La adopción ilegal (o irregular) se puede definir como el delito cometido por personas o instituciones que participan, promueve, toleran o se lucran de la adopción ilegal de un menor, lo que suele ir unido al tráfico de personas, falsificación de documentos, alteración de la identidad, secuestro o soborno. Se conoce que existe esta práctica en prácticamente todo el mundo, pero los datos estadísticos son difíciles de obtener. Es cierto que los acuerdos y la legalidad sobre la adopción (nacional e internacional) y los controles estatales sobre las empresas de adopción han reducido este problema, pero en algunas regiones del mundo sigue siendo un negocio.
Diversas películas han abordado este problema en sus historias, algunas ya recogidas en Cine y Pediatría, como la argentina Nordeste (Juan Diego Solanas, 2005), la española La adopción (Daniela Fejerman, 2015) o la surcoreana Broker (Hirokazu Koreeda, 2022). Y hoy volvemos a tratar este tema tan particular con la película francesa El sexto hijo (Léopold Legrand, 2022), en base a una libre adaptación de la novela “Pleurer des rivières” de Alain Jaspard, y que fue nominada como mejor ópera prima en los Premios César de aquel año.
Dos parejas llegan a un acuerdo ilegal que pone a un ser humano recién nacido en el centro de este drama. Franck (Damien Bonnard), un chatarrero, y Meriem (Judith Chemla), su mujer, tienen cinco hijos y el sexto está en camino, y viven todos en una caravana en el extrarradio de la ciudad con problemas económicos. Julien (Benjamin Lavernhe) y Anna (Sara Giraudeau) son abogados y no pueden tener hijos. Franck y Julien coinciden como cliente y abogado en un juicio por un robo y que supone el inicio de un acuerdo imposible, pero que no será tal. Franck acaba de perder su furgoneta, que es su herramienta de trabajo, por lo que al conocer la situación familiar de su abogado, trata de ofrecerle el sexto hijo que viene en camino a cambio de un acuerdo económico.
Julien y Anna ven como una locura esta propuesta al principio, pero al final surge la pregunta entre ellos: “¿Quieres comprar un bebé?”. Y Anna busca una forma legal a través de la adopción simple, de forma que ellos le educarían y llevaría su apellido, aunque sus padres biológicos seguirían siendo sus padres. Algo que su entorno social no lo entendería y a lo que Julien se opone, más siendo abogado y le recuerda a su esposa: “Artículo 2254: ¡Tráfico de seres humanos: 20 años de cárcel, 3 millones de multa!”. Pero la situación de Anna ha acabado siendo irrespirable tras siete años buscando familia con distintos tratamientos de reproducción asistida y cinco negaciones de adopción (tanto nacional como internacional), pues en el informe psicológico se indicaba siempre que el bebé solo sería para llenar el vacío de la infertilidad materna. Y hastiada ante ello, decide seguir ese camino pese a la negación del marido y su pregunta directa: “¿Y te parece un buen motivo para ir a la cárcel?”. Y es así que Anne se hace pasar por la hermana de Meriem en los controles obstétricos, donde comparten las primeras ecografías y primeros latidos, pero también conversaciones sobre el deseo de que el pequeño sea bautizado (aunque los nuevos padres no son creyentes). Y ello a cambio de dinero. Y a medida que se acerca el momento del parto, la propia Anne se hace pasar por embarazada ante los compañeros del bufete de abogados de su marido. Pero eso solo empeora la relación de pareja.
Y es que el cine francés es capaz de manejar las situaciones más complicadas con especial sentido y sensibilidad, sin dramatismos o ñoñerías de telenovelas. El momento del parto con las madres en el paritorio, los padres en el coche, Lila es el nombre del nuevo ser que llega de madrugada. Y el intercambio tras salir del hospital. Unos contarán que han perdido el bebé mientras rezan un Avemaría con el resto de sus hijos, otros harán realidad su embarazo ficticio y presentaran al nuevo miembro a la familia. Pero la felicidad aparente dura poco… Todo error se paga. Y el espectador lo descubrirá como las declaraciones del juicio.
Un buen planteamiento sobre la maternidad frustrada, interesante y que da que pensar, y que nos pone frente a esa contraposición de puntos de vista y lo que para algunos es un horror fundamentado en la ilegalidad, para otros puede ser un modo de mejorar la calidad de vida de un menor. Todo un debate moral y emocional. Un puzle razonable y equilibrado, en que se manejan bien los elementos emocionales, y con el mérito de saber resolver bien, sin caer en extremos sentimentales o tremendistas, y con un mérito destacado: el buen hacer de sus cuatro protagonistas. Y ese final con Anna, Meriem y Lila que cabe no descubrir.
Es El sexto hijo una vuelta de tuerca más al tema de la adopción ilegal. Y aunque, aparentemente, el acuerdo que se podía establecer entre estas dos familias que hoy hemos conocido pudiera parecer beneficioso para ambas y, quizás también, para el nuevo recién nacido, lo cierto es que es clave la protección jurídica del menor, que pasa de ser un elemento pasivo dentro de la familia, a ser sujeto de derechos fundamentales que necesitan ser protegidos. Y es conocido que, por otra parte, la adopción ilegal y el tráfico de bebés suelen ir unidos en muchas ocasiones a los delitos de tráfico de personas, falsificación de documentos, alteración de la identidad, secuestro, soborno, abuso de menores y en ocasiones rapto, abuso sexual de menores y prostitución infantil. Y ello da igual que sea el primer hijo, el segundo… o el sexto hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario