Y el 20 de noviembre de 1959 fue aprobada por la ONU la Declaración de Derechos del Niño que se basa principalmente en la defensa de los derechos de promoción (el nombre, la nacionalidad, el domicilio, la educación, la salud, el juego), los derechos de protección (contra la tortura, los maltratos, la explotación sexual y económica, los conflictos armados) y los derechos de participación (escuchar su opinión, valorar su interés). Y ni que decir tiene que el maltrato que supone el acoso en los entornos educativos atenta de forma directa contra ellos. Y no debiera de haber ninguna duda a la hora de diferenciar quiénes son los héroes y quiénes los villanos en esta lacra social.
No confundir esta película con la titulada El profesor (Detachment) (Tony Kaye, 2011), ya comentada en Cine y Pediatrí, y que es una de tantas buenas películas alrededor de la educación y de las aulas.
La SEPIH (Sociedad Española de Pediatría Interna Hospitalaria, previamente denominada como SEPHO, Sociedad Española de Pediatría Hospitalaria) es una de las sociedades de especialidad reconocida por la Asociación Española de Pediatría como la sociedad pediátrica vinculada al área específica de la Pediatría Interna Hospitalaria y tiene como principal objetivo lograr la mejor atención integral del niño hospitalizado. Se constituyó en el año 2011 y, en esta década de existencia, se han conseguido una buena cantidad de logros, tal como se puede confirmar desde su página web.
Entre sus avances cabe destacar la difusión cada vez mayor al conjunto de las provincias del país y sus numerosos hospitales, la consolidación de su congreso anual, la constitución de diferentes grupos de trabajo en la SEPIH, y las diferentes publicaciones del grupo.
Y dentro de las publicaciones cabe señalar la Revista de Pediatría Hospitalaria, como órgano de expresión de la sociedad (denominada así desde el año 2019; en los años 2017 y 2018 tuvo el nombre preliminar de Boletín), así como los protocolos SEPIH.
Los protocolos SEPIH, tal como se describe en la web, se ofrecen como una guía para asistir la práctica de los pediatras en el ámbito hospitalario - no pretenden ser consideraros como de obligado cumplimiento – y tratan de recoger aspectos teóricos relevantes y actuales a su fecha de publicación (por lo que sus contenidos han de ser revisados periódicamente).
En este momento han volcado un total de 26 protocolos, cuyo contenido se puede revisar de forma libre en este enlace.
Se tratan temas de mucho interés, desde diferentes perspectivas del ámbito asistencial de la pediatría hospitalaria. Y estos son algunos ejemplos de los protocolos publicados:
Se denomina techo de cristal a la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales y es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres.
El concepto del techo de cristal es que la mujer ve el cielo y casi lo alcanza, pero no lo puede tocar, porque hay un techo que se lo impide; se está a un paso, pero no se llega. Y este techo impide a las mujeres pasar a un nivel mayor y tiene que ver con fenómenos de las mismas empresas y con la repartición del poder. También ocurre en medicina y sanidad, de forma que, aunque se ha avanzado mucho, las mujeres ascienden hasta cierto nivel, pero los directivos, jefes de servicio o catedráticos de universidad suelen ser mayoritariamente hombres y esto tiene varias causas: 1) que la propia empresa no les da responsabilidades mayores con el pretexto de ser más emocionales, o porque tienen hijos y anteponen la familia o el matrimonio o el hogar al trabajo; 2) que la propia mujer vive con culpa porque descuida áreas como la carga de no contribuir a la estabilidad emocional de los hijos, o descuidar la pareja o, incluso, que pueda tener mayor sueldo que el marido, preocupaciones que nunca pasan por los hombres.
Y el techo de cristal también afecta a la ciencia, como se constata en los Premios Nacionales de Investigación de España, en los Premios Príncipe de Asturias de Ciencia y Tecnología o en la propia Universidad española, tal como comentamos en este mismo blog hace años.
