Gioia Tauro es un municipio sito en el territorio de la ciudad de Reggio Calabria, en la región de Calabria (que ocupa la punta de la bota de Italia). Pues este barrio da título a una trilogía de cine dirigida por el director italoamericano Jonas Carpignano, nacido en el Bronx neoyorquino, pero que se ha hecho un lugar en el séptimo arte con estas tres películas alrededor de la mafia calabresa desde distintos puntos de vista: Mediterranea (2013), A Ciambra (2017) y Para Chiara (2021). Películas que mezclan documental y ficción a través de tintes neorrealistas algo abrumadores en ocasiones. Y donde esa barriada le da sentido a todo.
Mediterranea (2015)
Cuenta la historia de Ayiva (Koudous Seihon) y Abas (Alassane Sy), dos hombres africanos que parten de la capital de Burkina Faso y emigran de su país en busca de mejores oportunidades en Italia, un deseo junto al de miles de compatriotas que se ve todos los días en esa franja de mar que separa al continente africano del europeo. Tiene dos partes, una más corta alrededor de la peligrosa aventura del viaje de un emigrante (atravesando el desierto bajo temperaturas extremas y sorteando los ataques de saqueadores armados, y su llegada a la costa de Libia para subirse en una lancha neumática destartalada), y otra de mayor calado, una vez los protagonistas llegan a Gioa Tauro, la búsqueda de trabajo, la explotación que sufren, así como las humillaciones por su condición de inmigrantes y de africanos.
Es una descarnada realidad de la emigración africana a los países mediterráneos. Destacar la escena final en Skype viendo a su mujer e hija en la distancia mientras suena el “We Found Love” de Rihanna, cuando una lágrima surca la mejilla de Ayiva mientras su hija baila la canción en la distancia. Y a continuación su figura se diluye entre las luces de la noche al son de la canción “Será porque te amo” de Richi e Poveri Y es el personaje de Ayiva el que nos conectará con la siguiente película, donde ya aparece Pío, el protagonista de A Ciambra.
A Ciambra (2017)
La vida alrededor de una pequeña comunidad gitana en el municipio de Gioa Tauro, donde los protagonistas no son actores, sino la propia familia Amato, para esta coming of age de abrumador poderío formal que retrata su vida y circunstancias. Y donde el protagonista es el adolescente Pio (Pio Amato) quien desea desesperadamente crecer rápido, y es así que con 12 años es uno de los pocos que se mueve con facilidad entre los diferentes grupos que conviven en ese barrio (entre sus camaradas, lo gitanos, así como entre italianos y emigrantes africanos). Pio sigue a su hermano Cosimo por todas partes, aprendiendo las lecciones necesarias para sobrevivir en las calles, calles donde los menores de 7 años fuman, beben, roban y dicen tacos. Ambientes familiares perniciosos donde reproducen lo que ven, sin códigos ni límites.
En uno de los enfrentamientos con los Carabinieri, su padre y hermano son arrestados, por lo que Pío se queda al frente de su familia, y aunque no sabe leer, sabe robar, conduce coches y motos, y no se comporta como un niño, sino ya como un adulto camino de la cárcel como sus antecesores. Y se relaciona con emigrantes africanos de Burkina Faso, Nigeria, Ghana y otros países, y entre ellos establece con Ayiva una especial relación. Y la historia trascurre de las chabolas y barriadas de los gitanos a las zonas de tiendas de refugiados africanos en el extrarradio de la ciudad, todo rodeado de demasiada basura, incluyendo lo que supone el asedio por las mafias. Al final, lágrimas por una traición que no debió ocurrir. Y resuenan las palabras de su abuelo: “Una vez estábamos siempre en la calle. Éramos libres, sin patrón. Éramos libres y no debíamos nada a nadie. Éramos libres y andábamos siempre en la calle. Y ahora, en cambio, estamos aquí… Recuérdalo. Somos nosotros contra el mundo”.
Una película dura de ver que contó con Martin Scorsese como productor.
Para Chiara (2021)
Cierra esta trilogía de Gioa Tauro a través de un retrato triste de los hijos de la mafia calabresa. Es por ello que esta película se ha comparado con otras que ya han tratado el tema, como Gomorra (Matteo Garrone, 2008), Robinú (Michel Santoro, 2016) o Pirañas: los niños de la Camorra (Claudio Giovannesi, 2019), todas ellas ambientadas alrededor de la camorra napolitana y de la conocida como “La paranza dei bambini”, novela publicada por el periodista y ensayista italiano Roberto Saviano.
Y lo preocupante de Para Chiara y la mafia calabresa es que nos presenta una realidad sin aspavientos ni subrayados, pero es esa calma y frialdad descriptiva lo que pone los pelos de punta. Pues es la vida cotidiana, y confirmamos que la mafia no es ni fotogénica ni glamurosa, sino una parte inherente de la vida. En este caso nos presenta a la familia Guerrasio, que, como en A Chirara, los protagonistas no son actores, sino la propia familia Rotolo (curiosamente adquieren otro apellido en la película). Todo comienza en una feliz fiesta de cumpleaños, y todo cambia cuando el padre desaparece y la hija de 16 años, Chiara (Swamy Rotolo), comienza a investigar, pregunta (“Es cierto, ¿papá es un fugitivo?”) y se encuentra con la dificultad de la verdad.
Para Chiara se toma su tiempo presentando a sus personajes. Durante la mitad del metraje, vemos el día a día de Chiara y su familia de clase media, con dos hermanas, una madre muy hogareña y un padre cariñoso y algo tímido. La fiesta de cumpleaños nos acerca a otros muchos familiares. La armonía empieza a resquebrajarse cuando aparecen unas notas discordantes, unos hombres ajenos a la familia y de mala catadura, y unas fuertes señales de nerviosismo del padre. A partir de ese momento, la película cambia, y la felicidad de Chiara se transforma en preocupación e impotencia. Empieza a darse cuenta de que hay muchas cosas que desconoce de su vida y de su familia (¿de dónde viene el dinero? ¿a qué se dedica la familia?), y no se siente cómoda con lo que está encontrando, cuando la mafia calabresa aparece en sus vidas (cuando el rostro de su padre aparece en las noticias acusándole de ser parte de la Mafia).
Y aquí de nuevo, como en sus dos películas previas, el director utiliza una estética casi documental, con grano grueso y colores desvaídos, como de vídeo doméstico. Abundan los planos detalle, que nos acerca a personajes creando una sensación de intimidad, pero también de claustrofobia, como si las personas estuvieran encerradas en su propio mundo. Lo principal no es la intriga, sino el retrato de las personas, especialmente de Chiara, quien busca explicaciones y un lugar ante el futuro. Icónica la escena donde Chiara contempla el centro penitenciario desde una colina, la misma imagen que vimos con Pio en A Ciambra. Aspectos varios que intentar encajar las tres historias de las tres películas y que nos muestra un mundo tan cercano como desolador. Y como nos dice un personaje: “Algunos le llaman Mafia, nosotros le llamamos supervivencia”.
Esta es la trilogía calabresa de Jonas Carpignano, allí donde la Mafia afecta la vida de la comunidad de emigrantes africanos, la comunidad gitana y de la propia juventud calabresa en dos peculiares coming of age.
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