Hace dos años, conocimos y reconocimos a la directora zaragozana Pilar Palomero. Porque fue entonces cuando se encumbró en los Goya con el premio a mejor película y mejor dirección novel por Las niñas, una de las mejores películas del año 2020. Una película en clave femenina sobre unas adolescentes alumnas en un colegio de monjas en aquella Zaragoza del año 1992 y que hacen su particular viaje de la niñez a la vida de los adultos. Y este año 2022 acaba de estrenar otra película en clave femenina sobre unas adolescentes más conflictivas y entornos más desestructurados de nuestra época, bajo el título de La maternal. Y en una historia donde la realidad supera la ficción,… como casi siempre. Y Pilar Palomero vuelve a apostar por la adolescencia en esta película valiente y comprometida.
Conocemos a Carla (magnífico debut de Carla Quilez), una desafiante y rebelde adolescente de 14 años, quien pasa las horas con su amigo Efraín en ese peculiar entorno que bien parecen Los Monegros. Bastan las escenas iniciales para conocer a nuestra protagonista y su entorno nada saludable para la juventud. Malhablada y pendenciera, nos desconcierta cómo es la relación con su madre soltera, Penélope (Ángela Cervantes), cuyo trato no es el propio de una relación materno-filial, sino más bien de colegas, donde faltarse el respeto es más la norma que la excepción. Ambas viven en un viejo restaurante de carretera en las afueras de un pueblo, en un paraje tan inhóspito como el de sus vidas. Carla ha dejado de ir al instituto porque está vomitando últimamente y es cuando la trabajadora social se da cuenta de que está embarazada de cinco meses.
Es entonces cuando Carla ingresa en "La Maternal", un centro para madres menores de edad sito en Barcelona, donde compartirá su día a día con otras jóvenes como ella y varios tutores. Y aquí ocurre la escena más impactante, cuando los trabajadores sociales animan a que cada interna se presente a Carla. Y cada una de estas niñas-madre le cuenta la historia de su embarazo adolescente, todas vivencias duras, cuando no crueles, asociado a situaciones de maltrato por las parejas, trastornos de la conducta alimentaria, pederastia en el entorno familiar, drogadicción o intentos de suicidio. Y la idea del aborto flotando en cada una de ellas, si bien alguna tenía claro lo de seguir adelante: “Si tengo este niño va a ser la única persona que va a estar conmigo”. Y este puñado de jóvenes no profesionales nos deslumbra por la verdad que transmiten, gracias a la dirección de Pilar Palomero.
Y en "La Maternal" conviven madres adolescentes, algunas embarazadas y otras ya con sus bebés, y los trabajadores sociales que intentan brindarles un camino para que puedan forjar en el futuro una vida mejor. Y en ese ambiente, la rebeldía de Clara se manifiesta frente a todos, contra tutores y compañeras, contra su madre y contra sí misma. Observamos que los patrones de vida se repiten, porque su madre también fue una madre adolescente, pero que no contó con el apoyo que Clara recibe ahora. Y la historia se conjuga con la mezcla de familias desestructuradas, sexualidad incipiente y crítica social, pero también con educación emocional y responsabilidad afectiva,
Y en este centro las jóvenes comparten experiencias y viven nuevas situaciones a las que enfrentarse con su maternidad (el aborto, la pareja, la crianza,…), y ello con las canciones de Estopa o con la música street dance que le gusta bailar a nuestra protagonista. Pero con el nacimiento de Bruno aparece el instinto maternal de Clara: “Que soy primeriza, pero no tonta”, proclama cuando le intentan ayudar. Aunque la realidad es que, mientras pasea con su madre, alguien le dice aquello de “¿Estarás contenta con tu hermanito?”. Pero la crianza no resulta fácil al inicio y confiesa a su madre: “No me quiere. Le canto, le bailo, le doy de comer y sigue llorando. No sé qué hacer”. Aunque no le queda más remedido a Carla que transformar su rabia natural y transformarla en aprender a ser madre. También en estos tiempos de Tik Tok y redes sociales, allí donde tendrá que lidiar son ese tsunami de sensaciones y sentimientos de una adolescente que le tocaba quizás otra cosa, pero no ser madre.
Y, en la parte final del film, Clara regresa con su madre a casa, cierran el restaurante, observa jugar al fútbol a sus colegas de antaño, vuelve a montar en bicicleta e intenta reproducir su vida previa, pero la realidad es que ya nada es igual y tendrá que aceptarlo mientras los créditos aparecen al ritmo de los Estopa.
Y es así como explorar la realidad de Carla y otras madres adolescentes, la mayoría bajo una estructura familiar rota y una educación desordenada, abre la posibilidad a la reflexión y al debate. Porque la realidad siempre supera a la ficción. Y esta realidad es mundial, pero más marcada en algunos países. En el caso de España el número de nacimientos de madres adolescentes (menores de 20 años) crece entre 1996 (11.174) y 2008 (15.133), con un cambio de tendencia en los años siguientes, reduciéndose casi a la mitad en 2017 (7.839) y se mantiene en el 2020 y 2021 (7.228 y 7.202). Es así que la ratio sobre el total de estos tipos de nacimientos ocurridos en España, pasa de 3,08% a 1,99% entre 1996 y 2017, subiendo al 2,13% en 2021. Cifras que llevan detrás, en muchos casos, una historia como la de Clara y sus compañeras narradas en la película La maternal.
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