La migración es un fenómeno creciente en el mundo, alimentado por las persistentes desigualdades, la falta de oportunidades y las tensiones sociales. Migraciones del campo hacia las ciudades, o desde sus países de origen hacia países desarrollados, con la esperanza de mejorar sus niveles de vida y encontrar mejores opciones para su desarrollo personal. Hay múltiples motivos para explicar el crecimiento en la migración internacional (aunque es un hecho que ha existido siempre), que sigue siendo un claro indicador de que los derechos y necesidades de millones de personas no está siendo satisfechos y cuya cara más dura es la desintegración familiar. Se estima que hay un total de 190 millones de migrantes internacionales en todo el mundo. Y entre ellos hay muchos niños y niñas en tránsito. Y todos ellos merecen protección, atención y toda la ayuda necesaria para salir adelante, pasando a un segundo lugar aspectos como por qué abandonaron su hogar, cuál es su lugar de origen, dónde se encuentran o por qué llegaron allí.
Desde Cine y Pediatría este es un tema que se ha analizado desde diversos puntos de vista en películas de diferentes nacionalidades, y un ejemplo es el film revisado la semana pasada: la película francesa Mi hermano pequeño (Léonor Serraille, 2022), alrededor de una madre y dos hijos que viajan de Costa de Marfil a Francia. Pero donde también recordamos: la película estadounidense La buena mentira (Philippe Falardeau, 2014) sobre un grupo de niños huérfanos de Sudán que son acogidos en Estados Unidos; la película mexicana Los lobos (Samuel Kishi, 2019), con una madre y dos hijos que viajan de México a Estados Unidos; la película estadounidense Minari. Historia de mi familia (Lee Isaac Chung, 2020), alrededor de una familia surcoreana en busca del sueño americano; la película española Adú (Salvador Calvo, 2020), una de cuyas historias es la de dos hermanos de Camerún que llegan a España; la película belga Tori y Lokita (Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne, 2022), dos niños que se desplazan de Benín a Bélgica; la película francesa La brigada de la cocina (Louis-Julien Petit, 2022), sobre diferentes jóvenes inmigrantes de muy diferentes nacionalidades (bajo el conocido acrónimo de MENA) de diversas nacionalidades que se establecen en Francia; o la película española Chinas (Arantxa Echevarría, 2023), dos niñas y una adolescente chinas en busca de su identidad e integración en España.
Y hoy llega una más: la película estadounidense Collisions (Richard Levien, 2018), la cual explora el devastador impacto que podría tener en los inmigrantes la política de administración Trump a través de una familia mexicana, de nuevo una madre con sus dos hijos (este conjunto vemos que se ha repetido en varias historias de las ya analizadas). Un film que comienza así: “Cada cuatro minutos, un niño ciudadano de los Estados Unidos es separado de unos de sus padres por deportación”. Y tras una escena donde la policía irrumpe armada en una casa de hispanos, otro cartel muy significativo: “Some are under a lucky star and some are born into collisions. Mexican Proverb”. Un cartel en inglés que nos descubre la palabra que es el título de esta película: Collisions. Y cuyo guion es una adaptación de la historia del novelista Malin Alegria. Realmente tiene un formato por sus personajes y su entorno bastante similar a la película Los lobos, previamente referida.
Yoana (Ana de la Reguera) emigró de Oaxaca a Estados Unidos con sus dos hijos, Itan (Izabella Álvarez) y Neto (Jason García Jr.), y ahora trabaja en la limpieza en varios lugares para salir adelante. Itan es una adolescente de 12 años en la actualidad, estudiosa e inteligente, quien también debe hacerse cargo de su hermano de 8 años; hablan ya inglés y no les apetece ser mexicanos. Un día llegan del colegio y su madre no está (lo que enlazamos con la primera escena de la película), por lo que pasan a los Servicios de Protección Infantil: “Nos cuesta encontrar una familia que quiera cuidar dos niños”. La única posibilidad es que se haga cargo un hermano de la madre, el tío Evencio (Jesse García), camionero de profesión, quien vive solo y con pocos apegos, tampoco a sus sobrinos.
A partir de ahí comienza una particular “road movie” por las interminables carreteras de los Estados Unidos, pues viajan en camión en busca de Yoana, antes de que la deporten, tarea no fácil pues hay alrededor de 700 centros de detención en el país y no les informan dónde la han trasladado. Reciben el mensaje que se encuentra en Fénix, y hacia allá se dirigen, en un viaje donde Evencio se acompaña de bebida, canciones mexicanas y mujeres de compañía. Pero, como tantas veces hemos visto, el viaje mejora la sintonía con sus sobrinos, a los que acaba protegiéndoles de los peligros que acompañan al viaje. “Si mamá se va a México, ¿podemos vivir contigo?”, le pregunta Neto. Aunque Itan acaba descubriendo un secreto sobre su tío y su padre fallecido.
Es finalmente en Tijuana donde se reeencuentran y reconcilian. Y entre lágrimas… y todo por decir, finaliza. Sin final feliz. Sin soluciones. Con más preguntas que respuestas ante la migración y ante los hijos de la migración. Porque el camino de la vida (y de la Green Card) es muy duro. Y con algunas leyes, más. Porque la infancia de la migración es una realidad cada vez más patente.
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