Y aunque la especialidad de Pediatría es un área con predominio de mujeres (posiblemente a la cabeza de las especialidades médicas, con una proporción que puede superar el 75% de los equipos), el techo de cristal se mantiene. Y desde nuestro equipo de estudios cienciométricos, hemos analizado las desigualdades de género en los consejos editoriales de las revistas pediátricas indexadas en Journal Citation Report, donde se confirma todo lo anterior.
Os dejamos abajo el artículo, publicado recientemente en Pediatric Research, y aquí el resumen estructurado.
BACKGROUND: The presence of women in decision-making positions, such as on editorial committees of biomedical journals, is not the same as that of men. This paper analyzes the gender composition of editorial committees (EBMs) and editors-in-chief (ECs) positions of pediatric journals.
METHODS: The gender of EBMs and ECs of 125 journals classified in the pediatrics area of the Journal Citation Report (JCR) was analyzed. The following indicators were calculated: gender distribution of ECs and EBMs by journal, publisher, subject speciality, country, quartile of the journal in JCR and country of affiliation of the members.
RESULTS: The total number of EBMs was 4242. The distribution by sex of the ECs was 19.44% women and 80.56% men, while that of the EBMs were 33.05% women and 66.95% men. Twenty journals exhibited a greater representation of women than of men, and in four there was parity. Journals with greater participation of women specialized in nursing and physical therapy and were related to nutrition (lactation and breastfeeding).
CONCLUSIONS: Only one-fifth of ECs and one-third of EBMs are females. Women’s participation is higher in journals related to nursing, physical and occupational therapy, and nutrition. The United States has the highest number of EBMs, followed by the European Union.
Está claro que estos resultados refuerzan nuestros comentarios previos. Y al igual que la inteligencia no piensa en inglés (y deja de pensar en español), menos aún cabe pensar que estas capacidades tienen diferencias entre hombres y mujeres. Porque si solo una quinta parte de los/as directores/as editoriales de las revistas científicas pediátricas son mujeres y solo una tercera parte de los comités editoriales, esta desproporción se hace mucho mayor al ponderarlo con el número de mujeres y hombres que trabajan en la especialidad de Pediatría.
Y aunque se ha mejorado en estos aspectos, queda mucho trabajo por hacer. Y mucho techo de cristal por romper.
Es Jonah Hill un actor y comediante que podemos considerar uno de los mejores alumnos de la escuela de Judd Apatow con películas como Vírgen a los 40 (2005), Lío embarazoso (2007) o Funny People (2009). Pero cierto que se convirtió luego en uno de los más dúctiles actores de su generación con notables trabajos como Moneyball: rompiendo las reglas (Bennett Miller, 2011) o El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013), y por ambas recibió sendas nominaciones al Óscar a mejor actor de reparto. Y hoy hablamos de él, pues es el enésimo actor o actriz que da el salto a la dirección. Y su debut en esta labor demuestra una buena dosis de talento y sensibilidad para construir un típico “coming-of-age” con algunos lejanos elementos autobiográficos que transcurre en las zonas menos glamorosas de Los Ángeles a mediados de la década de 1990. Precisamente esta película lleva por título En los 90 (Jonah Hill, 2018).
Es En los 90 es un retrato de una época no tan lejana a través de los ojos de Steve (Sunny Suljic), un chico de 13 años con el que recorremos su tránsito por ese especial verano en su decadente y “hip-hopero” barrio de Los Ángeles, en un retrato más de los tortuosos caminos hacia la madurez. Vemos como su vida transcurre entre una familia peculiar (con una joven madre de juventud compleja, sin padre y con un extraño hermano mayor, tan solitario y frustrado que ha encontrado en la perversa relación de malos tratos sobre su hermano el único modo de afirmarse) y su nuevo grupo de amigos adolescentes mayores que él, amantes del skate, allí donde intuye una vía de escape hacia el exterior, algo nuevo y excitante.
