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sábado, 2 de noviembre de 2024

Cine y Pediatría (774) “Club Zero” y su alimentación consciente


“Esta película contiene escenas de control del comportamiento relacionado con trastornos alimenticios que pueden herir la sensibilidad de algunos espectadores”. Con este cartel al inicio del film se nos avisa de lo que se deviene en este reciente film austriaco que no dejará indiferente: Club Zero (Jessica Hausner, 2023). Y en la primera escena aparece un grupo de siete alumnos adolescentes sentados en círculo con un uniforme similar (jersey amarillo, pantalón corto caqui y calcetines azules) y que hablan de sus experiencias frente a esta profesora, Miss Novak (Mia Wasikowska), la nueva profesora de nutrición de un internado de élite: “Mis padres hacen una dieta paleo. Dicen que es muy sana. Y me gustaría hacer algo así”, “Proteger el medio ambientes es muy importante para mí. La alimentación consciente contribuiría a reducir el calentamiento global limitando el consumo de carne, por ejemplo”, “Quiero reducir mi grasa corporal para mejorar mi forma física. Hago deporte, por eso necesito cuidar mi cuerpo”, “Para mí, este curso trata sobre el autocontrol. Los países ricos como el nuestro sufren un exceso de oferta de alimentos, así que debemos controlar lo que comemos”, “Yo vi un vídeo sobre la reducción de estrés basada en el mindfulness y creo que la alimentación consciente es algo similar”, “Una alimentación sana es esencial para un estilo de vida sostenible. Y para mí es algo importante”, “Elegí esta clase para subir mi nota media y poder conseguir la beca”. Y tras esta ronda, el propio comentario de Miss Novak: “Bueno, apuntaros a esta clase ha sido una buena decisión. La alimentación consciente os ayudará a conseguir lo que mencionáis. Os permitirá contribuir a salvar el planeta, mejoraréis vuestra forma física, optimizaréis el autocontrol y podréis subir vuestra nota media. Veamos, ¿cómo creéis que adquirimos conciencia comiéndonos una tableta de chocolate? Vamos, quien quiere empezar…” Y ahí empieza todo en este internado de élite y en sus familias bien acomodadas que viven en casas de diseño en idílicos lugares. Un guion aderezado con una banda sonora con toques tan inquietantes como la propia historia, en una película que optó a la Palma de Oro en Cannes y en otros festivales. 

De esos siete alumnos, cinco tienen especial protagonismo: Ragna, gimnasta; Fred, bailarín de danza y diabético; Elsa, buena pianista y bulímica; Ben, el más preocupado por sus notas y su beca, el único que no es de familia acomodada y el que más dudas tiene sobre lo que acaece; y Helen. Y a partir de ahí prosiguen las reuniones en grupo circular contando sus experiencias y las preguntas de la profesora: “¿Alguna otra razón por la que deberíamos comer menos?” Y les explica cómo la alimentación consciente activa el mecanismo de autofagia y limpieza del cuerpo, además de explicarles la maravilla de que puede curar enfermedades y alargar la vida entre 10 y 20 años… Comienzan los retos, como comenzar con la monodieta basada en plantas, es decir, comer un solo alimento en cada ocasión, a ser posible solo verduras; y junto a ello los movimientos de inspiración y expiración al comer, las posturas yoguis de concentración y los nuevos mensajes: ”Cuanto más despacio comes, menos comida necesitas”

Rápidamente, Miss Novak establece un estrecho vínculo con varios de sus alumnos, sin que el resto de sus profesores ni sus propios padres se dén cuenta de lo que está ocurriendo. Y consigue convencerles a que pasen de la monodieta a un segundo nivel y evitar comer con autodisciplina. Y Elsa comenta: ”Estoy feliz. Si no como, no tengo que vomitar”, y Fred les dice: “Yo ya no tengo que pincharme insulina”, hasta que llega a la cetoacidosis y su ingreso inconsciente en la unidad de cuidados intensivos. 

Y en el último tercio de la película se producen las contradicciones y tensiones con las familias, que comienzan a sentir que están manipulando a sus hijos, en los que ven sus cambios físicos y de comportamiento, junto a las ideas infundidas sobre los riesgos en la salud, sociales y ecológicos de la comida actual. Y en el camino algunas escenas no fáciles de ver, tal como se nos advirtió al inicio del film. Y cuando Miss Novak es expulsada del colegio, la reacción de esos alumnos aún es más paradójica, hasta integrarse en el Club Zero de la profesora. Y esa nota escrita en la propia celebración de Navidad, bajo los acordes de una canción navideña: “Y por favor, no os sintáis culpables. Ahora estoy mucho mejor. Estoy en un lugar mejor. En un mundo mejor. Hasta siempre. No es culpa vuestra”. Y con esa imagen final para el recuerdo, una última cena muy particular,... porque algo final es una cuestión de fe. Como la fe con la que abordar la filmografía de esta directora austriaca, que ya nos ha dejado obras como Lovely Rita (2001), Lourdes (2009), Amour Fou (2014) y Little Joe (2019). 

¿Pero es Club Zero ficción o realidad? Lo que es realidad es que existe la alimentación consciente (también conocida como mindful eating), que consiste en aplicar la atención plena o mindfulness al acto de comer, poniendo atención e intención a la experiencia de pensamientos, emociones, sensaciones físicas y conductas que tienen lugar antes, durante y después del acto de comer. Y esta información se encuentra en internet: “En nuestra historia de aprendizaje, incorporamos patrones disfuncionales de relación con la comida, otorgando al comer el poder de cubrir necesidades ajenas al hambre. Cualquiera puede identificar experiencias en las que haya comido por aburrimiento, por soledad, por insistencia del entorno, o, sencillamente, porque hay comida en el plato. Los estilos de ingesta, que son disparadores de la conducta de comer y que no tienen relación con las señales interoceptivas de hambre y saciedad, están detrás de gran parte de las conductas relacionadas con el acto de comer. Hay tres estilos de ingesta: el restrictivo, relacionado con la mentalidad de dieta, de prohibición, de escasez y que es insostenible a medio y largo plazo, ya que la restricción de algunos tipos de alimentos suscita el deseo de consumirlos; el emocional, que consiste en tratar de gestionar las emociones a través de la ingesta de alimentos; y el comer externo, que se da cuando el deseo de comer se dispara por señales que están fuera de nosotros mismos, tales como la presencia de alimentos, olores, colores, etc. Los estilos de ingesta no son un problema en sí mismos, la verdadera cuestión es la gran desatención y desconexión con las señales del propio cuerpo. La Alimentación Consciente propone un modelo desde el que la relación con la comida esté basada en la atención a las propias señales internas, equilibrando tres fuerzas fundamentales: la satisfacción, entendida como el placer y el bienestar, el cuidado, entendido como la atención a las propias necesidades físicas, psicológicas, emocionales y sociales, y la salud”. 

Por tanto, Club Zero no es una distopía, es una realidad ficcionada. Y es mucho más que una película que versa sobre la docencia y la relación profesores y alumnos. Porque cualquier tema sobre los trastornos de la conducta alimentaria es un argumento importante. Sea de forma inconsciente o consciente.

 

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