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sábado, 28 de septiembre de 2024

Cine y Pediatría (769). “Thin”, miedo a comer

 

“Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) afectan aproximadamente a 5 millones de personas en Estados Unidos. Una de cada siete mujeres con anorexia nerviosa morirá por esta enfermedad”. Con este mensaje comienza la película documental Miedo a comer (Thin) (Lauren Greenfield, 2006), la historia de cuatro mujeres que sufren de anorexia y bulimia en distintas edades (entre 15 y 30 años) y que intentan recuperarse en el Centro Renfrew de Florida, un lugar especializado para el tratamiento de los TCA, y donde la cámara se introduce al estilo “cinema verité”. Una película que ha tenido un notable éxito de crítica y público, si bien no es cómoda de visualizar, pues vemos desde nuestra butaca una realidad incómoda: la de Shelly, Polly, Alisa y Brittany. Historias más dolorosas que las propias estadísticas, donde ellas son las protagonistas principales, pero donde aparecen también los diferentes profesionales del centro. 

Comienza con el despertar en el Centro Renfrew, momento en el que las internas acuden a la sala que llaman de “peso y signos vitales”, donde las enfermeras realizan el control de peso y la toma diaria de frecuencia cardiaca, presión arterial, temperatura, así como la exploración física para confirmar su estado general y buscar posibles lesiones físicas. Y donde vamos viendo los significativos carteles colocados en la institución: “Dos líquidos por comida”, “No se permite ir al baño durante las comidas”, “Las pacientes deben permanecer sentadas durante toda la comida”, “Solo 15 minutos al teléfono”, “No deje a la paciente sola en la sala de exploración”. Y durante los 102 minutos de metraje acompañamos a nuestras protagonistas… 

Shelly Guillory, 25 años, enfermera psiquiátrica, tiene una hermana gemela. Admite haber tenido ideas suicidas con insulina o sobredosis de medicamentos antipsicóticos. Obligada a alimentarse por sonda durante los últimos 5 años, aunque pronto aprendió a inutilizar el tubo que le habían implantado en el estomago, usando jeringuillas para sacar por él la comida nada más tomarla. Después de diez hospitalizaciones, aceptó internarse en Renfrew. “Bienvenida. Y buena suerte”, le dice una auxiliar del centro, tras indicarle las reglas del centro. Ella recuerda que “De cada fotografía mía que tengo en los últimos 5 años, en la mayoría tengo un tubo en mi nariz… Así que mi padre hizo que lo bajaran y desperté con un tubo en mi estómago”. 

Polly Williams, 29 años, confiesa que contaba calorías y grasas desde que tenía 11 años. Ha estado en tratamiento durante seis semanas, pero se internó después de un intento de suicidio: intentó cortarse las venas después de comer un par de trozos de pizza, aunque ese no fuera el motivo real. Es quizás la más rebelde del grupo y se salta las reglas de la comunidad: “Es difícil comer siempre. De todo esto es lo que menos necesito…” 

Brittany Robinson, 15 años, presenta un desorden alimenticio desde que tenía 8 años. Pero lo que es peor, su madre también tenía un TCA y realizaban conjuntamente los atracones y vómitos inducidos junto a su hija. En el último año pasó de tener un peso de 83 Kg a quedarse en 43. Cuando llegó a Renfrew tenía un ritmo cardiaco bajo, pérdida de cabello y daño hepático. Y tampoco se adapta: “Mamá, no estoy bien. Quiero volver a casa”. 

Alisa Williams, 30 años, presenta un TCA desde hace 16 años. Madre de dos niños, divorciada, ha sido hospitalizada cinco veces en los últimos tres meses. Mantenía un régimen de 200 calorías en lugar de las 1.600 que se recomienda para su edad. Y nos narra con todo lujo de detalles sus atracones y purgas. Y su cruda reflexión: “¿Y si tengo que fallecer en el intento? Sería un gran logro”. 

Y la película entremezcla las vivencias de cada paciente, con sus logros y recaídas, con sus fases de euforia y desesperación, con ese apoyo entre las internas de forma ocasional, con las pugas que recurren en ocasiones. Y ello junto con las reuniones de equipo, allí donde médicos, enfermeras, psicólogos, psiquiatras, terapeutas nutricionales y otros profesionales del centro revisan la evolución de cada chica. Se repiten las reuniones, también con ellas presentes. Y con las ocasionales revisiones de habitaciones de las pacientes, cual detectives privados. Y donde se entrecruzan con las opiniones de otras internas: “Y mi novio me dijo: Quiero pasar el resto de mi vida contigo, pero a la velocidad que vamos temo sepultarte en cinco años”. 

Miedo a comer (Thin) es un documento impactante, como impactante es la vivencia de los TCA. Y que deja traslucir algunas de las lagunas del sistema sanitario estadounidense, pues dos de nuestras protagonistas tienen que dejar el centro porque el seguro les expiró, y con una situación clínica muy diferente: porque mientras Alisa se apoya en el recuerdo de sus hijos e intenta recuperarse, Brittany sigue mal, muy delgada, con alopecia y con ideas no controladas respecto a su desorden alimenticio: “Solo quiero que me dejen morir… Estoy harta de mí, estoy tan cansada. Quiero ser más delgada”. Y también impacta cuando expulsan a Polly, pues los responsables consideran que es una mala influencia para la comunidad, y ello pese a los ruegos de la madre, que resultan en vano. Shelly es la única de las cuatro que es dada de alta de Renfrew con normalidad, pero se siente insegura fuera del centro, no se siente tan fuerte como para superarlo sola. 

El colofón de la película no nos deja más tranquilos: “Brittany empezó a hacer dieta después de salir y perdió peso rápidamente. El seguro no pagaría tratamientos futuros. Volvió a casa con su madre, consiguió un trabajo de verano en Burger King. Alisa perdió 9 Kg después de salir e intentó suicidarse con una sobredosis de diuréticos. Regresó a Renfrew y recobró un peso saludable. Polly regresó a la escuela a estudiar fotografía y consiguió un empleo administrando un estudio fotográfico. Se estabilizó en un peso saludable, a pesar de su lucha con la purga. Shelley perdió 8 Kg y recibió tratamiento de shock eléctrico para tratar su depresión. Ahora está casada y regresó a su trabajo como enfermera, aunque sigue luchando contra su trastorno de la alimentación”

Miedo a comer (Thin) es una película documental tan incómoda como necesaria.

 

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