sábado, 2 de marzo de 2024

Cine y Pediatría (739) Dramas adolescentes basados en hechos reales

 

Las películas sobre desapariciones y secuestros de niños, niñas y adolescentes es un tema que hemos revisado de forma recurrente en Cine y Pediatría, en títulos como En lo profundo del océano (Ulu Grosbard, 1999), El fuego de la venganza (Tony Scott, 2004), Adiós pequeña, adiós (Ben Affleck, 2007), El intercambio (Clint Eastwood, 2008), The Lovely Bones (Peter Jackson, 2009), Silencio de hielo (Baran Bo Odar, 2010), La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014), La habitación (Lenny Abrahason, 2015), Searching (Aneesh Chaganty, 2017), Sonido de libertad (Alejandro Monteverde, 2023) o Cerdita (Carlota Pereda, 2023), entre otras.         

Pero cuando esas desapariciones y secuestros están basadas en hechos reales, los hechos son más dolorosos: unos padres y familiares rotos; medios de comunicación al acecho; la investigación policial; el tiempo que pasa como una losa, sin noticias; el cuerpo que aparece (o no); etc. Porque si es dura la muerte de un hijo, su desaparición resulta aterradora. Y hoy queremos recordar esta situación en tres historias reales de adolescentes desaparecidos y con final no feliz, y que se suman a la película ya comentada la semana pasada: El secuestro de Amber (Keoni Waxman, 2006).  

Tres películas, todas con elevado impacto mediático, con el trágico protagonismo de una adolescente australiana y otras dos adolescentes españolas, que todavía recordamos. Dramas adolescentes basadas en hechos reales en las antípodas del mundo. 

- Una chica perfecta (Simone North, 2009), peculiar traducción del título original In Her Skin (I Am You), inspirado en el libro “Perfect Victim” de Elizabeth Southall, la madre de la adolescente Rachel, y Megan Morris, una reportera de investigación. Una película narrada en tres partes, correspondiente a sus principales protagonistas, recurriendo a diversas analepsis (flashback) y prolepsis (flashforward): Mike y Elizabeth, los padres, interpretados por Guy Pearce y Miranda Otto; Caroline, la adolescente con baja autoestima que perpetra el asesinato, interpretada por Ruth Bradley; y Rachel, la víctima, interpretada por Kate Bell. 

Todo comienza el 1 de marzo de 1999, cuando Rachel Barber, una chica de 15 años amante del ballet, no llega a la parada del tranvía donde le esperaba su padre. A partir de aquí la búsqueda desesperada de los padres y la indiferencia policial inicial. Retrospectivamente conocemos cuatro años antes a una vecina suya, Caroline Reed, a la que conocemos escribiendo sobre su acoso escolar en un ordenador: “De verdad que necesito ayuda”. Los padre se acaban de separar y madre e hija no se soportan: “Querida mamá. No soy la hija perfecta que querías. Soy una maldita cosa gorda, fea y egoísta. Deberías haber abortado”. Una chica demasiado complicada, depresiva y con ocasionales ataques epilépticos, que quiera la estima de su padre (Sam Neill): “Perdón por no ser perfecta. Me odias…Soy lo que soy y nunca encajaré”. Y de ahí, la historia regresa a ese presente donde narra el encuentro con su ex vecina, Carolina, la chica perfecta a diferencia de ella y a la que propone un negocio que es la coartada para llegar a un hecho tan atroz que solo su perturbación mental podría concebir. Y cuando los trágicos hechos ven la luz, los padres de Rachel hacen ese viaje de la ansiedad y miedo hacia el paradero a ese estado atónito de tristeza y extraña paz interior. Que nada cambia el que Caroline fuera condenada a 20 años de prisión. 

- El caso Wanninkhof, una doble tragedia (Fernando Cámara y Pedro Costa, 2008), telefilme en dos capítulos sobre este hecho real (pero con nombres cambiados), cuyo título es el de los dos grandes protagonistas de este asesinato de una adolescente de 19 años que conmocionó nuestra país: Victoria Álvarez es el título de la primera parte, interpretada por Luisa Martín (y que en la realidad es Dolores Vázquez); y Robin Jones es el título de la segunda parte, interpretado por Frank Feys (y que en realidad es Tony Alexander King). Porque el ambiente de histeria popular creado por los medios de comunicación y un juicio plagado de irregularidades por parte de las autoridades policiales y judiciales, conllevó una condena con errores judiciales de gran magnitud, incluyendo la anulación de la presunción de inocencia. 

