Es Hirokazu Koreeda un referente absoluto en cuanto al cine japonés contemporáneo se refiere y uno de los directores más prolíficos de la industria del séptimo arte, prácticamente con el estreno de una película cada año en la última década y con obras premiadas en los principales festivales del cine del mundo. Y, sin duda, el director por antonomasia de este proyecto que es Cine y Pediatría, y ello por su especial visión de la familia y la infancia, ese ecosistema peculiar en el que transcurre casi todo su universo cinematográfico. Ya hemos dedicado un artículo especial a este director, revisando las siete películas ya comentadas en este blog. Todo comenzó con Nadie sabe (2004), ese brutal relato de supervivencia contado a vista de niño; continuó con Still Walking/Caminando (2008), sobre la importancia del núcleo familiar, aunque sea una familia desestructurada unida por el cariño, el resentimiento y los secretos; Kiseki/Milagro (2011), ese milagro del reencuentro familiar de dos hermanos que viven separados y que nos acerca a la indisolubilidad espiritual de la familia; De tal padre, tal hijo (2013), nos plantea quién es nuestro verdadero hijo, si alguien con el que pasamos todo nuestro tiempo o alguien con el que compartimos la sangre; Nuestra hermana pequeña (2015), una profunda reflexión sobre cómo madurar sin la figura de los padres, y hacerlo en un hogar que es un espacio de supervivencia libre de resentimientos; Después de la tormenta (2017), ese infinito y delicado ecosistema producto de relaciones entre abuelos, padres e hijos; y Un asunto de familia (2018), allí donde Koreeda condensa todos los dilemas acerca de las relaciones humanas y familiares, rompiendo esquemas tradicionales. Y ahora llega Broker (2022), la primera de sus películas rodadas en Corea del Sur y con actores reconocidos del emergente cine coreano, para poner el contexto familiar bajo el tema nuclear de las adopciones.
Y es que desde hace casi tres décadas Koreeda lleva preguntándose qué es la familia, ese universo entre padre, hijos, hermanos, abuelos, nietos, tíos y primos. Y lleva años postulando que no es necesariamente la sangre la que determina tus raíces, sino los vínculos emocionales, los recuerdos y las experiencias vividas. El eterno debate entre “nature” o “nurture”, genética o educación… y todo ello bajo la visión del país del sol naciente. Se ha hablado en más de una ocasión de Koreeda como el heredero espiritual de Yasujiro Ozu, pues ambos son compatriotas y ambos centran buena parte de sus filmografías en examinar el funcionamiento de la familia japonesa en sus respectivas épocas. Ahora bien, no solo importante el qué, sino el cómo, y en el caso de Ozu sus imágenes perduran por la ética y la estética, y en Koreeda la estética no es su objetivo principal. Pero si Koreeda no destaca por su puesta de escena, sí sobresale en la dirección de actores, con elencos creíbles (y con especial mención a las interpretaciones de los niños y niñas). Y en Broker continúa este patrón temático y formal. El toque Koreeda sigue aquí…en esta peculiar "road movie" en furgoneta con cinco personajes seguidos muy de cerca por el coche de las dos agentes de la Unidad de Menores.
Todo comienza en una noche de lluvia torrencial, cuando la joven So-young (Lee Ji-eun, cantante y actriz surcoreana conocida como IU) abandona a su bebé a las puertas de una iglesia. Dos mujeres policías de la Unidad de Menores vigilan el lugar, la inspectora Su-jin (Bae Doona, la actriz principal de Un monstruo en mi puerta, July Jung, 2014), y su ayudante, la detective Lee (Lee Joo-young), a quien le dice: “No tengas un bebé si vas a abandonarlo”. Y meten al recién nacido en la ventanilla metálica para bebés que tiene disponible la Iglesia de la Familia de Busán. Allí dos hombres recogen al recién nacido, quien lleva una nota de la madre donde pone que se llama Woo-sung y que promete volver a por él, y ellos dicen al bebé: “Vas a ser muy feliz aquí”. Estos hombres, Sang-hyenon (Song Kang-ho, galardonado por su interpretación en Cannes, y uno de los más famosos actores surcoreanos, visto en Parásitos, Bong Joon-Ho, 2019), y y el joven Doing-soo (Gang Dong-won) se dedican a traficar con estos bebés abandonados para venderlos a padres dispuestos a pagar una tarifa. Cuando So-young regresa a la iglesia, arrepentida, descubre el negocio ilegal de ambos hombres y decide unirse a ellos para encontrar a los padres adoptivos más adecuados.
Y todos estos protagonistas parten hacia un inusual viaje por carretera en busca de los mejores compradores del bebé, y en donde iremos descubriendo el pasado de cada uno nuestros protagonistas: Sang-hyenon está separado y su ex mujer e hijos viven en Seúl; Doin-soo regresa al orfanato donde se crió y desde allí se les suma al viaje un niño ya mayor amante del fútbol que sigue sin ser adoptado; conoceremos que So-young ha asesinado al padre de su recién nacido, pues ella ejercía de prostituta, y lo hizo por decirle que el niño no debía haber nacido y querer quitárselo (y ahora su verdadera mujer busca al pequeño); y las dos agentes pasan la mayor parte del tiempo dentro del coche, con la misión de atrapar a estos traficantes de bebés con las manos en la masa, y con un pensamiento muy fundado: “Es una irresponsable. Tener un bebé y abandonarlo así”. Y las interacciones entre ellos se cruzan y cambian, en una continua reflexión sobre el sentido de la familia. Y se mezclan las escenas más simpáticas (como cuando acuden a urgencias pediátricas con el recién nacido y Sang-hyenon le dice a la madre: “Es normal que tengan fiebre. Es que están creciendo”) con otras más profundas (“¿Es que matarlo antes de que nazca en vez de abandonarlo, es menos pecado?”, pregunta la joven madre a la inspectora).
Y durante más de dos horas de metraje, son varias las oportunidades para preguntarnos en la actitud de cada personaje, ¿dónde empieza la maldad y dónde acaba la bondad? Pues es más que evidente la ilegalidad e inmoralidad del tráfico de bebés, pero tal como nos lo presenta Koreeda no será fácil definir quién obra bien y quién mal: la joven madre decide no abortar y entregar su bebé en una iglesia que ha instalado una caja de recién nacidos; los traficantes de bebés los salvan de la muerte o de una vida muy precaria; los compradores en el mercado negro de bebés, con gran deseo de ejercer una paternidad que no pueden conseguir por vía natural, tiene la disposición de darles la mejor de las vidas,… Porque quizás el propio título de Broker nos pone en la pista de esta película. Porque si se define como un bróker a la persona que actúa como intermediaria en operaciones de compra y venta de valores financieros y acciones que cotizan en bolsa, aquí estos valores son los recién nacidos de adopción.
Broker es una emotiva road movie que parte de un tema escabroso y acaba convirtiéndose en un bálsamo para el corazón, donde el cariño y afecto se apodera de cada uno de los protagonista, que acaban constituyen una familia… para acabar agradeciendo cada uno el haber nacido.
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