Las películas de piratas es un subgénero de aventuras que ha cautivado al público con historias de ambientación exótica, batallas navales, búsqueda de tesoros y personajes icónicos, y para ello se suele combinar acción, drama, humor y romance. Y sirvan algunos ejemplos, desde títulos más clásicos a otros más actuales, y que han sido habitualmente la delicia de nuestra infancia: La isla del tesoro (Victor Fleming, 1934), El capitán Blood (Michael Curtiz, 1935), Posada Jamaica (Alfred Hitchcock, 1939), El cisne negro (Henry King, 1942), Piratas del mar Caribe (Cecil B. DeMille, 1942), Los Goonies (Richard Donner, 1985), Hook (Steven Spielberg, 1991), La isla de las cabezas cortadas (Renny Harlin, 1995), Master and Commander: Al otro lado del mundo (Peter Weir, 2003), Piratas del Caribe: la maldición de la Perla Negra (Gore Verbinski, 2003) y toda la saga de Jack Sparrow.
Pero hoy despedimos el año con una de piratas muy especial, una película compleja que mezcla elementos de aventura con piratas y drama psicológico alrededor de la infancia, un film basado en la novela de Richard Hughes “A High Wind in Jamaica”, la historia de un grupo de niños que son secuestrados por piratas, lo que da pie a una narrativa que explora la inocencia, la moralidad y la adaptación infantil a circunstancias extremas. Una obra clásico por título en español Viento en las velas (Alexander Mackendrick, 1965), una adaptación de la que el propio director no quedó satisfecho por la falta de libertad a la que le sometió el productor Darryl F. Zanuck, que quería convertir la película en una aventura convencional de piratas y niños.
Todo comienza con una tormenta tropical en la paradisíaca isla de Jamaica, posiblemente lo que da título a la novela y a la película en su título original. Suena una melodía y una voz alegre canta una historia sombría. Y en ese caos conocemos a la familia británica Bas-Thornton con sus cinco hijos, refugiados en el sótano de la casa junto a los criados negros que realizan hechizos. La casa se destruye y entonces los padres deciden que sus hijos vayan a Inglaterra a una escuela decente, no solo por el riesgo del Caribe, sino por su educación, pues según la madre: “No se parecen nada a los niños ingleses. Este lugar les convierte en salvajes. Te aseguro que no soy la única madre de la isla que piensa de este modo”. Y es así como embarcan camino de Inglaterra a sus cinco hijos (Emily, John, Edward, Laura y Rachel) y también les acompaña dos niñas de una familia vecina, los Fernández. Y en la despedida el capitán del barco, Marpole (Kenneth J. Warren), dice a los padres: “No se preocupen. Un barco es la mejor guardería infantil”. Y algo así acabará siendo la aventura de estos niños que tendrán en Emily (Deborah Baxter) a su principal protagonista y sobre la que gira esta particular aventura y quien nos dice: “Los mayores nunca te dicen nada. Tienes que adivinarlo”.
Y es así que el barco es secuestrado por unos piratas, con el capitán Chávez (Anthony Quinn) y su hombre de confianza, Zac (James Coburn), y nos enfrentamos a ese choque entre el mundo adulto y el infantil, bajo esta declaración de uno de ellos: “Si yo fuera pirata, un pirata de verdad, no llevaría chicos a bordo. Los dejaría en una isla desierta”, pues algunos creen que los niños traen mala suerte y se vuelven supersticiosos con su presencia, a riesgo de amotinarse. Pero entre Chávez y Emily se acaba construyendo una relación peculiar con ambigüedad latente, como si fueran dos almas que se entienden aunque se enfrente a cada instante.
Cuando el barco llega a tierra, a Tampico, los piratas se dan cuenta de que están perdidos. Pues están en busca y captura por secuestrar niños y su condena está sellada, más cuando ocurre un nefasto suceso con uno de los hermanos y Emily sufre un accidente en el barco. Poco después los niños son rescatados por un barco británico y los piratas detenidos. Los niños cuentan a un abogado su estancia en el barco como una gran aventura y presentan a Chávez como un héroe divertido. Sin la ayuda de los pequeños no pueden tener una acusación, por lo que Emily es llamada a juicio. Y ya con los hermanos jugando en un parque de Inglaterra, la película finaliza con la misma canción que al inicio, mientras Emily mira a un barco de juguete en el lago.
Porque Viento en las velas es mucho más que una de piratas… Es una obra llena de mensajes alrededor de la ambigüedad de la inocencia infantil, pues estos pueden adaptarse a situaciones difíciles de maneras que desafían las expectativas adultas (y que pone en cuestión la pureza moral de la infancia, pues estos son capaces de actuar de manera instintiva o incluso manipuladora), alejando esa visión idealizada de la infancia como un periodo de inocencia absoluta. Porque a lo largo de la historia, los piratas no son completamente villanos, ni los niños completamente víctimas, con una ambigüedad que desdibuja las líneas entre el bien y el mal. Allí donde los niños demuestran una sorprendente capacidad para adaptarse a un mundo peligroso y extraño, resiliencia que puede ser vista como una fortaleza, pero también como una pérdida de la inocencia. Así pues, la película desafía al espectador a reflexionar sobre cómo entendemos la moralidad, la infancia y la humanidad misma, usando un escenario de aventuras para contar una historia profundamente psicológica.
Y cuando recordamos esta película, que es mucho más que una película de aventuras con la infancia de protagonista, recordamos los versos de esa canción que abre y cierra la historia: “Cuando un hombre es joven y apuesto / espera que el destino le envíe un amor sin lágrimas, / un amor sin fin, mi amor. / Pero cuando la vida pasa y le convierte en hombre / el destino le envía un amor que le cuelga / de un árbol del ahorcado, mi amor”. Porque el poder destructivo de la inocencia no es nuevo en el cine de Alexander Mackendrick, como ya nos demostrara con El quinteto de la muerte (1955), pero aquí con la senectud (y no la infancia) de protagonista.
Y con esta última película comentada en este año 2024 ponemos rumbo hacia un nuevo año, esperando que el viento sople en las velas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario