Es Marco Bellocchio un experimentado director y guionista italiano, quien sigue activo a los 84 años de edad. Son, pues, seis décadas donde se ha dedicado a contar historias con unas claras señas de identidad de su cine: su compromiso con el pensamiento de izquierdas y su mirada crítica hacia la sociedad. Y así fue desde su ópera prima en el largometraje, Los puños en los bolsillos (1965), hasta su última obra hasta el momento, El rapto (2023); y, entre ellas, obras como China está cerca (1967), Noticias de una violación en primera página (1972), En el nombre del padre (1972), La sonrisa de mi madre (2002), Buenos días, noche (2003), El traidor (2019) o Exterior noche (2022).
Y hoy nos convoca su última obra, El rapto (2023), la historia real del niño judío secuestrado por el Vaticano en el siglo XIX y conocido como el caso Mortara, un drama familiar con amplias repercusiones políticas. La historia real fue la siguiente, y ello se intenta reflejar en la película. En 1858, en Bolonia, que entonces formaba parte de los Estados Pontificios, la policía se llevó a Edgardo, el hijo pequeño de seis años de la familia Mortara, y lo condujo al Vaticano por orden del Papa Pio IX. Los Mortara eran comerciantes judíos que vivían en el gueto de la ciudad. Cuando siendo un bebé Edgardo había enfermado, la criada de la familia, una chica católica de escasas luces llamada Anna Morisi, decidió bautizarlo en secreto para salvar su alma en caso de que falleciera. Esta información llegó tiempo después a oídos del inquisidor local, Pier Gaetano Feletti, que ordenó que se le arrebatara el niño a la familia para educarlo en la fe católica. Según una antigua norma papal, cualquier cristiano podía improvisar un bautizo para salvar el alma de un crío en peligro de muerte. Y una vez bautizado, el infante pasaba a ser cristiano.
Y en el filme, y durante su metraje de 134 minutos, conocemos a Edgardo niño (Enea Sala), en el contexto de su familia, con siete hermanos más, hasta el Edgardo adolescente y joven (Leonardo Maltese), ya totalmente abducido por su formación católica, junto con otros muchos niños en su misma situación, y junto al Papa Pio IX (Paolo Pieroboron), quien le coge una especial estima. Baste recordar esa escena en el salón en la que el Papa come con los niños que ha cogido a su cargo y pregunta: “¿Alguien puede decirme que es un dogma?”. Y la contestación del niño Edgardo, tras el silencio del resto: “El dogma es una verdad de fe, en la que se cree sin cuestión alguna y sin discusión, porque viene directamente de Dios”. Y el Papa le responde: “¡Bravo Edgardo! Me has costado caro, pero me has compensado ampliamente. Dios obró un milagro al confundir a esos canallas que querían secuestrarte, pero afortunadamente sigues aquí”. Y ello porque la película es una continua la lucha de la familia (y también del pueblo) para tratar de recuperar a su hijo ante esta acción de la Iglesia Católica. Y donde la madre lamenta: “Sigue allí en Roma solo. Lo llenan de mentiras. ¿Me devolverán a mi hijo después de todo esto?”.
Y Bellocchio nos lo narra en estilo casi documental, aplicando las fechas concretas a los fotogramas, desde el presunto bautizo en la noche del 24 de junio de 1858 hasta la muerte de Pio IX, el 7 de febrero de 1878, pasando por el juicio a Pier Gaetano Feletti (Fabrizio Gifuni) en 1860 (donde es exculpado, mientras Edgardo es confirmado en la fe católica), o el mismo asalto por el ejército al seminario de Roma en 1870, donde su hermano le pregunta: “¿Pero cómo puedes defender a esos criminales que te raptaron?” (esta parte es una licencia no fiel a la historia). Y es que ha pasado una década, y ahora Edgardo está muy feliz de haber abrazado el cristianismo, y ya ha olvidado que le arrancaron de los brazos de su familia en su infancia. Es más, considera que el bautismo le salvó… Y es tal la separación que se establece con su familia que no acudió al funeral de su padre, y en el lecho de muerte de su madre, intenta bautizarla, aunque esta es firme: “Nací siendo judía y moriré judía”.
En resumen, con absoluta prepotencia y total impunidad, el Vaticano le arrebató su hijo a una familia judía y lo recluyó con otros niños en situaciones similares en la Casa de los Catecúmenos de Roma para educarlo allí en el seno de la Iglesia. El padre del niño no se quedó de brazos cruzados; movió sus contactos en la comunidad hebrea de Bolonia y Roma. El caso acabó en las páginas de la prensa internacional y se armó un escándalo que llegó a tener consecuencias políticas. Rabinos italianos y de Estados Unidos intervinieron y hasta los banqueros Rothschild, que financiaban al Vaticano con sus préstamos, presionaron. Pero el Papa se mantuvo firme. No olvidemos que fue Pio IX quien introdujo lo de la “infalibilidad del Sumo Pontífice”… y tampoco olvidemos que fue beatificado en el año 2000 por el Papa Juan Pablo II. Con su pontificado de casi 32 años ha sido el segundo más largo de la historia de la Iglesia, o el más largo si se descarta el de Simón Pedro, cuya duración es difícil de determinar.
El caso de Edgardo Mortara se convierte en un vibrante alegato contra los abusos del poder. El asunto ha dado pie a varios libros, pero destaca el de David Kertzer, antropólogo e historiador estadounidense, especializado en la historia política, demográfica y religiosa de Italia, quien publicó en 1997 “The Kidnapping of Edgardo Mortara”, y más adelante algunos sobre Pio IX, como “The Pope and Mussolini: The Secret History of Pius XI and the Rise of Fascism in Europe2 (2014) y “The Pope Who Would Be King: The Exile of Pius IX and the Emergence of Modern Europe” (2018). Y parece que tampoco Bellocchio quiere olvidarse, teniendo en cuenta que ya el propio Steven Spielberg había mostró antes interés en llevar esta historia al cine, interesante como materia prima para una película por tres motivos: por el drama familiar, con un niño zarandeado entre dos religiones; por las repercusiones políticas que tuvo en unos momentos de grandes tensiones y cambios sociales en la Italia del Resorgimento; y por los conflictos que han abatido con tanta frecuencia el Vaticano y la figura de algunos Papas, y aquí cabe pensar que los coletazos del asunto llegaron hasta el año 2000, ya que fue un argumento contra el proceso de beatificación de Pío IX, que pese a todo Juan Pablo II acabó llevando a cabo.
Está claro que la visión anticlerical de Bellocchio no se oculta en esta película y en toda su filmografía. Pero tampoco la historia de los Papas es ajena a la corrupción y a aspectos nada divinos, y en el recuerdo está la trinidad de los más corruptos (Esteban VI y su Sínodo del Terror, Juan XII, conocido como El Papa Fornicario, y Bonifacio VIII, conocido como el Papa Corrupto) y el decálogo de otros que no le fueron a la zaga (Sergio III, Benedicto IX, Inocencio IV, Clemente VI, Urbano VI, Sixto IV, Inocencio VIII, Alejandro VI, Julio II y León X). Los legados de estos Papas no solo empañaron la reputación de la Iglesia Católica Romana, sino que también inspiraron una investigación sobre la legitimidad de las verdades supuestamente eternas que sus enseñanzas religiosas afirman contener. Porque el hecho de que varios Papas hayan sido malos en el sentido de que ni siquiera cumplieron con los estándares mínimos de integridad moral y piedad, plantea un problema grave para el catolicismo romano. En cualquier caso, hay que ver este listado de forma global. Pues a lo largo de la historia la lista del Anuario Pontificio contiene 264 Papas y 266 papados (esto se debe a que Benedicto IX accedió en tres ocasiones al papado).
Y regresamos al colofón de esta película: “Hasta 1906, don Pío María Edgardo Mortara llevó una vida misionera de predicación. Ese mismo día se retiró a la abadía de Bouhay, cerca de Lieja, en Bélgica, donde falleció el 11 de marzo de 1940 con casi 90 años”. Porque cierto es que Edgardo presentó algo así como un síndrome de Estocolmo en la religión (llamémosle como síndrome del Vaticano), pues se convirtió en un sacerdote de férrea fe que recorrió Europa contando su historia como ejemplo de una conversión que había salvado su alma, siendo además un erudito políglota.
Historia, denuncia y ficción se dan la mano en El rapto, la última obra de Marco Bellocchio. No confundir este film (por título original, Rapito) de la película argentina El rapto (Daniela Goggi, 2023), sobre las desapariciones de la brutal dictadura argentina en la década de los 80.