En el nacimiento de un nuevo año qué mejor film que aquel que nos retrata de forma íntima y conmovedora a los profesionales que ayudan a nacer, a esa profesión de matrona y su día a día en los paritorios de un hospital público. Hablamos de la película francesa Matronas (Léa Fehner, 2023), cuya trama se inspira en la propia experiencia personal de la directora tras el nacimiento de su primer hijo, pues quedó impactada por las condiciones y dificultades en las que trabajan las matronas. Esta vivencia la llevó a explorar y retratar, con gran sensibilidad y en un tono casi documental, las complejidades y desafíos de esta profesión en un entorno sanitario desafiante, lo que le ha valido numerosos reconocimientos en festivales de cine. Este es el tercer largometraje de Léa Fehner, directora comprometida con temas sociales y humanos, y que la consolida como una voz significativa en el cine francés contemporáneo.
Todo comienza con la llegada de dos jóvenes profesionales al hospital, recién egresadas tras tres años de preparación para ser matronas, y que están a punto de iniciar su andadura en el mundo laboral, un lugar marcado por su ritmo frenético, por la falta de recursos y por la escasez de personal sanitario. Ellas son Louise (Héloïse Janjaud) y Sofía (Khadija Kouyaté), dos chicas cuyo entusiasmo y vocación chocará desde el primer día con la cruda realidad de un sistema sanitario en crisis, donde las condiciones laborales y la sobrecarga de trabajo ponen a prueba su compromiso y resiliencia. Y así nos lo expresan tras terminar la primera jornada: “Vaya día de mierda…El peor día de mi vida”.
Pero cuyas condiciones de trabajo se repiten cada día, de ahí la expresión de una compañera al iniciar su turno: “Que empiece el mambo”. Y es así que en esa pizarra compartida de trabajo van apuntando las pacientes y su evolución, y cómo tienen que organizar y dividir el trabajo para lo que llegue, sea un parto gemelar o prematuro, la atención a un menor no acompañada o a la sospecha de agresión sexual, la interrupción voluntaria del embarazo o enfrentarse a embarazos no controlados de emigrantes, también a la muerte de un recién nacido y cómo hacer que los padre lo vean y abracen para mejorar el duelo… Y todo narrado como si realmente estuviéramos allí, pues lo que se muestra es lo que realmente ocurre en la realidad en determinados momentos de los paritorios, también en los de nuestro país, todo ello entre monitores, salas de dilatación y quirófanos, mesas de reanimación neonatal, epidurales, episiotomías, gasometrías, Neopuff, la emoción del primer llanto, el piel con piel, el minuto de oro del recién nacido y la hora dorada del nacimiento, los cambios de turno, los momentos de tranquilidad, y las guardias eternas. Y entre este maremágnum Sofía atiende a una de sus primeras pacientes, cuyo parto termina en cesárea urgente por rotura uterina, con esa llamada al pediatra pues el recién nacido no responde a las maniobras de reanimación neonatal y acaba ingresado en la UCI Neonatal. Vivencia que le crea ansiedad e inseguridad al enfrentarse a sucesivos partos, por lo que le sugieren que pase a consultas, oero se niega y le aboca a una baja laboral temprana. Louise, con quien comparte piso, sin embargo sí se ha podido adaptar mejor a las condiciones de trabajo de la profesión.
Y pasan los días y semanas, y vamos conociendo mejor a los compañeros de trabajo de nuestras protagonistas. Y esas guardias clave como la de Nochebuena, donde el equipo brinda: “Por esta profesión maravillosa que nos libera de las cenas familiares”. Pero continúa latente el estrés laboral, entre carreras en los pasillos y decisiones urgentes, situaciones difíciles y momentos de calma y felicidad, desbordados de trabajo por falta de recursos personales, una tensión que poco a poco acaba convirtiéndose en indignación. Y que llega a causar una decisión importante en la matrona que funciona como supervisora del grupo: “Voy a dejarlo… No es por el horario de mierda ni por no tener tiempo de comer algo, o perderme la infancia de mi hijo por un sueldo miserable. Me duele, pero qué le vamos a hacer. Pero tratar mal a la gente no, no puedo más. Yo no me hice matrona para eso”.
Pasa el tiempo y ahora ya vemos que Sofía ha logrado superar el bache con el apoyo de sus compañeros y sigue adelante con la profesión, como su compañera Louise. Y ahora son ellas quienes reciben a las nuevas residentes en formación y les explican así el lugar de trabajo: “Aquí siempre pasa algo. Bienvenida a la sanidad pública”. Mientras en la parte trasera de sus pijamas llevan escrito mensajes de protesta: “¡Hasta los ovarios!”, “Matronas en esclavitud”, “Una mujer por matrona”, “Las aguas no son lo único que se rompe”,…preludio de esa manifestación final por mejorar sus condiciones laborales y que es una realidad en Francia que la directora ha querido poner sobre la mesa, invitando a reflexionar sobre la importancia del rol de la profesión de matrona en la sociedad y los desafíos que enfrentan en su día a día.
Matronas es una buena película y un buen documento que atesora la visión de la cruda realidad de un paritorio, con su belleza y dureza, sin filtros para un momento tan íntimo y transformador en la vida de una mujer, y todo ello filmado con un ritmo frenético y emociones a flor de piel, en lo que es una nueva reflexión sobre el sistema de salud pública en los países europeos. Y en la que se exploran temas clave como la vocación profesional (con esa mezcla de ciencia y humanización que conlleva todo acto médico y más si está relacionado con las nuevas vidas que llegan), la maternidad, la sororidad (porque es una profesión donde sigue predominando el sexo femenino y se nos muestra el apoyo en el ámbito laboral) y los límites de esta profesión (cuya tensión hace que quepa dar mucha importancia cuidar la salud física y, sobre todo, mental).
Matronas permite introducirnos de lleno en esta importante profesión y nos muestra las dificultades que vive Francia, pero que no son ajenas a las que vive España. Según el Consejo General de Enfermería son más de 7.500 matronas las colegiadas en nuestro país, con una tasa de matronas por 100.000 habitantes inferior a la media de la OCDE (así que quizás nuestra situación empeore la que nos muestra este film) y con amplias desigualdades regionales (donde País Vasco, Navarra y Melilla se llevan la mejor parte, pero en el resto la situación es más complicada), y donde la sobrecarga laboral también es la tónica. Una profesión, la de matrona, que tiene como objetivo acompañar a la mujer durante todo el embarazo, el parto y el postparto, ofreciendo cuidados holísticos, tanto físicos como emocionales. Y cuyo papel transita de forma clave entre la atención médica del obstetra a la madre gestante y la atención del pediatra-neonatólogo al recién nacido.
No es la primera vez que el comprometido cine francés aborda temas sociosanitarios en sus películas, con una clara vocación de documento y denuncia, como ya hiciera con El primer grito (Gilles de Maistre, 2008), en relacion con la forma de nacer en diferentes culturas del mundo, Polisse (Maïwen, 2011), sobre la complejidad de la Unidad de Protección de Menores, Hipócrates (Thomas Lilti, 2014), en relación con el sistema de formación de médicos residentes, En buenas manos (Jeanne Herry, 2018), alrededor del sistema de adopción francés, o Especiales (Olivier Nakache y Eric Toledano, 2019), sobre las carencias de la Administración para tratar los casos de autismo más graves, entre otras.