Y esa pandilla de cuatro skaters, ”Molamazo”, “Parvulito”, Ray y Ruben, acogen al joven Stevi, al que apodan como “Gamba” y lo acogen como a su mascota. Y para facilitar esa acogida, Stevi compra a su hermano un viejo monopatín y ensaya para parecerse a ellos. Y baste esta conversación inicial con Ruben, el segundo más joven del grupo, quien le suelta esta perorata a sus 15 años: “Dar las gracias es de maricones. Te tomarán por gay. Más vale que me hagas caso, porque yo soy chungo y tú eres un crío. Tienes que respetarme. Yo fumo, patino y follo con tías. Molo que te cagas. Disfruto de la vida. Tú solo tienes un skate ochentero con un dinosaurio Un dinosaurio fosforito que grita “cowabunga”. Pareces retrasado. Tienes que conseguir uno nuevo”. Y así lo hace, y junto a ellos ejercita esos movimientos de este particular deporte: ollie, shove-it, frontside, backside, kickflip, heelflip, caballerial, bigspin, bigflip, etc. Todo muy yanqui, hasta el lenguaje. Pero con esta pandilla también se inicia en el consumo del tabaco, de la bebida y de otras drogas (comparten entre ellos las pastillas de metilfenidato que recetan a “Molamazo” por su trastorno de déficit de atención e hiperactividad), así como sus primeros escarceos con el otro sexo. Y cuando regresa a casas de sus correrías, Stevi intenta disimular y se lava el sudor, se pone spray antimosquitos y detergente en la boca para no oler a humo o alcohol.
Y así pasan los días de ese verano. Con conversaciones de este calado sobre su futuro y tránsito: “Mis padres están cabreados por mis notas. Dos semanas sin coche. Son unos gilipollas. Ni que de repente tuviera que entrar en Harvard o algo así. Mis padres fueron a la universidad. Yo paso. Su vida y la mía son distintas… Quiero patinar, divertirme, ir de fiestas. No sé, vivir la vida. Todo eso de esforzarme y tal…me parece una chorrada. Intento no tomarte esto muy en serio”. Y el camino que toma ahora no mejora su situación, y mantiene los conflictos con su madre, que solo quiere protegerle de las malas compañías (quizás la que ella misma viviera en su momento).
Sí es cierto que Ray mantiene un cierto grado de cordura, y así le habla a Stevi , al que va cogiendo cariño: “Solemos pensar que nuestra vida es lo peor. Pero yo creo que si pudieras ver cómo vive la gente, no cambiarías tu vida por las suyas. Mira Parvulito. Es una de las personas más pobres que conozco. Y no pretendo hacer una broma con esto, pero apenas puede comprase calcetines. La madre de Ruben se pone ciega y le da por pegarle a él y a su hermana. ¿Por qué crees que nunca quiere irse a casa? Molamazo es mi mejor amigo. Antes dormíamos en su casa o en la mía muchas veces y no hacíamos más que soñar con el skate, con lo que queríamos llegar a hacer patinando. Y me da la sensación de que a él se le está yendo la olla. Ahora lo que le interesa saber es dónde hay alguna fiesta. Dónde puede colocarse, emborracharse,…Es triste”. Pero eso no le frena en este viaje algo destructivo que ha iniciado en donde aprieta el acelerador para crecer mucho más rápido de lo que debería.
Y para contarnos este tema tan recurrente de la narrativa universal, ese paso casi mítico de niño a proyecto de adulto - con las dudas que nos deja la adolescencia, también una fabulosa época de descubrimientos -, Jonah Hill muestra hechuras de buen director, y apuesta por la sencillez, por un retorno a las formas del cine independiente que, precisamente, hicieron furor durante la década retratada. Y algunas escenas adquieren un especial valor emocional como la conversación de los dos hermanos mientras juegan a la videoconsola, la escena de su primer encuentro íntimo con una chica, o la escena del hospital tras el accidente de coche. Y ese final de vídeo casero grabado por “Parvulito”, quien sueña con ser director (quién sabe si su alter ego) y nos concentra los recuerdos de ese verano de skate en los 90, donde quedó alguna conexión.
