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sábado, 26 de marzo de 2022

Cine y Pediatría (637) ”Ghadi”, el ángel de muchas vidas

 

Una nueva filmografía llega a Cine y Pediatría: en esta ocasión desde Líbano. Y lo hace con una maravillosa película, muy apropiada para estas fechas. Pues esta misma semana acabamos de celebrar el Día Mundial del Síndrome de Down, una celebración instaurada en esta fecha por la característica genética del síndrome, su trisomía 21, en un juego con el 21 (por el día del mes y número del cromosoma implicado) y el 3 (número del mes y alusión a trisomía). Esta película libanesa lleva por título Ghadi (Amin Dora, 2013) y se suma a otros films de otras geografías sobre estas personas tan particulares que nos recuerdan que el mundo no va de cromosomas: la belga El octavo día (Jaco Van Dormael, 1996), las españolas León y Olvido (Xavier Bermúdez, 2004), Yo también (Álvaro Pastor y Antonio Naharro, 2009) y La historia de Jan (Bernardo Moll Otto, 2016), las estadounidenses Duo: La verdadera historia de un niño dotado con síndrome de Down (Alexandre Ginnsz, 1996) y El guardián de la memoria (Mick Jackson, 2008), la argentina Anita (Marcos Carnevale, 2009), la canadiense Café de Flore (Jean-Marc Vallée, 2011), la italiana Mi hermano persigue dinosaurios (Stefano Cipani, 2019), entre otras. 

Un tema universal que vuelve a homenajear a estas personas tan especiales, y lo hace con esta película especial, Ghadi, que nos traslada a las vidas de las personas que habitan en Mshakkal, un barrio cristiano humilde de Matroun, una población costera libanesa. Y con Leba y su voz en off como protagonista alrededor de esta fábula. Una historia que comienza con la propia infancia de Leba, un niño acosado por su tartamudez - a quien apodan como Tartaja -, quien prefiere observar y tomar notas escritas antes que hablar, mientras observa desde la ventana de su casa las historias de sus vecinos de barrio: el carnicero, el barbero, la prostituta, el policía, el tonto del pueblo, los culebrones de algunos matrimonios, el sacerdote, o San Elías, el patrón del pueblo. Y nos refiere: “Las historia cambian, pero el barrio no. Mi padre dice que ha sido así desde que mi abuelo era joven. Mismas historias, mismos problemas, mismos eventos, hasta los mismos nombres. Si gritas, Elías, medio barrio se da la vuelta. La otra mitad tiene variaciones del nombre. Todos se llaman igual que el patrón del pueblo”

Y su vida cambia cuando llega al pueblo el Sr. Fawzi, profesor de música, “y así, Mozart empezó a visitarnos cada noche”. Y la decisión de Leba (Georges Khabbaz): “Yo quería ser como él”. Y con el amor a la música, aumento su seguridad y disminuyó su tartamudeo. Pero el Sr. Fawzi se fue pronto a Beirut y pasó el tiempo: “Pasaron los días y yo crecí, pero no el barrio, Ni siquiera la gente crecía, como si insistieran en quedarse igual, incluso físicamente”. Y ahora él es el profesor de música, con la misma batuta que le regaló su añorado profesor, y fue su profesión el medio con el que enamoró a la novia de su infancia, Lara (Lara Matar): “Yo la conquistaba tocando el piano, y ella a mí, escuchando”. Y este matrimonio ya tienen dos hijas y está esperando un tercero, el niño. 

Y nos hace partícipes de la preocupación durante ese embarazo: “El médico nos dice que está creciendo muy despacio, que hay alguna anomalía. Puede que nazca con algún defecto, con alguna discapacidad… No sé si es mejor que nazca o que no nazca”. Y el Sr. Fawzi le aconseja: “Todo embarazo es una bendición. ¿Quién no está libre de discapacidades? ¿Tú no tienes ninguna? ¿Y tu mujer? ¿Los vecinos? ¡Todos tenemos! Leba, ponle nombre cuanto antes. Así tomará forma y existirá, y con un nombre se convertirá en persona. Y siendo persona, te resultará difícil hacerlo desaparecer, ¿lo entiendes?”. Qué alegato para el derecho de estos niños y niñas con trisomía 21 a nacer. Y el nombre, antes de nacer, fue Ghadi. 

Y así conocemos a Ghadi (Emmanuel Khairallah) y como buen síndrome de Down, fue el epicentro y “el regalo de la casa”. Y el conocido amor a la música de las personas con trisomía 21, todo un don. Pero el vecindario solo tenía pensamientos iniciales negativos: “Pobre Leba, solo un hijo varón y es retrasado… Debería meterlo en un centro en lugar de tenerlo aquí en el barrio”. Y en la ventana se pasa Ghadi buena parte del tiempo con su cántico particular, lo que vuelve irascibles a los vecinos, y entablan una denuncia legal ante las autoridades, incluso para echarles del barrio e internar al niño en un centro especial. Sufren los padres y las hermanas porque oyen decir que está endemoniado, aunque su padre dice que es “un ángel en la tierra”. Y Leba explica a sus hijas que no le quieren porque no le conocen como ellos. 

Y es así como Leba hace creer a todo el barrio que Ghadi es un ángel y que su sonido es porque se queja cada vez que alguien hace algo incorrecto. Y empiezan a generar “milagros” y comienzan las mujeres a rezar debajo de su ventana. Y es así como esta noticia corre como la pólvora por todo el pueblo y luego el país. Y comenzaron las donaciones y las peticiones al ángel, que el padre intentaba cumplir como podía, incluso pidiendo préstamos monetarios. 

Es por ello que Ghadi se convierte en una simpática fábula (con crítica social asociada), incluso cuando cuenta la verdad de que Ghadi no es un ángel, sino una persona normal. Y que todo esto lo hizo el padre y la familia para que le aceptaran en el barrio y no les obligaran a abandonar su hogar. Entonces es cuando los vecinos le dicen aquello de que “la historia es más grande que tú ahora, más que todos nosotros”. Y entonces recuerda la reflexión de su maestro de música: “¿Sabías que Mozart nació con un solo riñón? Dicen que tuvo un ataque al corazón. Vivió solo 34 años y mira lo que nos dejó. Si hubiera existido la ecografía en aquella época, nos habríamos perdido a Mozart. Te pido ahora que dejes que tu hijo recoja su testigo”. Y con la imagen final de esa ventana de contraventanas verdes sobre la fachada blanca recogemos el mensaje de esta simpática y luminosa fábula. 

Es esta película el primer largometraje de su director, Amin Dora, y logra algo complicado como es el equilibrio de estas historias para celebrar la vida y todas las vidas. Y lo hace con un estilo casi berlanguiano al presentarnos a los personajes de este barrio. Y todo ello sin pretender ser una historia moralizante, aunque nos regale el mensaje de que merece la pena apostar por los demás, también - e incluso más - por los que tienen capacidades diferentes. Y resuena el consejo del Sr. Fawzi: “No te interpongas, deja que tu hijo haga su papel”

Claro que es una historia poco creíble. Pero se ve con una sonrisa en la boca y con el sentimiento de que si miramos la realidad con otros ojos, entonces hay sitio para todos. Y Ghadi y tantos niños y niñas con síndrome de Down son los ángeles de muchas vidas y de muchas familias.

 

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