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sábado, 19 de marzo de 2022

Cine y Pediatría (636) “El viaje de Chihiro”, poema animado desde la infancia

 

Studio Ghibli es un estudio japonés de animación, considerado como uno de los mejores del mundo en la actualidad. Fundado en 1985 por los directores Hayao Miyazaki e Isao Takahata y el productor Toshio Suzuki, tiene en su haber que seis de las películas de este estudio se encuentran entre las 10 películas de anime más taquilleras realizadas en Japón, siendo El Viaje de Chihiro (Hayao Miyazaki, 2001) su santo y seña. Si algo siempre ha caracterizado a este estudio, es que sus producciones son películas animadas exquisitas y orientadas principalmente para adultos, pues muchas veces contienen una carga dramática que algunos pequeños no pueden soportar. Y cabe recordar una obra de animación ya comentada en Cine y Pediatría, como es La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988). 

En 2001, Studio Ghibli no pasaba por su mejor momento, porque el estreno de Mis Vecinos los Yamada (Isao Takahata, 1999) había sido un fracaso en taquilla y La Princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 1997) les había dejado exhaustos por el esfuerzo requerido. En el contexto de este momento difícil se gesta El viaje de Chihiro, un poema intimista a través de la odisea física y espiritual de una niña atrapada en un mundo mágico y ancestral, que nos devuelve sentimiento y una buena dosis de implicación social y existencialista. Porque esta especial película es un enorme fresco sobre el imaginario tradicional japonés en el que coexisten kamis (deidades del sintoísmo) y yōkai (criaturas entre demonios y espíritus de naturaleza cambiante y mágica) de todo tipo. 

Cabe tener en cuenta que de los 22 largometrajes con los que cuenta el Studio Ghibli, 15 están protagonizados por mujeres, generalmente heroínas. Y ahora también, pero aquí Chihiro es una niña normal de 11 años, adorable con sus pantalones cortos, camiseta de rugby y cola de caballo. Y comienza la historia en ese viaje en coche con sus padres con destino a su nuevo hogar. En un frondoso bosque con una sinuosa carretera se encuentran con un oscuro túnel que desemboca en un parque temático abandonado, pero con un puesto con comida servida. Y mientras los padres se ponen morados a comer, Chihiro se da una vuelta por el lugar y encuentra a un niño llamado Haku que le dice que tiene que esconderse porque está oscureciendo… Y aquí comienza su aventura, mientras confirma que sus padres se han convertido en cerdos. 

Y a partir de aquí El viaje de Chihiro es una travesía que nos lleva por raíces mitológicas niponas para enfrentarnos a dilemas sin edad ni género. No es el arquetipo narrativo clásico del viaje iniciático, y tampoco pretende ser un cuento moralista. Y eso la engrandece. Porque, con la noche, el lugar se llena de sombras, y Chihiro cree estar soñando. Y un barco llega por el río, mientras ella se nota transparente: “Si no comes algo de este mundo, desaparecerás”, le dice el niño Haku. Y se enfrenta a mundo nuevo y extraño, con personajes peculiares: Kamaji, el hombre de los seis brazos y sus arañas esféricas de esclavos; las abuelas gemelas tan diferentes, Yubaba, la de mal carácter y sus tres cabezas de esbirros, y Zeniba; Kaonashi, esa sombra con máscara; el Dios pestilente y el Bebé gigante, y tantos otros. 

Chihiro ve a Kamaji encendiendo las calderas de este particular balneario y éste le aconseja: “Si vas a hacer algo, acábalo”. Y después sube en el ascensor a los diferentes cielos del lugar (donde habitan los dioses de primera y segunda clase), buscando trabajo. Y para ello firma un contrato con Yubaba, quien ahora le dice a la niña que se llamará Sen. Y el niño Haku le previene: “Yubaba gobierna a los demás robando sus nombres…Si te roba el nombre, no sabrás volver a casa. Yo no logro recordar el mío”. Y continúan las aventuras, hasta que Haku y Chihiro logran recordar su nombre y pueden regresar a casa con ese billete de tren hacia la parada del Fondo del Pantano. Y también recupera a sus padres con los que vuelve a atravesar el túnel del inicio. Y resuenan las palabras de Zeniba: “Nada de lo que ocurre se olvida jamás, aunque no se pueda recordar”

Una historia muy entretenida, porque no sabes lo que va a venir después en estas más de dos horas de metraje, para un mundo de ensueño en clave japonesa, todo lleno de color. Y detrás de esta extraña aventura (desconcertante en ocasiones) se nos refleja que, mientras caminamos por esto que llamamos vida, solemos intentar recordar qué hechos nos han cambiado y nos han convertido en lo que somos. Y, en definitiva, es lo que intenta hacer la protagonista de El viaje de Chihiro: recordar su nombre, a sus padres, el mundo al que pertenece y luchar contra el olvido de un mundo más allá del nuestro. Porque esta niña tiene que aprender a vivir en un mundo adulto en el que nadie va a tener miramientos con ella por tener la edad que tiene, en un mundo en el que tiene que luchar por lo que crees y por lo que amas, y donde su fe en la bondad de los demás llevará a que ninguno de los personajes que conozcan a Chihiro, volverán a ser los mismos después de haberlo hecho. Un viaje del miedo, la oscuridad y la preocupación de no saber si va a volver todo a la normalidad, hacia la valentía, la amistad y el trabajo bien hecho. Y por ese posible mensaje y sus hechuras es por lo que El viaje de Chihiro es recordada como la primera gran película de animación del siglo XXI. 

Como es habitual en Hayao Miyazaki, ninguna escena es gratuita y ningún diálogo es banal, porque cada historia forma parte de un todo que solo es visible en los últimos minutos de la película. No es un film animado fácil de ver y que cabe disfrutar concentrado con todos los sentidos. Como es sello de la casa de Studio Ghibli, los paisajes pictóricos muestran un nivel de detalle increíble, especialmente en los efectos de luz y reflexión, con una sorprendente sensación de profundidad sin necesidad de recurrir al 3D. 

Y así es como El viaje de Chihiro se ha convertido en poema animado desde la infancia y que vale la pena que vean los adultos (por ello puede ser un buen regalo para un Día del Padre como hoy). Y que nos dibuja varios temas, como la soledad y la pérdida, la avaricia y la codicia, la sombra de lo que somos y lo que fuimos. Un regalo más de Hayao Miyazaki que se ha convertido en un icono para el cine animado de todo el mundo y donde cabe no olvidar la banda sonora compuesta por Joe Hisaishi e interpretada por la filarmónica New Japan, lo que le da un feliz contrapunto. Como anécdota cabe recordar que es la película más taquillera de la historia en Japón y la que más dinero ha recaudado en el extranjero cuando se proyectó. Fue multipremiada, incluyendo el Óscar a la mejor película de animación.

 

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