Una película que no es perfecta, pero es honesta. Y aunque les une el barrio y el skate, no es una película de “skaters”, pues la patineta es la excusa, pero no llegan al punto de Los amos de Dogtown (Catherine Hardwicke, 2005), Paranoid Park (Gus van Sant, 2007) o Skate Kitchen (Crystal Moselle, 2018), ni tampoco a la transgresión de Kids(Larry Clark, 1995), también de esa década.
Una película abonada a una buena selección musical de temas, que van de Seal a The Misfits, de Nirvana a The Mamas and the Papas, pero que es especialmente lírico cuando Stevie y su mentor Ray descienden en patineta las empinadas calles de Los Ángeles mientras suenan de fondo los tristes acordes de “We'll Let You Know” y la voz de Morrissey.
Y así, En los 90 es también la enésima película englobada bajo el anglicismo “coming of age”, tan habitual en Cine y Pediatría. Y aunque he hecho la consulta a mi buen amigo Fernando Navarro, amante y sabio de las lenguas y su traducción, para buscarle una traducción al castellano y evitar ese palabro, las posibilidades ("película de transición a la vida adulta", "película iniciática" o "película de maduración") no dejan mucho lugar para que cunda el término y desplace al terrible anglicismo. Y algo parecido le ocurre al germanismo “bildungsroman”, con su traducción a “novela de aprendizaje”. En fin, cosas del lenguaje, del cine, de la novela y de ese camino que transita de la infancia a la vida adulta con epicentro en la adolescencia.
El asma es una de las principales enfermedades crónicas de la infancia, por su elevada prevalencia y por su coste sociosanitario. De ahí la importancia de actualizar las guías y consensos. Es así como en enero de 2021 ya comentamos en este blog el Consenso REGAP (red español de grupos de Asma en pediatría). Y en Anales de Pediatría se acaba de publicar la síntesis de este consenso en un artículo especial, y que os adjuntamos debajo para su lectura.
Este artículo es un resumen de la guía de consenso alcanzada por 6 sociedades pediátricas relacionadas con el asma y avalada por la Asociación Española de Pediatría, en donde cabe destacar los siguientes puntos:
- El asma es fácilmente identificable por criterios clínicos en la mayoría de los pacientes. La espirometría y otras pruebas son de gran ayuda, especialmente en los casos atípicos.
- La crisis de asma es una manifestación frecuente de la enfermedad y debe ser identificada y tratada con prontitud.
-Cuando los síntomas de asma son frecuentes y afectan a la calidad de vida es preciso instaurar un tratamiento de mantenimiento para conseguir el control de la enfermedad. Los glucocorticoides inhalados a dosis bajas son eficaces y seguros para su uso prolongado.
- La educación del paciente con asma es esencial para obtener un buen control.
- El principal motivo de mal control del asma es el incumplimiento del tratamiento, ya sea por su administración errática e insuficiente, o por la mala técnica de administración de los fármacos inhalados.
- Si no se obtiene el control pese a un tratamiento adecuado es preciso reconsiderar el diagnóstico, así como los factores o comorbilidades que dificultan el control. Se pueden añadir otros fármacos para evitar las dosis altas de los glucocorticoides inhalados, principalmente el montelukast o los agonistas β2 adrenérgicos de acción prolongada.
- El asma grave o de difícil control, que no responde a las medidas habituales, debe ser atendida en unidades especializadas.
Que los pediatras somos un género especial de especialistas médicos, no es ninguna novedad. Y no porque seamos muchos, sino porque somos muy inquietos. Y son muchos los ejemplos que he vivido y compartido en este sentido. Y hoy os presento un ejemplo más.
Procede de dos pediatras de atención primaria de Madrid: las doctoras Soledad Montoro y Rosa Pavo. A la primera no tengo el placer de conocerla, pero con Rosa llevamos varios años compartiendo trabajo y amistad en la plataforma de formación Continuum, pues contamos con ella para las secciones Herramientas para consulta, Biblioteca y el nuevo proyecto, Preparo Mi Rotación Por.
