Aunque el cine coreano es centenario, su desarrollo ha sido desde siempre irregular, marcado por la dependencia al régimen político que hubiera en cada momento y los avatares que, como la ocupación de Japón de 1910 a 1945 o la guerra de Corea de 1950 a 1953, fue un desastre para la industria cultural del país. Hay que esperar a la década de los 90 cuando comienza el auge del cine de Corea del Sur, con un mercado propio dispuesto para invertir en grandes producciones y con gran éxito de público. Si a ello le sumamos el reguero de premios y éxitos alrededor del mundo, tenemos un cine que, desde el comienzo del siglo XXI son muchas las voces que lo reivindican como uno de los más estimulantes y de mayor calidad del panorama internacional. Una fábrica de relatos apasionantes con un tratamiento narrativo único y una facilidad pasmosa para dejar al respetable clavado en la butaca con unos libretos imprevisibles.
Porque el cine coreano merece ser estudiado con atención, o al menos revisar a sus directores y films más conocidos en el panorama internacional, con al menos cuatro nombres claves. Kim Ki-duk; Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera (2003), Hierro 3 (2004), El arco (2005), Time (2006), Aliento (2007). Bong Joon-ho: Memories of Murder/Crónica de un asesino en serie (2003), Mother (2009), Rompenieves (2013), Okja (2017), Parásitos (2019). Kim Jee-woon: The Quiet Family (1998), A Bittersweet Life (2008), El bueno, el malo y el raro (2008), Encontré al diablo (2010), El imperio de las sombras (2016). Park Chan-wook: Oldboy (2003), Stoker (2012), La doncella (2016), Decisión to Leave (2022) y su trilogía de La venganza. Directores de nombre difícil de recordar, pero películas difíciles de olvidar. Pero son muchos más los nombres, y algunos ya forman parte de la familia de Cine y Pediatría, donde se encuentra Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), gran triunfadora de los Óscar de aquel año por méritos propios, pero también Sang Woo y su abuela (Jibeuro) (Lee Jeong-hyang, 2002), Princesa (Han Gong-Ju) (Lee Su-jin, 2013) y Un monstruo en mi puerta (July Jung, 2014) y quizás también Minari, Historia de mi familia (Lee Isaac Chung, 2020), pues aunque la película es estadounidense, el director y la historia es simbólicamente coreana. Porque si algo saber hacer el cine de Corea del Sur es abordar sin tapujos las miserias de su aparente opulenta sociedad.
Y hoy enlazo con la tercera parte de esa mítica trilogía de la venganza de Park Chan-wook, Sympathy for Lady Vengeance (2005), porque su actriz protagonista, Lee Young-age, es la actriz principal de nuestra película de hoy, un drama con tintes de thriller de una madre en busca de su hijo desaparecido: Llévame a casa (Kim Seung-woo, 2019), ópera prima en la dirección de este actor habitual, quien logra mantener el interés de la historia por los giros de guion y por mostrar una realidad que no es ajena a uno de los países tecnológicamente más avanzados del mundo.
Vamos descubriendo al inicio de la historia que unos padres buscan desde hace 6 años a su hijo desaparecido, Yoon-su. La madre, Jung-yeon (Lee Young-ae) es enfermera y el padre lleva tiempo sin trabajar, dedicado a una búsqueda incesante con las octavillas del menor desaparecido. Se relacionan con una asociación de niños desaparecidos y con familias que han pasado por similar trance, y a uno de estos niños reencontrado le llega a decir Jung-yeon: “Tengo un hijo igualito a ti, pero lo he perdido”. Los sentimientos de culpa emborronan sus vidas y se preguntan: “¿Volveremos a vivir como antes? Cuando al fin regrese, ¿podremos volver a la normalidad?”.
Cuando el padre intenta retomar su vida laboral como profesor, un absurdo accidente de tráfico acaba con su vida. Jung-yeon no tiene muchos motivos para vivir y las posibilidades del suicido rondan su cabeza. Entonces recibe una llamada, con extorsión por medio, de que creen que han visto a su hijo en un puesto de pesca de la isla de Naebu, en un chico por nombre Min-su que parece tener algunos de los rasgos físicos descritos en las octavillas. Un niño que, junto con otro algo menor, Jin-ho, forman parte de una familia disfuncional que les propician todo tipo de maltrato físico y psicológico, incluido el abuso sexual, como reflejo de la corrupción social y policial que les rodea. Y en ese ambiente aparece la madre coraje que todas las madres llevan dentro y no se rinde por descubrir una verdad que le ocultan, incluso con la violencia: “Hijo, te prometo que te encontraré”. Pero antes de que el mar se lleve en el rompeolas a su supuesto hijo, Min-su/Yoon-su, tiene tiempo para decirle: “Perdóname, hijo. ¡Siento haber llegado tan tarde!”.
Un final muy duro y oscuro, pero donde el detalle de esa uña partida del pie de carácter familiar abre la puerta a la esperanza. Y al final, dos años más tarde, se nos muestra en un día luminoso que Jung-yeon habla por teléfono con Jin-ho, que la llama mamá, y nos damos cuenta que siguen buscando a Yoon-su. De hecho, la madre acude a un orfanato y al ver a un niño con una marca en la oreja, sonríe.
No es Llévame a casa quizás el mejor ejemplo de película coreana de renombre, pero si nos devuelve otra mirada de una lacra de carácter internacional como es la desaparición de menores, una crisis que ha afectado y sigue afectando al mundo, con organizaciones que estiman que unos 8 millones de menores desaparecen cada año. Un problema que afecta a todos los continentes, especialmente alarmante en Latinoamérica, pero del que no es ajeno Estados Unidos o Europa (en España se estiman unas 20.000 denuncias anuales) y donde los datos al respecto África y Asia quizás no sean tan concretos.
Una tragedia que trasciende fronteras y afecta a todos los sectores de la sociedad, y que en Cine y Pediatría hemos revisado bajo el prisma de la filmografía principalmente estadounidense: En lo profundo del océano (Ulu Grosbard, 1999), El fuego de la venganza (Tony Scott, 2004), Adiós pequeña, adiós (Ben Affleck, 2007), El intercambio (Clint Eastwood, 2008), The Lovely Bones (Peter Jackson, 2009), La habitación (Lenny Abrahason, 2015), Searching (Aneesh Chaganty, 2017), Sonido de libertad (Alejandro Monteverde, 2023), o Amber: The Girl Behind The Alert (Elizabeth Fisher, 2023). Y menos desde otras filmografías, como Alemania (Silencio de hielo de Baran Bo Odar, 2010), Australia (Una chica perfecta de Simone North, 2009) o España (El caso Wanninkhof, una doble tragedia de Fernando Cámara y Pedro Costa, 2008; El secuestro de Anabel (Pedro Costa, 2010); La isla mínima de Alberto Rodríguez, 2014; o Cerdita de Carlota Pereda, 2023). Y hoy revisamos esta lacra que es la desaparición de menores desde Corea del Sur, desde una filmografía particular y en auge.
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