Todo comienza el día de los hechos, un 9 de octubre de 1999, en la localidad malagueña de Mijas, cuando es asesinada Rocío Wanninkhof (Valentina Burgueño). Finalmente la Guardia Civil detuvo como sospechosa del crimen de la adolescente a Victoria Álvarez, quien fue el amor lésbico de su madre y madrina de Rocío. Y no fueron los hechos lo que se juzgaron, sino su persona, pagando por su carácter huraño y frío, con pocos amigos, además del hecho de ser lesbiana. Fue carne de cañón al ser sometida a un juicio popular y ser condenada un año después a 15 años y un día de cárcel (aunque pudo salir a los 17 meses, pero ya con la vida destrozada). En este proceso tuvo la defensa de un abogado (Pedro Apalategui en la realidad, interpretado por Juanjo Puigcorbé), quien no pudo vencer el móvil del despecho hacia la madre de Rocío, de quien se separó años antes. 

Y fue el asesinato de otra adolescente de 17 años, Sonia Carabantes, el 14 de agosto de 2003 en la localidad malagueña de Coín, y la coincidencia de hechos y pruebas de ADN, los que pusieron la pista en un ciudadano británico afincado por esos lares, Tony Alexander King. De ahí la doble tragedia del título de esta película: el asesinato de dos adolescentes (Rocio Wanninkof y, luego, Sonia Carabantes) y la condena errónea de Dolores Vázquez, quien tuvo que huir a su localidad coruñesa de Betanzos y quien, dos décadas después, nunca recibió una indemnización ni un disculpa pública por el daño causado a su persona. Y así finaliza esta película fiel a los hechos (aunque se cambien los nombres), con nuestra falsa culpable mirando a la cámara y diciéndonos: “Yo no maté a Rocío”. 

Decir que un hecho así ha visto otras versiones en la pantalla, con dos películas documentales: El caso Wanninkhof-Carabantes (Tània Balló, 2021) y Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof (Noemí Redondo, 2021), siendo esta última donde la propia protagonista de uno de los mayores errores judiciales de la historia reciente de España aborda preguntas no antes respondidas. 

- El secuestro de Anabel (Pedro Costa, 2010), uno de los films de la serie televisiva La huella del crimen, y que narra otro asesinato mediático, el de la adolescente de 19 años, Anabel Segura, ocurrida el 12 de septiembre de 1993. Un veraz análisis de los hechos de este caso que movilizó a todo un país pidiendo la liberación de Anabel, incluso en el famoso programa de Paco Lobatón, “¿Quién sabe dónde?”, y cuya lucha se vio simbolizado por un lazo amarillo. 

Todo comienza con el encuentro de dos viejos amigos, que no se veían hace años, en un bar de Vallecas. Tanto Antonio (en la realidad, Emilio Muñoz, interpretado por Enrique Villén) como Cirilo (en la realidad, Cándido Ortiz, interpretado por Juan Codina) viven malos momentos laborales y personales y ahogan sus penas en alcohol; al salir, se dieron una vuelta por la Urbanización Intergol en el barrio residencial de La Moraleja y allí ven a una joven haciendo jogging, Anabel Quintana (nombre ficticio de Anabel Segura, interpretada por Polina Kyryanova), a quien secuestran de forma impulsiva. 

Un secuestro absurdo, totalmente improvisado, que termina de la forma más trágica. Pues aunque pidieron un rescate de 150 millones de pesetas y no se les detuvo hasta dos años después, lo cierto es que asesinaron a la adolescente en la primera noche, por no saber qué hacer con ella. La historia de uno de los pocos secuestros extorsivos en España y una actuación chapucera de unos ciudadanos comunes sin experiencia en la delincuencia y que terminó en tragedia. Como anécdota, cabe decir que la mujer de Antonio es interpretada de nuevo por Luisa Martin, quien aparece en dos de las historias más mediáticas de dramas adolescentes en nuestro país. 

Hoy hemos revisado tres dramas adolescentes basados en hechos reales. En el caso de los acaecidos en España, fueron dos profundas chapuzas: en el caso Rocío Wanninkhof fue una chapuza policial y judicial, y en el caso Anabel Segura fue una chapuza de los delincuentes. Pero en todos con el mismo trágico final. Y el cine no es ajeno a este dolor.

 

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