Pues bien, estas dos pediatras han decidido ampliar los muros de sus consultas y abrirse a las ondas. Y qué mejor forma que a través de un proyecto con un título tan original como “Miel y Limón. Pediatras al micro”. Y a través de él desean compartir información interesante sobre la salud de los más pequeños y de los adolescentes. Ellas intentan dar respuesta a las preguntas más frecuentes que puedan plantearse en el centro de salud.
Es “Miel y Limón. Pediatras al micro” un reto divulgador que se puede escuchar desde diferentes plataformas: iVoox, Spotify, Youtube, Spreaker, Google Podcast y Apple Podcast.
Y en este enlace ya podéis encontrar los seis podcast ya realizados, con diferentes colaboradores:
- Capítulo 1: La vacuna frente a la COVID: embarazadas y adolescentes (con el Dr. Ángel Hernández Merino, pediatra, director de la Revista Pediatría de Atención Primaria y asesor interno del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría)
- Capítulo 2: Vacuna frente a la COVID en menores de 12 años (con el Dr. Manuel Gijón Mediavilla, pediatra del Servicio de Pediatría y Unidad Pediátrica de Investigación y Ensayos Clínicos del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid)
- Capítulo 3: Alimentación complementaria y BLW (con la Dra. Marta Germán Díaz, . pediatra responsable de Nutrición del Servicio de Pediatría. Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid)
- Capítulo 4: De fiebre y otras fobias (con el Dr. Roi Piñeiro, jefe de Servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba)
- Capítulo 5: Recién nacidos (como padres y madres) (con la Dra. Carlota Abad Casas, pediatra)
- Capítulo 6: Bronquiolitis (con el Dr. David Andina, pediatra del Servicio de Urgencias. Hospital Niño Jesús de Madrid).
Y esto solo es el principio. Pues el formato y contenido augura un amplio recorrido. ¡Enhorabuena por un nuevo proyecto que aún los dos principales verbos del siglo XXI: sumar y compartir!
Os dejamos el enlace a la web donde las autoras los explican mejor.
“De acuerdo, prestad atención. Ya es hora de empezar. Veréis, esta mañana me he puesto a pensar. He pensado en cómo… como era tener vuestra edad. En cómo venía a rezar como si estuviera obligado a hacerlo. No lo entendía igual que ahora. Y se me ocurrió que debía contaros un secreto. ¿Sabemos qué hacemos cada domingo en la Iglesia nosotros, los adultos? Intentamos deshacer las cosas que hicimos cuando teníamos vuestra edad. Pensad en ello, sois el futuro. Y estáis en la edad en la que sois muy vulnerables al mal. Y cuando digo mal, hablo en serio. Puede que ahora no lo veáis, ni mañana tampoco. Pero lo que parece divertido es vuestro enemigo. Y ese enemigo está apretando la soga que lleváis alrededor del cuello. Mientras experimentáis con ese yugo como si fuera un juguete y pensáis «Por una vez no pasada nada, solo un poquito más» ¡Zas! Ya os ha atrapado”. Esta es la charla que da un pastor a unos adolescentes en su catequesis al inicio de esta película que se desarrolla a principios de los años 90 y cuenta la imprevista experiencia de Cameron, una adolescente de 12 años que, tras el baile de graduación, es descubierta en actitud de intimidad con otra chica. Y sin dilación la película nos muestra cómo esta chica es enviada a un centro en Montana llamado La promesa de Dios, y allí, en medio de la naturaleza y junto a otros jóvenes, poder recibir una terapia de reconversión sexual. En otras palabras, considerar su lesbianismo como una enfermedad.
