La semana pasada tuvieron lugar dos jornadas de Educación Médica en la Universidad Miguel Hernández con el tema de la SIMULACIÓN CLÍNICA como herramienta pedagógica. Diez sesiones alrededor de las experiencias de diferentes universidades con la enseñanza a través de la simulación en el grado y en los centros sanitarios. Un buen momento para revisar las claves de la simulación clínica en Ciencias de la Salud, una realidad que sigue distintas velocidades de desarrollo en universidades y centros sanitarios, pero que no es ya un futuro, sino un presente necesario.
La simulación clínica es una situación o un escenario creado para permitir que las personas experimenten la representación de un acontecimiento real con el fin de practicar, aprender, evaluar, probar o adquirir conocimientos de sistemas o de actuaciones humanas. La simulación clínica nos permite entrenar situaciones reales en un entorno simulado con el objetivo de mejorar la seguridad clínica y la calidad de los cuidados que ofrecemos a nuestros pacientes.
Cabe recordar que la simulación clínica no es solo cosa de la aviación (con gran experiencia), sino que es común en muchas profesiones y, sin duda, también entre los profesionales sanitarios, donde ya es una realidad necesaria.
Mucho recorrido desde que en el lejano año 1700 aparecieran los primeros simuladores obstétricos de M. Grégoire, conocidos como Phantoms. Y se han conocido numerosas experiencias en este camino como el Cono de aprendizaje de Dale (1932), la Teoría del aprendizaje y pirámide de Glasser (1967) o el Aprendizaje entre pares (PeerGuide) de Mazur y Crouch (2001). Y hoy en día se conocen distintos tipos de simuladores: modelos en 3D, programas informáticos que simulan casos clínicos (utilizando en muchos casos la realidad aumentada o la realidad virtual), uso de pacientes estandarizados. (actores que simulan pacientes), maniquís de entrenamiento de tareas ( o de “baja fidelidad o baja tecnología”) y maniquís que simulan pacientes en entornos reales simulados (o maniquís de “alta fidelidad o alta tecnología”).
La simulación clínica permite estrategias de aprendizaje centradas en los problemas, donde se apuesta más por el “Learning” que el “Teaching”, poniendo énfasis en el alumno (y no en el profesor). Y cabe recordar la Pirámide de aprendizaje de Edgar Dale para revisar en que buen lugar se encuentra la simulación como un aprendizaje con participación activa.
Porque la simulación clínica y sobre todo el “debriefing” o análisis posterior, aumenta la curva de aprendizaje, disminuyendo el tiempo que el alumno tarda en aprender.
Uno de los retos más importantes para el diseño de la actividad, es plantearnos en qué zona de simulación nos encontramos. Y aquí cabe recordar las zonas de simulación que planteó Roussin y Weinstock en su artículo “Simzones: an organizational innovation for simulation programs and centers”. Estas zonas se clasifican en:
- Zona 0. Aprendizaje autónomo. El alumno recibe feedback automático. Se usa plataformas virtuales, realidad virtual, programas de simulación en el ordenador, etc.
- Zona 1. Talleres de habilidades. Desarrollo de destrezas clínicas. Se entrena técnicas y procedimientos. El instructor orienta y da feedback al alumno.
- Zona 2. Escenarios clínicos. Los alumnos participan en escenarios donde el paciente se deteriora.
- Zona 3. Se entrena el desarrollo en equipo, factores humanos, CRM (Crisis Resource Management).
- Zona 4. Utilización del debriefing en la práctica clínica real.
La simulación clínica se suele dividir en tres fases:
1) Breafing: esta es una de las fases claves de la simulación. El objetivo es generar un entorno seguro de aprendizaje y reducir el estrés de los alumnos. Es importante el contrato de confidencialidad, donde los alumnos se comprometen a no revelar los casos y las actividades que se realicen durante la simulación. Asimismo, cabe crear un clima de confianza, en el que pueden aprender de los errores y no ser juzgados en ningún momento. Y antes de comenzar el alumnado tiene que conocer el entorno de simulación, el material y cabe explicar qué pueden esperar del maniquí o el actor, qué pueden y qué no pueden hacer con él, cómo solicitar ayuda y un largo etcétera.
2) Simulación: es el epicentro. Es recomendable que haya dos instructores durante la simulación: uno de ellos se encargará de controlar el maniquí (y si hay técnico en simulación mucho mejor) y el otro se encargará de observar el escenario. Se puede tener la figura del confederando, que estará dentro de la simulación para ayudar a los alumnos. Se recomienda que el caso no esté sujeto a la improvisación y hacer un diagrama de flujo de todas las posibles reacciones de los alumnos, preguntas, etc.
3) Debriefing: este punto es uno de los pilares principales de la simulación. Es el análisis posterior del escenario de simulación y una metodología de aprendizaje continuo. Es una estrategia importante para aprender de los defectos y errores y para mejorar el rendimiento. El equipo se vuelve a reunir con el objetivo de que el equipo identifique las causas de los posibles errores cometidos y proponga soluciones para evitar la repetición de los mismos errores en el futuro.
Y con ello damos la bienvenida al importante desarrollo del Laboratorio de Simulación Clínica e Innovación del Hospital General Universitario de Alicante, por nombre SIMIA y sobre el que tenemos grandes expectativas.
Artículo muy interesante. Gracias
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