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lunes, 16 de septiembre de 2024

Dr. Alfredo García-Alix, el arte de la ciencia

 

Daba su último hálito la década de los 80 en Madrid (aquella de la Movida de la transición política y social) cuando en una exposición de la fotógrafa Ouka Leele vi una foto que me llamó especialmente la atención. Su título, “Alberto y Alfredo son gemelos”. Y reconocí a uno de esos gemelos García-Alix, Alfredo, quien acababa de llegar al Hospital Infantil La Paz como adjunto de Neonatología, tras un periplo formativo en Estados Unidos con una eminencia de la neurología como Joseph Volpe, y que aterrizó como brisa de aire fresco en “la 5ª” (así conocíamos los residentes de Pediatría a la planta de Neonatología de La Paz, dirigida por el Prof. José Quero y con responsables de sección de la talla de Jesús Rodríguez y Félix Omeñaca). Porque Alfredo aplicaba una metodología de exploración neonatal como si no hubiera mañana, donde la piel, la cara, los reflejos, el tono o los movimientos generales del recién nacido eran analizados cual Sherlock Holmes, escudriñando cada signo y síntoma, analizando el por qué y para qué de cada prueba complementaria, divagando sobre la fisiopatología de los hechos,… y nosotros, lampiños residentes, solo podíamos musitar el “elemental querido Watson”. 

Dado que en el año 1990 decido elegir la especialidad de Neonatología, mi contacto con el Dr. Alfredo García-Alix se hizo habitual, y del roce vino el cariño y la amistad. De nuestras habituales conversaciones sobre lo divino y lo humano, pudimos conocernos bien. Compartimos guardias, pacientes, trabajos y congresos. Con especial recuerdo de aquel Congreso Español de Neonatología de 1990 en Valencia, donde nos dio tiempo a defender decenas de comunicaciones y compartir muchas risas entre la playa de la Malvarrosa y los campos de naranjos (no me digas cómo llegamos allí, pero aún huelo el azahar). 

Y con esa confianza fui entendiendo algo mejor aquella foto de unos meses antes… Conocí que Alfredo era un leonés de nacimiento y madrileño de adopción, el mayor de cinco hermanos de una familia con historia e historial. Era nieto de un ministro de Instrucción Pública durante la Regencia de María Cristina en el final de ese convulso siglo XIX e hijo de un famoso oftalmólogo, y es así que ni la política ni la medicina le fueron ajenas. Sobre todo la medicina, pues se formó en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y solo tuvo que cruzar una calle para seguir su formación como pediatra en el Hospital Infantil La Paz. Y también reconocí que era hermano de Carlos García-Alix, reconocido pintor, escritor y cineasta, así como de Alberto García-Alix (el gemelo de la foto), fotógrafo icónico de la Movida madrileña, pero con una carrera que persiste repleta de éxitos de crítica y público, las que proporciona sus impactantes fotos en blanco y negro de su inseparable Leika. Dos hermanos artistas, y el arte no le fue ajeno tampoco. Porque Alfredo era una artista en lo suyo, y lo suyo fue abrir un camino esplendoroso de la Neurología neonatal en español. Una huella que fue cimentando durante décadas al pie de la cuna e incubadora de los neonatos, y de ahí a sus publicaciones científicas, congresos biomédicos, libros, cursos o conferencias. 

Tuve la fortuna de firmar conjuntamente con Alfredo un total de 15 publicaciones científicas, alrededor de temas neonatales diversos, como la descripción de diversos síndromes dismorfológicos (lo que aprendí con él de la secuencia de aquinesia/hipoquinesia fetal, de la aracnodactilia contractural congénita, del síndrome de McKusick-Kaufman o del síndrome de Pallister-Killiam no se puede resumir con facilidad), enfermedades raras (con algún guiño a la prescripción de películas sobre el tema), asfixia perinatal y encefalopatía hipóxico-isquémica (nuestra tesis se centraron en estos aspectos, en su caso sobre marcadores de estrés fetal intraparto y en mi caso sobre factores predictivos de secuelas neurológicas), hipotermia neonatal (ya en el año 2010 publicamos en Evidencias en Pediatría el concepto “código hipotermia”) o bióetica neonatal. Y que culminó en el año 2015 con el trabajo colaborativo que implicó la publicación de la Guía de práctica clínica de la encefalopatía hipóxico-isquémica perinatal del recién nacido, un trabajo ímprobo de años que solo el que se ha enfrentado a una guía sabe a lo que me refiero. Y cada uno de estos proyectos iban arropados por nuestras conversaciones sobre el trabajo y los retos que afrontar, sobre la familia y los sueños por cumplir. 

Encuentros en reuniones científicas y conversaciones en la distancia que se sucedieron desde sus distintos lugares de trabajo (Madrid, Canarias o Barcelona), sabiendo que en ninguno de ellos le regalaron nada. Y ese ha sido su mayor mérito. Y con todo esa ciencia y conciencia hace una década fundó junto con el Dr. Juan Arnáez (y la colaboración de un buen grupo de excelentes profesionales) la Fundación NeNe (Neurología Neonatal), un entorno donde encontró “el patio de su recreo” para que su experiencia clínica, su bagaje docente, su rigor investigador y su profunda humanidad brillaran a la altura que no siempre se le facilitó. 

Y todos estos recuerdos se agolpan en mi memoria y mi corazón estos días, ahora que hace una semana de la pronta partida del amigo, maestro y confidente. Y en estos días se han sucedido los In Memoriam en su honor, desde la prensa médica a la Sociedad Española de Enfermería Neonatal, desde nuestra plataforma Continuum hasta la revista Forbes España, pasando por las notas de algunas familias a las que ayudó. Pero donde se demuestra el mayor sentido y sensibilidad es en las palabras que le dedica Fundación NeNe, organización desde donde cimentó la neurología neonatal a nivel nacional e internacional, siendo muy frecuentes sus viajes a un nutrido grupo de países de Latinoamérica donde se ganó el respeto, afecto y admiración como clínico, docente, investigador y, sin duda, como persona.       

Lo cierto es que el pesar por tu pronta partida, querido Alfredo, se enjuaga al saber que tu vida ha tenido sentido y ha valido la pena. Pues has dejado, con el arte de tu saber ser y estar, la ciencia neurológica del recién nacido mejor que como te la encontraste. Y eso es dejar huella en la vida, aprovechar los talentos, crear “escuela”. Eso es hacer de la prosa pura poesía –la que te gustaba leer-, sea con los versos de Kaváfis, de Gil de Biedma o los versos libres que los que te conocimos proclamaremos para que seas feliz en tu nueva vida. 

Y con el arte de otro artista de la Movida madrileña (como lo eran Ouka Leele y Alberto García-Alix, tu gemelo), Antonio Vega, espero que compartas con él “el patio de tu recreo” nuevo…: “Donde nos llevó la imaginación, donde con los ojos cerrados se divisan infinitos campos. / Donde se creó la primera luz, germinó la semilla de cielo azul, volveré a ese lugar donde nací. / De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo, de nieve, huracán y abismos, el sitio de mi recreo…” 

Alfredo García-Alix (León, 22 de marzo de 1956 – Madrid, 8 de septiembre de 2024).

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