Nos encontramos ante la película La (des)educación de Cameron Post (Desiree Akhavan, 2018), donde esta directora estadounidense de origen persa (y activista LGTBI) acepta el reto de llevar a la pantalla la novela “The Miseducation of Cameron Post” de Emily M. Danforth, publicada en el año 2012. Sí es cierto que la novela profundiza más en los prolegómenos de nuestra protagonista, Cameron (Chloë Grace Moretz), quien perdió a ambos padres en un accidente de tráfico y vive con una conservadora tía. De hecho, toda su vida familiar y escolar queda mínimamente trazada para centrar enseguida su entrada en La promesa de Dios, allí donde se intenta curar a chicos y chicas de su homosexualidad.
Lo mejor de esta película es, sin duda, su protagonista, la veterana actriz – a pesar de su juventud - Chloë Grace Moretz y ello porque desde niña se ha enfrentado a la cámara dejándonos una apreciable filmografía en series y películas. Y eso lo confirma que ya en Cine y Pediatría nos ha dejado tres obras tan interesantes como diferentes: La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011), Carrie (Kimberly Peirce, 2013) y Brain on Fire (Gerard Barrett, 2016). Ya intuíamos a una joven gran actriz, pero la contención actoral de La (des)educación de Cameron Post lo confirma. Y aquí aporta a su personaje una inusual madurez, esa que a veces la vida exige antes de tiempo a esta adolescente (cabe decir que Chloe Grace Moretz tenía 21 años cuando interpretó este papel, aunque su cara infantil sugiere menor edad). Sabemos que la verdadera identidad de Cameron está salvaguardad por su nivel de aceptación y autoconocimiento y eso entronca con la mirada compasiva con que la directora retrata a los personajes y describe esa experiencia contra natura. De hecho, de la experiencia inversiva de ese internado se destaca la complicidad la protagonista con otros jóvenes en la misma situación de ella, especialmente con Jane (Sasha Lane), la chica de la pierna ortopédica, y Adam (Forrest Goodluck), el chico de ascendencia india. Y tampoco dibuja a los educadores como seres retorcidos o malvados, lo que sugiere que todo es más amable que en otras películas con similar temática. Si bien sí se juega con una perversa reformulación lingüística y a los pacientes se les llama “discípulos”, a la inapropiada reconversión sexual, “reajuste” y a la homosexualidad, “confusión de género” o “SSA-Same Sex Attraction”.
Porque la película se centra en mostrarnos las señas de identidad de estos centros de reorientación sexual, como la moralidad cristiana como arma salvadora, la eliminación de cualquier atisbo de individualismo, el control de la comunicación con el exterior, la insistente búsqueda de culpabilizar a los padres o a traumas no resueltos (que tienen que dibujar en ese esquema de iceberg). Y esa hermética doctora Lidia Marsh (Jennifer Ehle) que les dice: “La homosexualidad no existe. Solo existe la batalla contra el pecado que libramos…El pecado es pecado. Y tú te enfrentas al de la atracción hacia tu mismo sexo. El primer paso sería que dejases de considerarte homosexual… Deberías considerarte cristiana”. Pero la presión a la que son sometidos los internos a veces también viene de la propia familia, como esa carta de un padre: “Rechazo tu petición de volver a casa al acabar el semestre. Aún eres muy afeminado, y esa es una debilidad que no acepto en mi hogar”.
Simbólicamente queman los dibujos de sus dibujos de icebergs en el momento que deciden escapar juntos Cameron, Jane y Adam. Y con la imagen de ellos tres en la parte posterior de una furgoneta termina una nueva película para la reflexión. Posiblemente una película que solo escoge la esencia de la novela, pero quizás esa esencia es suficiente, o al menos así lo debieron interpretar los jurados que la galardonaron como Mejor película en el Festival de Sundance y también con la Espiga de Plata del Festival de Valladolid.
Ni que decir tiene que esta película tiene una profunda relación con Plegarias para Bobby (Russell Mucahy, 2009) y con Identidad borrada (Joel Edgerton, 2018). Y al igual que nuestra película de hoy, estas dos también basan su guion en sendos libros: “Prayers for Bobby: A Mother's Coming to Terms with the Suicide of Her Gay Son”, la novela biográfica de Leroy Aarons sobre la historia real de Bobby Griffith, un adolescente homosexual que se suicidó a causa de la intolerancia religiosa de su madre y de la sociedad; y “Boy Erase: A Memoir” el libro autobiográfico de Garrad Conley, a quien sus padres envían a un programa de terapia de conversión de su homosexualidad (Love in Action, LIA) en el que, a través de doce pasos basados en el estudio de la Biblia, intentan suprimir su orientación.
Porque en estos momentos del siglo XXI y con lo que ya se conoce, debiera quedar claro que la homosexualidad no es una enfermedad y, por tanto, no hay que buscarle cura. Y que el problema no es que haya personas con orientaciones sexuales diferentes, sino que vivamos en una sociedad enferma, rígida e intolerante, donde el verbo amar se conjuga mal y en minúsculas. Y esa es la verdadera promesa de Dios: amar. No otra. Y La (des)educación de Cameron Post nos lo vuelve a recordar.
Una reciente noticia de prensa pone el punto de atención en el marcado incremento de casos de maltrato infantil en nuestro entorno: en 2019 en Alicante fueron un 25% mayor que las de dos años antes. Y este año y medio de pandemia por la enfermedad COVID-19 deja un escenario incierto sobre la actualidad de la progresión de estas cifras puesto que la irrupción del SARS-CoV-2 aún no ha permitido depurar los datos del pasado ejercicio.
A propósito de esta noticia, os dejo las preguntas y respuestas completas a mi encuesta en ella, pues quizás complementa la noticia de una forma más entendible.
- ¿A qué crees que se debe este aumento de notificaciones?
Es difícil conocer la causa, pero probablemente sea la suma de dos aspectos. El primero es bastante más evidente y se trata de una mayor concienciación de los sanitarios por denunciar estos hechos, facilitado porque existen protocolos muy definidos de sospecha de maltrato infantil. El segundo quizás porque pueda existir un incremento real de estas situaciones, aunque realmente es difícil encontrar una causa que lo justifique en el periodo que analizas.
- ¿Cuáles son los tipos de maltrato más frecuentes con los que os encontráis los sanitarios?
Una de las definiciones más claras de maltrato infantil es la que considera toda acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño de sus derechos y su bienestar, que amenaza o interfiere en su desarrollo físico, psíquico o social y cuyos autores son personas del ámbito familiar principalmente. De forma sencilla y operativa se distinguen los siguientes tipos de maltrato: maltrato físico, negligencia, abuso sexual y maltrato emocional.
En este sentido, la negligencia es el tipo de maltrato más frecuente (más del 80% de los maltratos), seguido del abuso emocional (más del 30%), el maltrato físico (20%) y el abuso sexual (3-4%), según los datos del Programa Nacional de Epidemiología de la Violencia en el Ámbito Familiar del Centro Reina Sofía.
- Aunque todavía no se cuenta con datos del 2020, ¿crees que durante la pandemia habrán subido o bajado los casos de maltrato infantil?, ¿por qué?
La propagación de la COVID-19 y algunas de las medidas tomadas para frenarla, como el confinamiento social, el aislamiento social y la falta de escolarización presencial durante el primer semestre del año 2020, han expuesto durante más tiempo al potencial maltrato que hayan podido recibir niños y niñas de familias con conflictividad. Y, de acuerdo con encuestas realizadas por UNICEF, en más de la mitad de los hogares entrevistados, la conflictividad intrafamiliar ha aumentado durante las cuarentenas. Y también las dificultades económicas y el riesgo de exclusión social. Todos ellos son factores de riesgo asociados a malos tratos.
- ¿Puedes contarme el protocolo de actuación a través de un caso real?
El protocolo de actuación en el Hospital General Universitario de Alicante está muy estructurado a través del Comité de Traumatismo no Accidental en Menores, constituido por pediatras de distintas secciones, radiólogos, traumatólogos, neurocirujanos, oftalmólogos, intensivistas y trabajadores sociales.
