La obesidad se considera un problema de salud pública mundial dado el aumento de su prevalencia, su continuidad en la edad adulta, los cambios en los estilos de vida de la población, la comorbilidad que se asocia y la baja percepción del riesgo por parte de la población. En los últimos años, la obesidad ha ido aumentado de forma alarmante a nivel mundial y ello también afecta a la prevalencia de obesidad infantojuvenil, donde se aprecia un ligero predominio en varones y se asocia con clase social y nivel de estudios inferiores.
Dentro de los tipos de obesidad, la más frecuente es la exógena o poligénica, cuya etiología es multifactorial; otras causas (como la obesidad monogénica, la obesidad asociada a síndromes polimalformativos o la obesidad secundaria) son menos frecuentes. Y un tema clave en su manejo es que el mejor tratamiento de la obesidad infantil es la prevención, ya que es muy difícil tratar la obesidad una vez establecida. Porque son múltiples las comorbilidades que se derivan de la obesidad (más preocupantes cuanto mayor índice de masa corporal), a nivel de todos los órganos y sistemas, con el síndrome metabólico como santo y seña. Pero donde cabe destacar a esta edad las importantes alteraciones psicológicas, pues se ha encontrado relación entre la obesidad en niños y el temperamento de reactividad negativa, actitudes negativas, insatisfacción corporal, distorsión de la imagen corporal, acoso escolar, ansiedad, depresión, baja autoestima y trastornos de comportamiento.
Y al respecto hoy recordamos la película estadounidense Butter (Paul A. Kaufman, 2020) que aborda estos últimos aspectos en esta cinta juvenil con un mensaje esperanzador y que fue galardonada con los premios a mejor director, mejor guion y mejor actor en los New York Film Awards. Y que comienza con este correo electrónico que nuestro protagonista, un adolescente con obesidad mórbida por nombre Butter (Alex Kersting), redacta en su web personal Butterfinalsmeal.com: “¿Creéis que ahora como mucho? Eso no es nada. Conectaos en Año Nuevo, a medianoche, cuando transmita mi último atracón en directo. No aguanto otro año en este disfraz de gordo. Si podéis digerirlo, estáis invitados a ver cómo me mato comiendo”.
Butter realiza controles médicos habituales con el Dr. Bean (Ravi Patel) para intentar controlar sus 192 Kg de peso, por lo que se entiende su autocrítica: “Me había abandonado a mí mismo…Comía para sentirme satisfecho. Comía para aliviar mi dolor. Comía para olvidar”. Pero no es de extrañar, viendo los desayunos y comidas que le pone su amorosa madre separada (Mira Sorvino), un amor mal entendido, sin duda. Y no sorprende que fuera sometido a vejaciones entre algunos compañeros de clase y se sincera así ante su profesor de música: “No tengo amigos. Todos me miran y me juzgan por como soy. ¡Me marginan!”. Porque Butter tiene en su saxo a su mejor amigo y en los momentos más complicados toca en la montaña de noche y reflexiona: “Con cada nota que tocaba me permitía un poco más de autocompasión. Sol, padres que te abandonan. La bemol, gente que te observa, pero que no te ve en realidad. Si bemol, chicos que preferían verte comer que escuchar lo que tienes que decir. Si, necesito que me escuchen”.
Y Butter se enamora de forma virtual y oculta de Anna (McKaley Miller), la chica más guapa del instituto. Y se hace pasar por otro a través del anonimato de las redes sociales. Pero con la llegada del Año Nuevo, un nuevo fracaso y el cyberbullying al que es sometido, decide retransmitir por la web su muerte comiendo, tal como había anunciado previamente. Y logra sobrevivir tras dos días en coma, de ahí las palabras de su madre: “Sabía que estabas sufriendo, pero no que te habías cansado de vivir”.
Y al son de la canción de Charlie Parker, “Chasin` The Bird”, Butter se perdona a sí mismo y se reconcilia con su padre, con sus compañeros y con la vida… todo muy “made in USA”, con el valor de las segunda oportunidades. Porque esta película nos habla de los jóvenes con cuerpos no normativos y del acoso escolar, en esta comedia dramática gracias especialmente a la buena y carismática interpretación del debutante Alex Kersting como Butter.
Y con esta película no queremos dejar de recordar uno corto español, Cerdita (Carlota Pereda, 2018), un cuento de terror sobre el bullying en una adolescente obesa con inesperados giros de guion en sus 14 minutos de metraje. Y que, como pasa con frecuencia con los cortometrajes de éxito, se realizó el largometraje recientemente – y recordamos un caso similar con el corto Madre de Rodrigo Sorogoyen y su posterior película homónima –, Cerdita (Carlota Pereda, 2022), la ópera prima de su directora en este formato y para el que contó con la misma actriz para interpretar a la adolescente Sara (Laura Galán).
Dos maneras de abordar el bullying en las personas obesas, en la primera película como una comedia dramática, en la segunda como un thriller de terror. Y es que la obesidad mórbida no trae buenas consecuencias. Pero algo falla en la prevención cuando cada vez es más prevalente en la infancia y adolescencia. Eso sí que es un drama terrorífico...
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