lunes, 1 de julio de 2024

Entre el decálogo profesional del médico del futuro y el decálogo de los pecados de la Medicina

 

Hace varias décadas ya, se publicó en la revista Medicina Clínica un decálogo profesional sobre el médico del futuro: 
1. Un médico que trate enfermos, no enfermedades 
2. Un médico con actitud crítica 
3. Un médico comunicador y empático 
4. Un médico responsable individual y socialmente 
5. Un médico que tome buenas decisiones para el paciente y para el sistema 
6. Un médico líder del equipo asistencial 
7. Un médico competente, efectivo y seguro 
8. Un médico honrado y confiable 
9. Un médico comprometido con el paciente y con la organización 
10. Un médico que vive los valores del profesionalismo 

Y es una reflexión que hago con mis alumnos en cada grupo de rotatorio en el taller de comunicación médico-paciente, Y que como allí comentamos, es un decálogo que aceptaríamos como válido para cualquier profesión, pero que es capital en una profesión tan humana y humanista como es el ejercicio de la Medicina. 

Pues bien, frente a este decálogo, vale la pena reflexionar sobre otro decálogo, el de los pecados de la Medicina y que fueron descritos como siete hace un tiempo por el médico británico Richard Asher, pero al que se le han añadido tres, quizás por haberse vuelto más evidentes actualmente. 

1. Oscuridad. Las palabras habladas y escritas existen para facilitar la comunicación entre las personas, por lo que el uso de palabras y expresiones complicadas dificulta la comprensión del paciente, quien es el más interesado en entender su propia enfermedad. Así, nuestra falta de claridad verbal (cabe evitar tecnicismos con los pacientes) y el uso de mala caligrafía hace más oscura la comunicación. 

2. Crueldad. Asher define algunas de estas crueldades, como comunicar un diagnóstico de una enfermedad grave sin el mínimo de empatía o dejar de comunicar aquellas cosas cruciales para el paciente, someter a los pacientes a exámenes, tratamientos y procedimientos inútiles, innecesarios y molestos, o someter a personas en fase terminal a tratamientos que solo aumentan su sufrimiento. 

3. Falta de educación. Porque en relación a los pacientes hay cosas fundamentales como presentarse al hacer el primer contacto y siempre demostrar buenos modales al tratar con personas ya fragilizadas por la enfermedad. Es decir, utilizar “la medicina basada en la etiqueta” ya publicada en NEJM. 

4. Hiperespecialización. No es que esté mal que un médico se especialice en determinada área, lo que parece ser un problema es el resultado de fragmentar los cuidados de las personas, con resultados no siempre benéficos. 

5. Espanofilia. Término que viene a referirse no el amor a lo español, sino al amor por lo raro. Esto es muy común en algunas fases de la vida profesional y en determinadas especialidades, donde se pueda dar preferencia a lo raro y se dejan pasar cosas comunes. 

6. Mal sentido. Como contraposición al buen sentido, básico para cualquier aspecto de la vida y más en el desarrollo de la profesión médica. 

7. Pereza, Y que es diferenciada por Asher como física (no realizar una adecuada anamnesis y exploración física) y mental (no profundizar en el estudio para reflexionar, cuestionar y sacar sus propias conclusiones). 

Y tras estos siete pecados capitales descritos por Asher, tres más propios del estado actual de nuestra profesión. 

8. Prisa. La prisa no es una buena consejera, ni para el tiempo que dedicamos a una consulta médica ni para los tiempos de curación previstos. En un mundo internético cada vez más virtualizado e inmediatista, merece hacer una reflexión al respecto. 

9. Neomanía. Es decir, esa tendencia a pensar que todo lo que es más nuevo es mejor simplemente por ser más nuevo. Esto nos lleva al exceso en el uso de nuevos medicamentos y tecnologías que no siempre son beneficiosos y que muchas veces no añaden nada a los cuidados más allá de su costo exorbitante. Aplicar la prevención cuaternaria y algunos pasos del “menos es más” puede resultar importante. 

10. Certeza. Se dice que existen pocas cosas más peligrosas que un médico lleno de certezas, pues en nuestra profesión lo que tenemos, la mayoría de las veces, son varias probabilidades, las cuales deben ser combinadas entre sí para llegar a una determinada conclusión. Es el reconocimiento de nuestras incertidumbres lo que puede hacer que el médico actúe en pro de la seguridad del paciente. 

Y es que conocer lo que debemos hacer y no hacer es un buen comienzo para ser mejores profesionales de la Medicina. Y estos dos decálogos (no el de Moisés) permiten una reflexión. Y reflexionar bien vale la pena…

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