Existen tres acciones imprescindibles una vez hemos hecho el diagnóstico de maltrato o sospecha de maltrato:
1. Tratamiento de las lesiones y prevenir posibles consecuencias
Esto implica una amplia anamnesis, cuidados exploración física y las pruebas complementarias necesarias, siendo las pruebas de imagen muy importantes.
2. Asegurar la protección del menor
- Ingresar al niño en un hospital hasta que se aclare el diagnóstico y/o la situación, no pudiendo ser dado de alta hasta que la situación de sospecha de malos tratos esté aclarada y previa comunicación con el Juzgado de guardia y Fiscalía de menores.
- La información a padres o cuidadores, debe ser impersonal, ya que no conocemos quien es el causante. Se informará de la enfermedad como una forma infrecuente de presentación lo que nos obliga a estudiar que el niño presente una enfermedad de base o que exista un posible maltrato que puede ser desconocido por lo padres. ç
3. Informe a las Autoridades
- Comunicación de los hechos al Juzgado de guardia y a la Fiscalía de menores, ya que el tipo de diligencias que llevan unas y otras son paralelas, pero distintas.
- También se realiza una hoja de notificación para la Sección de menores de la Conselleria de Sanitat Universal i Salut Pública
- Comunicarse con el forense cuando es necesario la toma de muestras y/o valoración de lesiones sospechosas de malos tratos.
- Comunicación con Trabajo Social del propio hospital.
Este es un tema que ya tratamos hace un año en el blog a propósito de la constitución el Comité de Traumatismo no accidental en menores de nuestro hospital, un equipo multidisciplinar formado por pediatras (de diferentes secciones), radiólogos pediatras, neurocirujanos pediátricos, intensivistas pediátricos, traumatólogos pediátricos, oftalmólogos pediátricos, médicos forenses, trabajadores sociales, médicos forenses y representantes de la dirección del hospital. Un documento que os compartimos en este enlace por su interés.
Porque toda la sociedad debe combatir los malos tratos. Y un buen comienzo es conocer la realidad que nos circunda.
En el mes de abril de 2021, desde el Comité de Trabajo de Pediatría Basada en la Evidencia (CT-PBE) de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) publicamos en formato guía de práctica clínica el trabajo "COVID-19 en Pediatría: valoración crítica de la evidencia" tras nueve meses de intenso trabajo colaborativo.
Y este documento de 313 páginas se ha resumido con sus tablas de síntesis y recomendaciones principales en el reciente artículo especial en Anales de Pediatría.
En este artículo que adjuntamos presentamos el resumen del documento de valoración crítica de la evidencia disponible sobre la COVID-19, elaborado con formato de guía de práctica clínica siguiendo la metodología GRADE.
El documento trata de dar respuestas a una serie de preguntas clínicas estructuradas, con definición explícita de la población, intervención/exposición, comparación y resultado, y una jerarquización de la importancia clínica de las medidas de efecto valoradas.
Realizamos revisiones sistemáticas de la literatura para responder a las preguntas, agrupadas en 6 capítulos: epidemiología, clínica, diagnóstico, tratamiento, prevención y vacunas.
Valoramos el riesgo de sesgo de los estudios seleccionados con instrumentos estándar (RoB-2, ROBINS-I, QUADAS y Newcastle-Ottawa). Elaboramos tablas de evidencia y, cuando fue necesario y posible, metaanálisis de las principales medidas de efecto. Seguimos el sistema GRADE para realizar síntesis de la evidencia, con valoración de su calidad y, cuando se consideró apropiado, emitir recomendaciones jerarquizadas en función de la calidad de la evidencia, los valores y preferencias, el balance entre beneficios, riesgos y costes, la equidad y la factibilidad.
Un trabajo y un artículo que tiene el compromiso de su actualización con el tiempo. Esperamos que sea de vuestra utilidad.