La historia de Jamie Campbell y su madre Margaret es de esas que no dejan a nadie indiferente. Jamie es un joven de Sheffield que cumplió su sueño de convertirse en "drag queen" al cumplir los 16 años y que saltó al a fama hace una década, tras la emisión de su documental autobiográfico Jamie: Drag Queen at 16 (Jenny Popplewell, 2011). Este documental inspiró al dúo formado por Jonathan Butterell y Tom MacRae a convertirla en musical en 2017, estrenándose originalmente en la localidad de Sheffield (de donde es el protagonista) y más adelante en el West End de Londres, donde disfrutó de un éxito arrollador. Y cuatro años después se animaron a dirigir y escribir el guion de la película, que lleva por título Todos hablan de Jamie (Jonathan Butterell, 2021) y comienza así: “Esta historia sucedió de verdad, después nosotros añadimos las canciones y las coreografías”. Y con la canción “Everything” de Becky Hill nos introduce para conocer a nuestro personaje el día de su 16 cumpleaños, con su corona de reina, pelo blanco y mochila molona.
Es Todos hablan de Jamie una película musical que, tras el éxito de su versión sobre los escenarios como obra de teatro, llega a la gran pantalla para convertirse en una referencia para conocer otras realidades y donde la identidad de género, el bullying y la aceptación social son los temas principales de la trama. Y es así que cuando la profesora pregunta a su clase qué quieren ser de mayores, los alumnos le responden con profesiones de todo tipo, pero Jamiie no quiere ser médico, maestro o youtuber, él declara que quiere ser drag queen. Y con el apoyo y comprensión de su madre, Jamie New (el apellido cambia para la ficción) intenta superar los prejuicios, vencer el acoso escolar y salir de la oscuridad. Una oscuridad que tiene su punto más oscuro en la ausencia del padre, quien no aceptó el devenir de su hijo y abandonó la familia para vivir con otra mujer, y quien se sigue preguntando: “Qué hay de malo que un chico quiera hacer cosas de chicos?” Y es que para Jamie (Max Harwood, en su primer papel en el cine) es muy importante que su padre se sienta orgulloso de él, pero nada más lejos de la realidad, y este rechazo es el que su madre Margaret (Sarah Lancashire) intenta ocultar.
Jamie sigue intentando trepar por esos muros que desde su infancia siguen en su cabeza. Cuando la madre le regala sus primeros zapatos de purpurina roja con tacones a lo Dorothy Gale de El mago de Oz (Victor Fleming, 1939) y cuando su amiga musulmana Pritti (Lauren Patel) le anima a que sea él mismo en el baile del instituto, es el momento en que se atreve a entrar en la tienda House of Loco, donde conoce a su dueño, Hugo (Richard E. Grant), drag queen en el pasado y quien le anima a crear un personaje y sentir el poder de una drag, por lo que en las siguientes semanas actúa como su mentor. Es el momento en que aparecen números musicales realmente interesantes (por ejemplo, el de Work of Art) con recuerdos a Fredie Mercury o a Lady Di. Y en esos momentos es cuando entiende que “Las drag queens de los viejos tiempos no eran solo reinas, eras reinas guerreras. Creí que lo mío era difícil. Ellas tenían el mundo en contra y no se acobardaron. Y yo solo quiero bailar por ahí, pavonearme y ser famosa. Ser drag queen no es solo un programa de televisión, es una revolución”.
Y es entonces cuando decide hacerse llamar Mimi Me y, tras su estreno en las tablas, ya todos hablan de Jamie, todos hablan del chico travestido. Pero después de esa actuación lo cierto es que se sobreactúa, y el problema en el colegio es que el alumno es Jamie New no Mimi Me y, por ello, le aconsejan que no eclipse el baile de graduación al resto de los alumnos y la dirección se lo prohíbe en principio. Y cuando aparece Mimi Me aparecen algunos ataques de sus compañeros (“Es asqueroso”) o las duras palabras cuando reencuentra a su padre: “Deseaba tanto un hijo… y te tuve a ti”. Sus dudas reaparecen y en la pregunta a su madre (“¿Has deseado que fueras normal?”), comprobamos el amor, la comprensión y la asertividad ejemplar de ésta.
Y mientras avanza la película con una banda sonora exquisita y cautivadoras escenas musicales, avanzamos por los avatares de Jamie y llegamos a un final apoteósico bajo los acordes de “While You´re Still Young” de Sophie Ellis-Bextor And The Feeling y el baile de nuestro protagonista. Y la película nos recuerda un cóctel de otras películas previas, con retazos de Billy Elliot (Stephen Daldy, 2000), cuyo protagonista ha de enfrentarse a los prejuicios y tópicos de una ciudad de provincias inglesa, del musical Hairspray (el original de John Waters, 1988 o el remake de Adam Shankman, 2007), por esas ganas de triunfar en el baile de la protagonista con sobrepeso, cuyos sueños parecen complicados de alcanzar, y quizás también del melodrama musical The Prom (Ryan Murphy, 2020), donde la protagonista quiere aprovechar el baile de fin de curso para gritarle al mundo su gran verdad.
Quizás lo que se achaca a Todos hablan de Jamie es que funciona muy bien como musical, pero quizás menos en la profundidad de la historia y sus personajes, pues el tema del acoso escolar y lo que rodea al mundo drag queda algo superficial, siendo como es un tema que conviene conocer (y abordar) mejor en la sociedad plural en la que vivimos y convivimos. Un nuevo mensaje de tolerancia hacia la comunidad LGBTQ+ y su luminosa celebración de la diferencia en este espectáculo pop lleno de optimismo y buenas intenciones. Porque ante las agresiones homófobas que repiten, necesitamos urgentemente más historias como la de Todos hablan de Jamie.
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