Se considera abuso sexual infantil a involucrar a niños, niñas y adolescentes en actividades sexuales que no llega a comprender totalmente, a las cuales no está en condiciones de dar consentimiento informado, o para las cuales está evolutivamente inmaduro y tampoco puede dar consentimiento, o en actividades sexuales que trasgreden las leyes o las restricciones sociales. Estos son los tres elementos que caracterizan los comportamientos abusivos sexuales (y que los diferencia de aquellos comportamientos no abusivos): a) el desequilibrio de poder que conlleva la posibilidad de controlar a la víctima física o emocionalmente; b) la diferencia de conocimientos que implican que la víctima no pueda comprender cabalmente el significado y las consecuencias potenciales de la actividad sexual; y c) la diferencia en las necesidades satisfechas: el agresor/a busca satisfacer sus propios impulsos sexuales.
Ni que decir tiene que una situación tan complicada, compleja y perversa tiene consecuencias traumáticas en los niños, niñas y adolescentes, que se pueden agrupar en cuatro grupos de secuelas psicológicas y comportamentales: la sexualización traumática, la estigmatización, la traición y el desvalimiento.
Por tanto, el abuso sexual infantil es una de las formas más crueles de maltrato infantil, donde la sociedad puede ser parte del problema (si lo obviamos y miramos a otra parte) o parte de la solución (si estamos vigiles y lo detectamos); y este mismo planteamiento es válido para nuestra profesión como pediatras . Y los casos pueden ser sospechados al consultar en Atención Primaria o en los Servicios de Urgencias Pediátricas, donde la anamnesis es, seguramente, el punto más importante del diagnóstico y debe realizarse con especial atención, donde la exploración física requiere una gran especialización, donde las pruebas complementarias suelen tener valor clínico y judicial y donde, una vez aplicado el tratamiento, el diagnóstico de abuso obliga a asegurar la protección del menor y dar parte a las Autoridades Judiciales.
Y es que si el maltrato infantil debe ser denunciado siempre, lo mismo ocurre en cualquier tipo de abuso sexual infantil. Y muchas son las películas donde pedofilia, pederastia, incesto, pornografía infantil, prostitución infantil, y otras formas de abuso sexual en niños, niñas y adolescentes forman parte de la historia (real o ficticia) llevada a la pantalla, films incómodos a los que no debemos dar la espalda, sino enfrentarnos a ellos para concienciarnos y mantener una lucha activa. Y hoy proponemos un recorrido por 7 películas argumentales alrededor de este incómodo tema. Estas películas son, por orden cronológico de estreno:
- El leñador (The Woodsman, Nicole Kassell, 2004), para sumergirnos en la convulsa reinserción social de un pedófilo y pederasta.
- Hard Candy (David Slave, 2005), para conocer el acoso al que someten los lobos feroces del ciberespacio a nuestras Caperucitas rojas.
- No tengas miedo (Montxo Armendáriz, 2011), para dimensionar y denunciar el abuso sexual infantil dentro de la propia familia.
- La caza (Jagten, The Hunt, Thomas Vinterberg, 2012) , para no olvidar la fragilidad de la presunción de inocencia ante una denuncia por abuso sexual a menores.
- Spotlight (Thomas McCarthy, 2015), para no olvidar la lacra de la pederastia alrededor de la Iglesia católica.
- Atrapados en la red (V siti, Barbora Chalupová y Vit Klisák, 2020), para sumergirnos en una experimento revelador sobre los peligros de abusos sexuales cibernéticos en menores.
- Sonido de libertad (Sound of Freedom, Alejandro Monteverde, 2023), para introducirse en el escabroso mundo del tráfico sexual infantil.
Siete películas argumentales para sumarnos a la denuncia frente a cualquier tipo de abuso sexual en menores, un monstruo con muchas caras y diversos nombres: pedofilia, pederastia, incesto, pornografía, prostitución,…
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