Hoy queremos dedicar este capítulo a una mujer que dejó una marca indeleble en la historia de las ciencias de la salud, en general, y de la enfermería, en particular. No solo está considerada como la fundadora de la enfermería moderna, sino que también fue muy destacada su labor en otras áreas como la estadística o el movimiento feminista. Aunque nació en Florencia, en realidad es una de las dos hijas de una familia británica acomodada en la que tuvo una gran educación, lo que unido a su carácter vital e independiente y a sentir una “llamada divina” para el servicio a los más necesitados, la convierten en una de las mujeres más admiradas de aquella sociedad británica victoriana. Hablamos de Florence Nightingale, un personaje de cine que dejó su impronta en el siglo XIX, pero también para la posteridad.
Un personaje y una vida así es carne de cañón para ser llevada a la gran pantalla, por lo que bien podemos afirmar que Florence Nightingale es “de cine” y al menos cinco películas (para el cine y televisión) han intentando transmitirnos su vida y legado. Y hoy queremos centrarnos en la película más actual y, posiblemente, la más interesante: Florence Nightingale (Norman Stone, 2008), una película producida por la BBC para la televisión y que contó con Laura Fraser en el papel principal.
La película comienza y termina con un largo texto que nos sitúa mucho en el contexto y la importancia de esta mujer. Comienza así: “En 1856, Inglaterra estaba en guerra con Rusia hacía más de dos años. Miles de personas morían por enfermedades y heridas recibidas en Crimea, una península al sur de Rusia. En esta catástrofe, una persona surgió a la fama. No fue un general ni un soldado… sino una mujer. Su nombre es Florence Nightingale. Esta es su historia basada en sus cartas y diarios personales”. Y la historia comienza cuando ella regresa exhausta en 1856 tras su labor en la Guerra de Crimea….y de allí, y mediante varios flashbacks, regresa a 1837 para narrarnos la historia que le llevó a ser una heroína nacional a la que dedicaban canciones y obras de teatro. Y para ello la protagonista se dirige continuamente al espectador para contarnos sus cuitas y desvelos, sus triunfos y fracasos, y donde vale la pena destacar como nos muestra la realización del llamado “Diagrama de la Rosa” (un gráfico absolutamente novedoso para su época en el que representaba, junto con el Dr. William Farr, tres variables: el tiempo, el número de muertes y la causa de la muerte) sobre las causas de mortalidad entre los soldados del hospital de Scutari.
Y finaliza con otro largo texto que cubre casi todos los títulos de créditos y que nos sitúa bien en el valor de esta mujer: “Florence Nightingale vivió otros 53 años y revolucionó la práctica de la enfermería. Creó nuevos estándares para el diseño y la administración hospitalaria, que actualmente siguen utilizándose como referencia. Su reporte confidencial nunca fue publicado, pero el trabajo de la Comisión Real llevó a cambios fundamentales en el cuidado de las tropas británicas. Florence Nightingale murió en Londres, aún soltera, el 13 de agosto de 1910. Tenía 90 años. El Día Internacional de la Enfermería se celebra en la fecha de su cumpleaños, el 12 de mayo. En 1883, la Reina Victoria le otorgó la Real Cruz Roja y en 1907 se convirtió en la primera mujer en recibir la Orden de Mérito del Reino Unidos. El Juramento Nightingale efectuado por los enfermeros al graduarse, fue creado en su honor en 1893. Sus restos descansan en el cementerio de la Iglesia de St. Margaret en East Wellow, Hampshire, Inglaterra”.
Pero vale la pena revisar las otras visiones cinematográficas, labor previamente realizada por mi compañero en la Universidad Miguel Hernández, el Dr. Manuel Sánchez-Angulo, en el artículo publicado recientemente en la revista Medicina y Cine, y que sintetizo a continuación.
- Florence Nightingale (Maurice Elvey, 1915), película británica en la época del cine mudo y que contó con Elisabeth Risdon para el papel principal.
- El ángel blanco (William Dieterle, 1936), superproducción de la Warner Bros que tuvo como protagonista a Kay Francis, la principal actriz del estudio, y que fue el primer biopic sonoro.
- The Lady with a Lamp (Herbert Wilxo, 1955), película británica rigurosa desde el punto de vista histórico (de hecho el título hace referencia a que fue conocida como "La Dama de la Lámpara", por su costumbre de realizar rondas nocturnas con una lámpara para atender a sus pacientes) y con la actriz Anna Neagle en el papel protagonista.
- Florence Nightingale (Daryl Duke, 1985), película británica para la televisión que se centra especialmente en el infructuoso romance entre Florence (Jaclyn Smith, especialmente conocida por su papel en la versión original de Los Ángeles de Charlie) y el poeta Richard M. Milnes (Timothy Dalton, antes de encarnar a James Bond), quien además es el narrador del relato. Aunque reproduce momentos de la vida de Florence en base a las versiones previas, cuenta con algunos errores históricos, por lo que se puede considerar la versión más débil.
Los puntos en común en todas estas versiones cinematográficas son la Guerra de Crimea (y el hospital de Scutari, donde desarrolló su labor junto a 38 enfermeras, entre ellas 15 monjas católicas), sus problemas con la burocracia militar, la reina Victoria, el perfil de Florence (luchadora, religiosa y respetuosa con los pacientes, a quien llamaba “mis hijos”) y su visión para luchar contras las malas condiciones sanitarias (porque la mayor parte de los soldados morían por cólera, disentería, fiebre tifoidea y no por sus heridas en combate) mediante la mejora de las instalaciones, la higiene, la comida y la estandarización de los cuidados. Cabe recordar que la Guerra de Crimea (1854-1856), ese conflicto entre Rusia y una amplia coalición que reunión a Gran Bretaña, Francia y el Imperio Otomano, significó un punto de inflexión en la política europea y fue el preludio del belicismo del siglo XX. Y como nos recuerda la historia (y hoy estas películas) el número de bajas fue enorme para la época (alrededor de 650.000 fallecimientos), pero donde lo llamativo de esta cifra es que tres de cada cuatro no cayeron en el campo de batalla, sino que fueron víctimas de enfermedades contraídas tanto en el frente como en los hospitales, tal como bien detectó (y combatió) Florence Nightingale, un ejemplo desde ayer para las enfermeras de hoy, un verdadero ruiseñor para la sanidad.
Y es así como en la escuela de enfermería Ferrand, del Hospital Arpar de Detroit, se creó en 1893 un juramento tradicional que es efectuado por los nuevos enfermeros, y que en honor a nuestro personaje denominaron como Juramento Nightingale y que dice así:
“Juro solemnemente ante Dios y en presencia de esta asamblea llevar una vida digna y ejercer mi profesión honradamente.
Me abstendré de todo cuanto sea nocivo o dañino, y no tomaré ni suministraré cualquier substancia o producto que sea perjudicial para la salud.
Haré todo lo que esté a mi alcance para elevar el nivel de la enfermería y consideraré como confidencial toda información que me sea revelada en el ejercicio de mi profesión, así como todos los asuntos familiares en mis pacientes.
Seré una fiel asistente de los médicos y dedicaré mi vida al bienestar de las personas confiadas a mi cuidado”.
Lo dicho, Florence Nightingale fue una enfermera de cine…
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